1 de junio de 2023
Convocados por Lula da Silva, mandatarios de las naciones sudamericanas se reunieron en Brasilia para tratar de reactivar la UNASUR. Tensiones y consensos.
Primer paso. En el encuentro de Brasil hubo acuerdos y divergencias acerca del proceso de integración regional.
Foto: NA
Bien dicen que es mucho más fácil destruir que construir. Ese dicho popular se vuelve a constatar tras la reunión cumbre de presidentes en Brasilia en el intento de reflotar la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). Ese espacio, trabajosamente elaborado a principios del siglo para la integración regional durante el primer ciclo progresista en el subcontinente, fue puesto en marcha en 2011, pero fue detonado por los gobiernos derechistas a partir de 2016. Con el regreso de Lula da Silva al Planalto, el proyecto vuelve a plantearse como una necesidad, pero en este primer encuentro se perciben las huellas del retroceso registrado en estos años y lo dificultoso que será reconstruir una cofradía que se saltee la grieta continental.
El primer obstáculo fue comprobar que no todos los países que se alejaron de la UNASUR a instancias de mandatarios conservadores en la «Era Trump» están dispuestos a volver así como así. El escollo que apareció fue el regreso de Venezuela y especialmente del presidente Nicolás Maduro a los foros regionales, que ya había sido el argumento para vaciar de contenido a la entidad y crear en su lugar artilugios como los fugaces y ya olvidados Grupo de Lima y Prosur.
Del encuentro en el Palacio de Itamaraty participaron, junto con Lula Da Silva, el presidente argentino Alberto Fernández y los jefes de Estado de Bolivia, Luis Arce; de Colombia, Gustavo Petro; de Paraguay, Mario Abdo Benítez; de Ecuador, Guillermo Lasso; de Guyana, Irfaan Ali; y de Surinam, Chan Santokhi. Perú envió al jefe de Gabinete, Alberto Otálora, ya que el Congreso no autorizó el viaje de la presidenta de facto, Dina Boluarte.
El eje de los debates –para algunos la excusa que demoraría el renacimiento de Unasur o algún proyecto similar– estuvo en el rechazo a Maduro expresado por el uruguayo Luis Lacalle Pou y la crítica del chileno Gabriel Boric. El disparador fue la caracterización de Lula sobre Venezuela. «Siempre defendí la idea de que cada país es soberano para decidir su régimen político, qué tipo de elecciones tendrá y para debatir cosas internas», sostuvo el líder brasileño, para agregar luego: «Maduro sabe la narrativa que construyeron contra Venezuela durante tanto tiempo». Según Da Silva, una narrativa similar fue la que se construyó a su alrededor para llevarlo a prisión en 2018.
Cuestión de palabras
Sobre esa mágica palabrita se montaron Lacalle Pou y Boric. «Quedé sorprendido cuando se habló de que lo que sucede en Venezuela es una narrativa», dijo el uruguayo. «Lo peor que podemos hacer es tapar el sol con un dedo. Pongámosle el nombre que tiene y ayudemos», completó. Desde otro sector del espectro político, Boric expresó que «hay una discrepancia en las declaraciones del presidente Lula: no es una construcción de una narrativa, es una realidad seria y la vi en los ojos de venezolanos que llegaron a nuestro país».
El chileno mostró matices en el cuestionamiento, ya que no tuvo problemas en cruzarse con el heredero de Hugo Chávez, y tras aclarar que «como presidente de izquierda era importante enfrentarlo de frente a Maduro por primera vez en un foro internacional» se sumó al pedido a Estados Unidos y la Unión Europea para que terminen «con las sanciones, que debilitan a los pueblos y no a los gobiernos».
Alberto Fernández había mantenido un encuentro con su par venezolano y también reclamó el fin de las sanciones. El canciller Santiago Cafiero fue más efusivo en declaraciones radiales ante las críticas que lanzaron desde la oposición sobre el Gobierno argentino. «Yo no sé qué mundo están viendo, se quedaron con el mundo de (Juan) Guaidó y (Donald) Trump, pero ese mundo se acabó. Ese fue un abordaje sobre la situación venezolana, que es compleja, que fue un abordaje de exclusión y de sanciones unilaterales», dijo.
Lula también se había referido al exdiputado venezolano y a una recomendación para resolver la crisis política que sufre el país caribeño. «Le dije a Maduro que él debería construir una narrativa, le dije que necesita hacer un documento con todos los partidos de oposición, movimientos sociales, sindicatos, Parlamento y gobernadores para pedir respeto a la soberanía de Venezuela, porque el mundo llegó a elegir a un presidente que era una persona que no existía y sufre un bloqueo económico».
El líder metalúrgico también apuntó contra la doble vara de los discursos críticos contra el Gobierno chavista. «La misma exigencia que el mundo democrático hace para Venezuela no la hace para Arabia Saudita», con lo que se ganó una inminente respuesta del régimen de la casa de Saúd.
Unidad y divergencias
Fiel a su estilo componedor, pero que no se guarda nada, el brasileño recordó que en la primera década del siglo XXI pudieron convivir en el mismo espacio regional Hugo Chávez con el expresidente colombiano Álvaro Uribe, y expresó que espera poder reconstruir un foro de las mismas características, pero de mayor amplitud. «Ningún país por sí solo tendrá fortaleza para enfrentar los retos de la geopolítica y la economía mundial actual», indicó en su discurso inaugural. «Debemos profundizar nuestra identidad sudamericana también en el ámbito monetario a través de mecanismos de compensación más eficientes y la creación de una unidad de referencia común para el comercio, reduciendo la dependencia de monedas extrarregionales», agregó, dando un paso más allá de lo que fuera el organismo que tuvo como primer secretario general a Néstor Kirchner.
A falta de mayores compromisos en esta instancia, los presidentes acordaron un documento final, el Consenso de Brasilia, que en sus 9 puntos determina los valores y los pasos necesarios para construir un espacio de integración regional. Menciona el respeto a la democracia y la no injerencia en los asuntos internos de los otros países, pero no habla de volver a la Unasur. El actual presidente colombiano, Gustavo Petro, tras anunciar que su país se reincorporaba a la Unión de Naciones Suramericanas, «ratificando el tratado del Congreso a través de una ley», consideró oportuno pedir una modificación al nombre de la institución. «He solicitado que se llame Asociación de Naciones Suramericanas, para garantizar el pluralismo y la permanencia en el tiempo», propuso. Iván Duque, el presidente que le entregó el bastón de mando a Petro en 2022, publicó en un tuit que «para reingresar (a Unasur) hay que hacer todo el trámite de ley en el Congreso y de control en la Corte Constitucional». El mecanismo de adhesión había sido legitimado en su momento por cada uno de los Parlamentos regionales, pero el retiro de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú fue una suspensión por decretos presidenciales anunciada en abril de 2018 a Bolivia, que con Evo Morales había asumido la presidencia pro-témpore del bloque. La excusa, entonces, fue que había vencido el mandato de Ernesto Samper, quien también había sido presidente de Colombia, y que no había consenso para elegir un sucesor. Responsabilidad que era de los jefes de Estado, por cierto. Samper, en una columna en el diario español El País pidió este miércoles «retomar sin mayores dilaciones la regionalización desde el Sur con el mismo espíritu y dinamismo que dio nacimiento al proceso más complejo de integración alcanzado en esta parte del mundo que fue y debe volver al bloque sudamericano».