1 de junio de 2023
Argentina quedó eliminada en octavos y no tuvo su fiesta en casa. Lo positivo: hay talentos para nutrir a la Scaloneta. Apuntes de un torneo con color futbolero.
Bicentenario de San Juan. Federico Redondo, una de las promesas, en la derrota 2 a 0 ante Nigeria que acabó con la ilusión del juvenil albiceleste.
Foto: Télam
No hay caso: cuando la pelota no quiere entrar, no entra. El segundo tiempo de Argentina contra Nigeria por los octavos de final del mundial sub 20 fue una muestra. El seleccionado dirigido por Javier Mascherano desperdició muchas situaciones de gol, algunas clarísimas, y le dijo adiós a la copa del mundo en la que, inesperadamente, fue anfitrión. Nigeria, efectivo en la red, clasificó a cuartos de final y de este modo se terminó la ilusión albiceleste de coronarse por séptima vez como campeón sub 20.
Nigeria es como un fantasma para Argentina. Ya no es la sorpresa que fue en 1996, cuando derrotó al seleccionado nacional por 3 a 2 en la final de los Juegos Olímpicos de Atlanta. Aquello sí fue un mazazo. Pero ahora, con mejor disposición táctica y mucho más ordenado, es un equipo temible, y más si se tiene en cuenta que suele imponer su ventaja física en torneos juveniles. Es posible que la alegría de ser locales, el impulso del Mundial de Qatar y la proyección del plantel hayan invitado a soñar con levantar el trofeo. Por eso el lamento y la decepción en el Estadio Bicentenario de San Juan, tras el pitazo final del árbitro sueco Glenn Nyberg.
Claro que hay otras cosas a tener en cuenta. Una es que Argentina no clasificó a este mundial. Fue eliminada de primera ronda del Sudamericano de Colombia. Si lo jugó es porque Indonesia fue descartada como sede tras pedir que se vete la presencia del seleccionado israelí, entre otros conflictos que cambiaron el panorama. Cuando «Chiqui» Tapia, rápido de reflejos, ofreció a la Argentina como escenario, el sí de la FIFA le permitió participar al equipo albiceleste. Fue una buena jugada que le dio a Mascherano, quien había renunciado como DT tras el fiasco en el sudamericano, la oportunidad de tener una revancha. Y más: darle continuidad al proyecto de juveniles de la AFA jugando en la alta competencia y ante los mejores del mundo.
Eso tuvo correlato en la reacción de los hinchas. Los argentinos colmaron las canchas para ver a su selección, que se presentó en Santiago del Estero (2 a 1 ante Uzbekistán y 3 a 0 ante Guatemala) y San Juan (5 a 0 ante Nueva Zelanda y 0-2 contra Nigeria). Con los otros seleccionados no se logró el mismo marco, pero la expectativa de cara a la final, a disputarse el 11 de junio en el Diego Maradona de La Plata, es total: las 53.000 entradas están agotadas.
El hincha argentino, elegido el mejor en su especie en el mundial de diciembre en Qatar, no escatimó originalidad. Un ejemplo: los pocos que fueron a ver Túnez-Irak en La Plata se aburrían tanto que le pusieron humor a la tarde: «Túnez, mi buen amigo, esta campaña volveremo’ a estar contigo…», cantaron. Demostración de lo que genera el fútbol en estos lados.
En este mundial no hay partidos con epicentro en la Ciudad de Buenos Buenos Aires sino en La Plata, Mendoza (el Malvinas Argentinas), San Juan y Santiago del Estero. Hubo canchas llenas, otras semivacías, mucha tele y hasta publicidades ingeniosas. La AFA difundió un spot cuyo protagonista –cómo no aprovechar la racha– es nada menos que Tapia.
Camino al andar
No es menor que se trate de jugadores sub 20. Pibes que recién empiezan a hacer experiencia. Son los de la generación de «hijos de»: a sus padres, aquellos que ya tienen más de 45 años, los vieron jugar. Algunos de estos chicos nacieron en el exterior, mientras sus padres jugaban en clubes locales. Federico Redondo (20 años, Argentinos Jrs.), por ejemplo, nació en España. Tiene parecidos a su papá, Fernando. La forma de pararse, el manejo de pelota en el medio, la altura. Es un prodigio para nuestro fútbol. En Argentina, se sabe, la cantera es inagotable.
Si con el sub 17 deslumbró el «Diablito» Claudio Echeverri (17 años, juega en River), esta vez el distinto fue Luka Romero, de 18 años. Hizo un golazo contra Nueva Zelanda y casi hace otro contra Nigeria, que hubiese cambiado la suerte: el palo le dijo no. Nació en Durango, México, cuando su padre, Diego, nacido en Quilmes, jugaba en los Alacranes de Durango, en 2004. Tiene pasaporte español, forma parte del plantel de Lazio de Italia y a fines de junio quedará libre. Los grandes de Europa lo tienen en la mira.
Otra de las joyas de este equipo: Valentín Carboni, hijo de Ezequiel Carboni, ex Lanús y Banfield, hoy entrenador de la reserva del A.C. Monza. Valentín juega en el Inter. En el Monza –cedido por el Inter– juega Franco Carboni, el hermano de Valentín que fue convocado para este mundial pero el club lo negó. Lo mismo le pasó a Nicolás Paz (18), hijo del recordado Pablo Paz. Nicolás, nacido en Tenerife, juega en el Real Madrid Castilla, filial del Real Madrid.
Estos pibes van por su lugar en el seleccionado mayor. El objetivo es nutrir a la Scaloneta. Algunos formarán parte de la gira por China durante la fecha FIFA del 15 y 19 de junio ante Australia e Indonesia. Son los casos de Facundo Buonanotte y Alejandro Garnacho (ambos de 18), quienes iban a jugar en el mundial sub 20 pero tampoco fueron cedidos por sus clubes, Brighton y Manchester United, respectivamente.
No se puede pasar de largo a Valentín Barco, que a los 18 ya es titular nada menos que en Boca y su futuro se vislumbra en las mejores ligas del planeta.
La pelota sigue rodando
Sin Argentina, el mundial sub 20 continúa. Un torneo con muchos candidatos, jóvenes talentos y, como se dijo, pasión en las tribunas. ¿Será de una vez el despegue de los Estados Unidos en el fútbol? Doce puntos sobre doce en cuatro partidos jugados. Arco invicto, además. O a lo mejor se produce la reacción esperada desde hace años de Italia, aunque sea en juveniles. Llegar a la final del 11 de junio, un día después de que el Inter dispute la final de la Champions, sería un símbolo. ¿Brasil? Brasil, se sabe, siempre tiene potencial, por más que no haya sido, en lo que va del mundial, el mejor. Aun así, convirtió 13 goles en cuatro partidos, y cuenta con un goleador, Leonardo, y mucho juego en varios futbolistas. No habría que descartar a otros sudamericanos, por caso Colombia, de gran nivel e invicto hasta aquí. Tiene buen plantel; entre ellos se destaca Tomás Ángel (hijo de Juan Pablo Ángel, ex River). Los cuartos de final, con selecciones que pueden dar el golpe, tienen mucho de imprevisibilidad.
Todas preguntas y una sola certeza: el juvenil argentino se fue antes de tiempo de una fiesta, en su casa, para un equipo que buscaba prolongar la consagración de los mayores, en Qatar. No pudo ser, aunque detrás de la frustración, hay futuro en una camada de talentos que, tarde o temprano, tendrá revancha.