30 de julio de 2024
Un nuevo proyecto de la Fundación del Banco Credicoop apuesta al financiamiento de productores y pequeñas cooperativas para que implementen técnicas orientadas a disminuir la huella de carbono.
Mendoza. Una de las provincias donde se presentó el proyecto, con el sector vitivinícola y hortícola.
Foto: gentileza Fundación Credicoop
La Fundación Banco Credicoop lanzó la segunda edición del proyecto Crecer Cooperando, cofinanciado por BID Lab, Laboratorio de Innovación del Banco Interamericano de Desarrollo. El programa apunta a la transición hacia la agricultura regenerativa para la reducción del impacto ambiental a través de técnicas para la reconstrucción de la materia orgánica y la biodiversidad del suelo, con el objetivo de controlar y disminuir la huella de carbono.
Eduardo Ciancio, director ejecutivo de la Fundación, explica que Crecer Cooperando tuvo una primera edición denominada «Agricultura climáticamente inteligente» y esta nueva propuesta «también está relacionada con la sustentabilidad, específicamente con la agricultura regenerativa». Ambos proyectos tienen una duración de cuatro años, el anterior se realizó en Cuyo y Misiones y ahora se suma Alto Valle.
«Los sectores están ligados a la producción en estas tres regiones: en San Juan y Mendoza, al sector vitivinícola y hortícola, principalmente tomate y ajo; en Río Negro y Neuquén, a la producción de pera y manzana; y en Misiones, a los productores de mandioca, yerbeteros y pequeñas cooperativas», añade.
Gustavo Marino, responsable de Proyectos y Asistencia Técnica, agrega que se trata de un programa de atención al sector rural que tiene tres componentes principales «relacionados con la implementación de la agricultura regenerativa para reducir el impacto ambiental en pequeños productores y cooperativas», y resalta que se lleva a cabo con el INTA como socio estratégico, a través de una serie de protocolos técnicos que incluyen capacitación, sensibilización y asistencia técnica en campos y fincas de productores o cooperativas, midiendo el suelo para luego aplicar las prácticas para evaluar los resultados, que suelen verse a largo plazo.
«La idea es que los productores implementen estas prácticas y las repliquen en otros productores del mismo rubro y zona», agrega, al tiempo que advierte que «además, hay un componente de capacitación a jóvenes y mujeres del sector rural y cooperativo, incluyendo un módulo de inclusión financiera para el manejo del dinero y herramientas tecnológicas».
Por último, hay un componente de financiamiento relacionado con las inversiones necesarias para su implementación, incluyendo una línea de crédito específica. «El objetivo es mejorar el impacto ambiental y aumentar el valor de venta de los productos en mercados internacionales», sintetiza Marino y Ciancio completa el concepto: «La trazabilidad y la certificación de una menor huella de carbono pueden mejorar el acceso a otros mercados y obtener mejores precios».
Nuevas demandas
«La temática recoge también nuevas demandas, donde el cooperativismo tiene la tarea y la obligación de insertarse», reflexiona Santiago Nogueira, analista de Proyectos y Asistencia Técnica de la Fundación, al tiempo que señala que los contenidos se van construyendo y revisando día a día. «Durante los cuatro años del proyecto anterior, la juventud y el género fueron pilares fundamentales, hoy tenemos esa experiencia y la posibilidad de capitalizar en este programa», dice y considera que la finalidad es llegar con los principios, los valores y la lógica de administración de una unidad productiva cooperativa a otros sectores.
«Se sabe que los resultados en la producción agrícola se verán con el tiempo, pero la lógica de estos programas obliga a cuantificar y hacer un seguimiento detallado de los resultados», agrega Nogueira y resalta el «fundamental» trabajo que hace el INTA, que ya conoce a los productores y detectan sus necesidades.
«Hoy trabajamos en formalizar contenidos en talleres, tratando de llegar de la mejor manera, aprovechando la tecnología y trabajando en modalidad híbrida o presencial, porque sabemos que el tiempo destinado a estas capacitaciones es tiempo que se resigna en la producción», agrega.
Las actividades, así como la capacitación que ofrecen a través del programa, son sin costo. «Trabajamos en seleccionar un primer grupo en conjunto con el INTA y las filiales del banco, incluyendo no solo a los productores y cooperativas, sino también a los técnicos», detalla Gustavo Marino y advierte que, desde el lanzamiento, «hemos recibido muchos pedidos para incorporarse al proyecto, para lo cual hay un comité de trabajo que selecciona según las condiciones y tipo de cultivos». Y agrega: «La recepción ha sido muy buena por parte de cooperativas, productores y gobiernos locales, que ven en esto una actividad innovadora y con futuro».
Ya encaminados al segundo semestre, las inscripciones no están cerradas, los interesados pueden escribir a crecercooperando@bancocredicoop.coop. «La idea es que se repliquen en más productores y cooperativas», sostiene Eduardo Ciancio y concluye: «Creemos que el proyecto se da en un momento oportuno y esperamos tener resultados iguales o mejores que en la edición anterior».
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