Cooperativismo

Capital humano

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En la ciudad de Rosario, pocos años después de la fundación del IMFC, nacía una de las entidades que dejaron un valioso legado en el ámbito del crédito solidario.

Fecunda actividad. En 1970, Schillman (centro), junto a Amer, Mollica y otros consejeros, preside una asamblea de la caja rosarina.

El 17 de mayo de 1964, en el Colegio Normal Nacional Nº 3 Mariano Moreno, un grupo de vecinos de la ciudad de Rosario dio el primer paso firme hacia la concreción de su sueño cooperativo. Ese día se realizó la asamblea constitutiva de la Cooperativa de Crédito 27 de Febrero, una de las cajas que integró un movimiento económico cuyo postulado principal se orientaba a la asistencia financiera de los sectores populares y de la pequeña y mediana empresa. La unión comunal, un profundo sentido democrático, la mirada puesta en el bienestar social y el apoyo del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos hicieron realidad la aspiración del pequeño grupo de dirigentes que construyeron una gran entidad de crédito solidario.
«Las primeras reuniones –en 1963– se hicieron en un local cedido por los socios Barragán y Murillo en la calle Dorrego, como así también pasó con Mollica, que facilitó su espacio en el boulevard 27 de Febrero. Ahí inicio sus deliberaciones, transitoriamente, el Consejo de Administración. Con ferviente entusiasmo e indudable fe se llegó, por medio del más puro diálogo constructivo y estirpe democrática, a cristalizar nuestras aspiraciones», relataba una de las Memorias de la entidad. Fueron 125 los socios fundadores, al momento de la asamblea constitutiva que ocurrió meses después. Esa nómina pasó a 353 cuando el 20 de julio de 1964 se inauguró oficialmente la caja de créditos en un modesto local alquilado en la intersección de 27 de Febrero y Paraguay. «Justo es recordar –agregaba el mencionado documento de 1965– el apoyo que obtuvo la cooperativa desde sus albores por parte de la masa societaria. Confiando en ella se prestó sincero apoyo a través de una intensa operatividad que se vio inmediatamente reflejado en los saldos disponibles, que serían luego canalizados por la vía del crédito sano, en beneficio de nuestro barrio y para bien de la comunidad». A menos de un año de su inauguración, la Cooperativa de Crédito 27 de Febrero contaba con más de 1.200 asociados.

Día del Niño. Una de las decenas de iniciativas organizadas para los vecinos.

Apoyo incondicional
«Nacimos en el Instituto y con el Instituto», coincidían los dirigentes de la caja en una entrevista publicada en Acción en 1973. Esa afirmación se sustentaba en la doble participación de integrantes como Eduardo Bonomi y Manuel Amer, que eran consejeros en el imfc y directivos de la entidad crediticia. «Es un deber recordar el incondicional apoyo recibido del imfc, poniendo a nuestra disposición sus funcionarios y experiencia, con el solo fin de solucionar escollos razonables en la marcha inicial de nuestra cooperativa», reconocían los dirigentes. Una continuidad entonces para la orientación de Instituto que ahora tomaba cuerpo en la cooperativa. Precisamente, Bonomi fue el primer presidente que tuvo «la 27», cargo que, hacia la década del 70, ocupó Armando Schilman. A él se sumaban otros nombres como los de Eduardo Mlikota, José Tamburello, Delfín Guaglianone, Alberto Mollica o Sofía Varazzani, primera mujer en ocupar un cargo directivo en una caja de crédito rosarina. Todos ellos, cooperativistas que fortalecieron el crecimiento de una entidad que, además de su tarea financiera, desplegaba una notable labor social y cultural.
«Hemos tratado de administrar los créditos con la ecuanimidad correspondiente, preocupándonos para que la asistencia financiera de la cooperativa estuviese orientada a la promoción de actividades útiles y concurriera en la solución de problemas económicos, culturales y sociales de la zona donde desenvuelve su actividad», proclamaba también la Memoria de la entidad. Con esa premisa, 27 de Febrero mantenía un contacto permanente con organizaciones de la comunidad a través de distintas ayudas. Clubes deportivos, asociaciones vecinales y gremiales, institutos culturales y hospitales eran algunos de los beneficiarios del aporte de la caja que llegó además a consolidar un importante papel en la administración de becas y útiles para estudiantes y en el desarrollo de la infraestructura barrial en materia de pavimento y desagüe.
Un hito destacado en la historia de la caja fue la adquisición del edificio propio. En mayo de 1971 se constituyó un consorcio entre miembros de la cooperativa con la intención de construir ese espacio definitivo. Un año más tarde, la caja adquiría las instalaciones del edificio ubicado en la misma esquina donde dio sus pasos iniciales: 27 de Febrero y Paraguay. El 21 de julio de 1973, la cooperativa inauguraba su casa propia con la presencia, entre otros, del intendente local Rodolfo Ruggeri y de Amero Rusconi, entonces presidente del IMFC. La expansión de la caja con su nuevo edificio se acompañaba con el crecimiento de asociados. De los 150 socios fundadores de 1964, Contabilizaba más de 4.500 asociados en 1973.

1973. Ruggeri y Rusconi cortan las cintas e inauguran el nuevo local de la entidad.

Un gran caudal humano interior y un consistente compromiso personal, alimentado por el ingreso de nuevos integrantes, hicieron de la cooperativa rosarina una experiencia emblemática dentro del movimiento de cajas de créditos. Mientras, a nivel global, en 1973 se asistía a una nueva crisis capitalista, en paralelo, la economía cooperativa, en particular en la Argentina, ofrecía pruebas de un modelo económico eficiente y justo para el desarrollo y bienestar humano. El contraste de situaciones exponía los desenlaces de un modelo basado en el lucro y de otro orientado por el desarrollo económico equitativo y solidario. Esa diferencia fundamental y su consecuente protagonismo contrahegemónico en el plano político, social y económico le valió al cooperativismo de crédito el ataque de las dictaduras militares de 1966 y 1976. Con defensa, repliegue y reconstrucción colectiva, el sector de las cajas logró encontrar, hacia finales de la década del 70, una salida consensuada frente a la ofensiva dictatorial. Las cajas de crédito optaron por transformarse en bancos cooperativos. De ellas, 41 cajas lo hicieron en forma individual y más de 200 lo hicieron fusionándose con otras, dando origen a 77 nuevos bancos cooperativos. La caja 27 de Febrero fue una de estas últimas: se unió a otras entidades para dar origen al banco Udecoop. Años después, pasó a formar parte del Banco Credicoop. En Rosario, en la misma esquina donde nació la Cooperativa de Crédito 27 de Febrero, hoy se levanta una sucursal con el mismo nombre de aquélla entidad de origen. Su historia lleva el legado de aquellos dirigentes que, hace más de medio siglo, sembraron en la barriada los ideales de una economía diferente, humana y solidaria.

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