Cooperativismo | COOPERATIVA EL TALA

Construcción sustentable

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Nota y fotos: Bibiana Fulchieri

En Villa Amancay, Córdoba, un grupo de jóvenes lleva construidas 18 viviendas bajo los principios de la bioarquitectura. Apoyo del IMFC y el Banco Credicoop.

Sobre una parcela serrana en la comuna de Villa Amancay, Valle de Calamuchita, provincia de Córdoba, está la tienda de alimentos deshidratados naturales Tentate, también, espacio vivencial y taller protegido. Todo dentro de una vivienda erigida según los lineamientos de la biocontrucción; técnicas que remiten a la ancestralidad, pero figuran entre los nuevos paradigmas de la arquitectura sustentable.
«Nos pareció interesante reunirnos en esta casa para conversar sobre el desarrollo de nuestra cooperativa, conociendo y sintiendo qué es estar en una vivienda con estas características», dice a modo de saludo Facundo Rodríguez, encargado general de obra y presidente de la Cooperativa de Trabajo El Tala, quien junto a Soledad Marel, asociada, y a Lucho Bonino, tesorero, recibió a Marta Gaitán, representante de la filial Córdoba del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, para dar a conocer su territorio de trabajo. También, para afianzar el vínculo institucional que iniciaron como asociados del Banco Credicoop filial Almafuerte.
«Podemos decir que somos una cooperativa de amigos constructores, que nos fuimos reuniendo y conformando en equipo de trabajo a partir de un sueño en común», cuenta Facundo Rodríguez. En Nueva Zelanda, conoció las casas autosuficientes realizadas bajo el concepto constructivo de la permacultura y además las viviendas de caña, en la India, y las de bambú, en el Sudeste Asiático. «Todo esto me fue llevando a entender estos ejemplos vivos que la tierra brinda en diversos lugares y también a sentir la necesidad de aprovechar la luz solar, implementar tratamiento de aguas, ventilación natural, bajar consumos energéticos, utilizar técnicas para reducir la huella de carbono y mitigar el cambio climático», detalló. Sumándose a este testimonio, Soledad, su compañera, agregó: «Siempre viajábamos e íbamos asociándonos en el camino con comunidades donde vivíamos de trueque por trabajo; pero cuando nació nuestro hijo tuvimos que buscar un terreno para asentarnos y nos gustó Amancay». Como ellos, encontraron en el valle serrano a varias personas que habían dejado Buenos Aires u otras ciudades. «Nos reunimos entre cuatro familias y fuimos construyendo nuestras viviendas con un sistema de minga, es decir, colaborando solidariamente entre nosotros. Así nació este núcleo fundacional cooperativo entre bioconstructores, con un vínculo laboral donde proyectarnos, con pertenencia y organizados de manera diferente al sistema tradicional, tan injusto, de las obras en construcción».

Consolidación y proyectos
El trabajo en minga que hizo este grupo de jóvenes familias se convirtió en un atractivo comunitario; muchos lugareños o «recién venidos» mostraron un interés genuino en estas técnicas ecológicas. Así lo expresó Lucho Bonino: «Se nos acercó gente de la zona a mirar con entusiasmo nuestros trabajos y recordé cuando descubrí la permacultura, siendo voluntario en una granja de Nepal. Ahí supe que mi casa iba a ser de barro y, aunque la hicimos en pandemia, fue con minga».
Al terminarla ya estaba consolidado el grupo constructor, y el espíritu era cooperativo. En 2022 obtuvieron su matrícula e inmediatamente los empezaron a llamar para proponerles trabajos. «Ya podemos decir que concluimos 18 viviendas», afirma. 
La técnica combina elementos tradicionales con elementos de la naturaleza. Sobre cimientos de hormigón –porque así lo estipula el Colegio de Arquitectos–, se arma la estructura de la casa con bastidores de madera. Después, se rellena con barro y mezclas de paja y guano; se hacen revoques de pastas naturales y techos vivos. «El cemento y el hierro los reducimos al mínimo, calculamos que solo usamos un 30%», detallan los integrantes de El Tala.

Hoy, la cooperativa tiene nueve asociados y asociadas y desarrolla la bioconstrucción de viviendas familiares en distintos lugares del Valle de Calamuchita, como Santa Mónica, Yacanto, El Durazno, Pinar de los Ríos, Umepay y Cerro Pelado. «Estamos en una etapa de mucha consolidación del equipo y nos organizamos según los trabajos que afrontamos, con una dinámica basada en la confianza, los recursos y las personas», enfatizó Rodríguez. 
La nueva etapa de gobierno iniciada por Javier Milei influyó negativamente en el accionar de esta cooperativa explicó su tesorero: «Fue casi inmediato el impacto que sentimos; en el mismo diciembre suspendieron dos casas que ya empezábamos, y de cuatro presupuestos, solo aceptaron uno. Tenemos un enero frenado y clientes diciendo que necesitan vivienda, pero temen perder sus trabajos y no tienen ánimo, solo incertidumbre», afirmó Bonino.
El replanteo del escenario político, económico y social orientó a la cooperativa a retomar proyectos pendientes, como realizar experiencias educativas sobre bioconstrucción a través del sistema de Universidades Populares de la Universidad Nacional de Córdoba. También, evaluar nuevos diseños de viviendas modulares ecológicas y la creación de un biocorralón donde comercializar materiales compatibles con las técnicas de permacultura. 
«El Tala recibió el premio institucional de la filial Almafuerte del Banco Credicoop por el trabajo que desarrollan con impacto ambiental positivo», contó Marta Gaitán, quien también hizo referencia a que se está informando a la entidad sobre microcréditos y asistencia financiera para que puedan comprar insumos. «Acompañaremos el trayecto de esta cooperativa porque creemos en este sistema de bioconstrucción, que regula los precios y disminuye costos para el acceso a la vivienda, un derecho cada vez más inaccesible para las nuevas familias», concluyó la dirigente.

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