Cooperativismo | CENTRO ANA FRANK

Del horror a la esperanza

Tiempo de lectura: ...
Mariana Aquino

Un museo y una sala de teatro constituyen el espacio para la reflexión y la memoria sobre el Holocausto. Vínculos con el Banco Credicoop.

Superí 2647. En el barrio de Coghlan, un imponente mural recibe a los visitantes.

Foto: gentileza Fundación Ana Frank

«Que me dejen ser yo misma». Esta frase, presente en el Diario de Ana Frank, funciona como inspiración del trabajo que se realiza, desde hace ya 15 años, en el Centro Ana Frank Argentina, única institución en la región que posee un museo y una sala de teatro en memoria de la joven víctima del régimen nazi durante la segunda guerra mundial.

Ubicado en Superí 2647, -Ciudad de Buenos Aires, el museo es el único en América Latina que cuenta con una réplica del diario y una recreación escenográfica del escondite donde Ana Frank estuvo oculta junto a otras siete personas durante más de dos años, escapando del exterminio. El recorrido incluye una línea de tiempo fotográfica, textos del diario y objetos originales. La recorrida termina en el jardín de la casa, frente a un retoño del castaño original al que Ana le escribió durante esos años. Todas las actividades del Centro tienen su formato itinerante, con el fin de llevarlas a diversos puntos del país. También puede conocerse más sobre su programación en centroanafrank.com.ar 

Fomentar programas y proyectos que promueven los derechos humanos desde una visión positiva es el objetivo que tienen desde el centro. Lo llaman «pedagogía de la esperanza» porque de eso se trata: «Este no es un modelo tradicional. La dictadura y el Holocausto –generalmente– quedan atravesados por el horror. Acá, sin embargo, trabajamos con las experiencias positivas, las que supieron ver el horror desde la esperanza, como lo hizo Ana Frank. Este es el legado de una adolescente, con una mirada esperanzadora», explica Héctor Shalom, director del lugar.

Trabajan con guías voluntarios: a partir de los 15 años, adolescentes interesados en la vida y obra de la joven pueden asistir a las jornadas de capacitación que se abren cada año y posteriormente participar como guías del museo. «Es un museo coordinado y realizado por jóvenes, todo aquel que lo visite será recibido por jóvenes guías y voluntarios. Todas las actividades tienen a los adolescentes como protagonistas», asegura Shalom. El museo es un espacio para explicar el contexto histórico del Holocausto, reflexionar sobre los mecanismos del nazismo (que también se relacionan con la última dictadura argentina) y buscar recursos para contrarrestar los efectos de la violencia en las sociedades actuales. 

«Acá la voz de los jóvenes está presente, acá sus voces se hacen valer; es un espacio para jóvenes coordinado por jóvenes», refuerza Shalom.

Educar y difundir. El centro ofrece un amplio abanico de actividades, centradas en las infancias y juventudes.

Foto: gentileza Fundación Ana Frank

 «Al odio hay que desarmarlo»
Como parte de un fenómeno global, en Argentina la violencia discursiva gana terreno. En ese marco, el Centro Ana Frank se puso al frente de una campaña para concientizar y desarmar los discursos de odio. Desde hace varios años, cuentan con una diplomatura para abordar el tema, lanzaron una serie de 12 videos breves que problematizan frases habituales sobre antisemitismo e islamofobia y por estos días están recibiendo en su sede a mujeres palestinas e israelíes que trabajan juntas por la Paz. Además, ya están organizando una nueva edición del Congreso de Jóvenes para Jóvenes, que se realizará en noviembre.

«En este lugar tratamos de generar experiencias que contrarrestan los discursos de odio, que son conductores de las mayores fracturas sociales. Todo genocidio empieza con un discurso de odio, donde se demoniza a un otro, para después exterminarlo», precisa Shalom. «No somos un espacio de historia. Aquí aprendimos del pasado y queremos alertar sobre la dimensión del daño que pueden generar los discursos de odio».

El Centro Ana Frank tiene un rol activo ante el contexto nacional e internacional: «El debilitamiento del sistema democrático, el descreimiento de las gestiones políticas democráticas y el crecimiento de las derechas negacionistas nos preocupan y nos ocupan».

En ese camino, cuentan con el apoyo de diversas entidades, entre ellas el Banco Credicoop y el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. De hecho, el Primer Congreso Internacional de Jóvenes para Jóvenes se realizó en el Centro Cultural de Cooperación (CCC) el año pasado y este año volverán. Además, el CCC recibió un premio Ana Frank en 2025, en reconocimiento a su labor.

Quién fue Ana Frank
A los 13 años, Ana Frank recibió como regalo de cumpleaños un diario personal. Allí registró, durante más de dos años, todo lo que vivió mientras estaba en la casa improvisada al fondo de la fábrica familiar, en el refugio que encontraron para escapar del exterminio nazi. Ana finalmente fue trasladada al el campo de concentración Bergen Belsen, donde murió en febrero de 1945, unos meses antes de que finalizara la guerra. Pero su legado es infinito: su diario fue traducido a 70 idiomas, es uno de los libros más leídos del mundo y una pieza de la literatura fundamental para entender la guerra y la persecución del pueblo judío. 

Shalom asegura que el motor del Centro Ana Frank es la idea de dignidad de las víctimas y del valor de los protectores de las víctimas: «Nuestra pedagogía está orientada en que la víctima no se quede en ese lugar de víctima y que los observadores pasivos se conviertan en protectores. El pasado se vincula con el presente».

«Que me dejen ser yo misma». El deseo de Ana Frank viaja en el tiempo desde su cuarto de la casa en la calle Prinsengracht en Ámsterdam y se expande como un deseo y un derecho de verdadera libertad. Dejarnos ser, dejar ser al otro. Vivir en paz.

Estás leyendo:

Cooperativismo CENTRO ANA FRANK

Del horror a la esperanza

Dejar un comentario

Tenés que estar identificado para dejar un comentario.