Cooperativismo

Identidad en construcción

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Desde su nacimiento, la institución comenzó a fortalecer una visión propia dentro del movimiento solidario, consustanciada con los principios heredados de los pioneros de Rochdale.


Rosario, 1958. El Congreso de las Cooperativas fue el origen de la entidad de segundo grado.

 

La fundación, en 1958, del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos produjo una profunda transformación en el cooperativismo de crédito argentino, la que redundó en los años siguientes en su acelerado crecimiento. El éxito de la propuesta fue posible porque permitió cubrir las necesidades insatisfechas de servicios financieros de las pequeñas y medianas empresas, al poner en marcha una dinámica social que produjo una notable expansión de las instituciones cooperativas, en un proceso que excedió las expectativas originales de sus promotores. Esto fue así porque pudo articular:
–La organización de un eficiente sistema de servicios financieros que le permitió promover e integrar la operatoria de las cooperativas de base.
–El desarrollo de una concepción del cooperativismo que se percibe como un movimiento económico-social que debe actuar como herramienta para la transformación del país.
–La creación de un sujeto social que, al asumir su identidad cooperativa como una forma de compromiso socio-político, se encargó de gestionar y administrar colectivamente las entidades preservando la unidad de criterio al construir un sentido de pertenencia que incluyó a gran parte de los asociados de las mismas.
Esa identidad se fue construyendo con el correr del tiempo a partir de los elementos que ya estaban presentes en el grupo fundacional, la reelaboración de los mismos y la incorporación de otros no previstos inicialmente durante el período de crecimiento que se cerró en 1966 por acción de la dictadura militar, y los valores propios de una cultura de lucha construida en el proceso de resistencia contra las limitaciones que el Estado fue imponiéndole al cooperativismo de crédito.
La concepción del cooperativismo, que comenzó a erigirse durante el proceso de discusión previo al Congreso Nacional de Cooperativas (realizado en Rosario, en 1958), fue desplegándose y enriqueciéndose –en un proceso colectivo y democrático– en la medida en que el IMFC y sus cooperativas asociadas se fueron desarrollando.  
Así, en la reunión del Consejo de Administración realizada en abril de 1960 se entabló un rico intercambio de opiniones a partir de la invitación a participar del Congreso en Defensa de la Economía Nacional, el que dejó definitivamente sentada la posición del Instituto al respecto. Frente a una posición minoritaria que planteaba no participar, pues se debía «trabajar con el Instituto y solo con el Instituto, para no dividir a la familia cooperativa», predominó la idea de que «en ningún momento el Instituto, que es una organización que nació bajo el amparo del cooperativismo, puede estar ausente allí donde se realicen asambleas o reuniones populares en defensa de la soberanía y los intereses generales del país. Debemos ligarnos con todos los sectores populares para hacer conocer nuestros principios democráticos dentro del cooperativismo, tal como quedó resuelto en la asamblea constitutiva».

 

Compromiso con el país
En 1963, bajo el título «No podemos vivir ajenos a la realidad del país», la Memoria del IMFC hacía un detallado análisis de la situación económica,  porque «atendiendo al séptimo principio rochdaleano de fomento de la educación» se debía promover «la capacitación de los cooperadores en cuanto a las causas que a nuestro juicio inciden en las dificultades económico-financieras (…) y a las definiciones que contribuyan a superarlas, reabriendo el interrumpido progreso de nuestra Nación (…) Es evidente que el ponderable conjunto social vinculado directa o indirectamente al cooperativismo nacional, constituido por genuinos representantes de la producción y el trabajo del país, no puede hacer abstracción de la realidad, en cuanto sujeto activo y pasivo de la misma. Por el contrario debe tomar conocimiento profundo de la misma desempeñando un papel activo en la promoción de las soluciones en interés de la defensa y desarrollo de la economía nacional que es, en esencia, el interés individual trasladado con profundo sentido de patria al ámbito colectivo (…) En ese orden de ideas, el IMFC considera que su propia función de bien público le impone, con el respaldo de las cooperativas asociadas, la tarea trascendente de participar junto a todos los organismos representativos del quehacer nacional, interesados en las soluciones progresistas, en la propuesta y ejecución de las medidas tendientes a las ansiadas soluciones».

 

Neutralidad e independencia
Y metiéndose de lleno en el debate internacional respecto a los conceptos de «neutralidad» e «independencia» que llevó a la ACI a reformular los principios cooperativos en 1967, afirmaba que «somos profundamente respetuosos de las doctrinas y prácticas de los pioneros del cooperativismo internacional y nacional. Interpretamos, además, que la historia no permanece inmutable y que, si hasta ayer pudo admitirse que esta noble actividad restringiera sus inquietudes y afanes a los marcos de su función en forma muy pronunciada, las circunstancias de hoy determinan la necesidad de un avance en esta concepción (…) el cooperativismo de hoy a la par de su función productiva concreta debe tomar posiciones en la defensa de los intereses de los productores nacionales –urbanos y rurales– frente a la siempre perniciosa acción de los trusts y monopolios y muy particularmente, en nuestro caso del cooperativismo de crédito, frente a la acción de los consorcios financieros».
El grado de desarrollo alcanzado en 1966 por el Instituto y la diversidad de frentes que habían abierto las luchas desplegadas en defensa del cooperativismo de crédito, en la que contó con la solidaridad del resto del movimiento cooperativo argentino y el apoyo internacional, hizo necesario que se fijaran con más precisión sus objetivos. Por eso, los trazados en forma de recomendaciones en el Congreso de 1958 fueron confirmados y complementados por una Declaración de Principios, cuyos postulados fundamentales afirmaban la vigencia de la democracia y mantenimiento de la paz, defensa de los intereses de la comunidad y unidad integral del movimiento cooperativo y reafirmación de los principios rochdaleanos».

Fotos: Archivo Acción

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