4 de diciembre de 2025
La asociación civil de Luján es una muestra de cómo la formación, el trabajo y la organización solidaria generan impacto real en la comunidad. Apoyo del Banco Credicoop.

Capacitación. Alumnas del taller de perfeccionamiento textil de De la Nada recibiendo la visita de la empresa Manos Andinas.
Para entender la historia de De la nada, hay que viajar, imaginariamente, a Bangladesh, a los años en los que el economista Muhammad Yunus demostró algo que desafió la lógica financiera tradicional: que una persona sin respaldo económico puede devolver un préstamo si quien presta confía en ella, la acompaña y le brinda condiciones justas. Así nació el microcrédito, un sistema pensado no para generar deuda sino para fomentar capacidades productivas. Esa idea, que transformó pueblos al otro lado del mundo, fue la semilla que llegó a las manos de dos mujeres en Buenos Aires. El resto podría contarse como un cuento.
«Había una vez en un lejano país…». Así empieza la historia de esta asociación civil que, desde hace más de 25 años, acompaña a personas que parten «de la nada» en la localidad bonaerense de Luján.
En diciembre de 1998, a partir de una nota periodística sobre Yunus, sus fundadoras se empaparon de esa filosofía. En febrero de 1999, publicaron un aviso en el diario buscando personas con quien trabajar y adquirieron los manuales del Grameen (que llegaron después de más de un año, llenos de polvo y en papel áspero). Esa «cita a ciegas» en un bar de Buenos Aires se transformó en el compromiso fundacional de la organización. Meses más tarde, comenzaron a funcionar con un capital propio, apoyándose en referentes locales y metodologías inspiradas en Naciones Unidas para operar cerca del territorio. En 2004 formalizaron su nombre como Asociación Civil De la Nada.
Según Luciana Malvazo, una de las directoras ejecutivas junto con su hermana Celina, «la asociación fue impulsada por Elvira Zini y María Trajtenberg, quien falleció en mayo pasado a los 90 años. Cuando se conocieron, descubrieron que vivían a pocas cuadras y esa afinidad inicial fue lo que generó el espíritu que después se transmitió al resto y poco tiempo después se sumaron otras personas interesadas en desarrollar proyectos sociales a partir del microcrédito como herramienta de inclusión».
El primer grupo de trabajo nació en 2000 y hoy la asociación sigue vigente, consolidando un modelo que combina formación, trabajo y emprendimientos sociales.
«Sabemos que la pobreza es multidimensional y aunque nos enfocamos en educación y trabajo, si una persona atraviesa situaciones que le impiden seguir, como por ejemplo, violencia de género o problemas de salud, articulamos con otras organizaciones. Participamos de mesas locales, derivamos a centros de salud y trabajamos en red para brindar un acompañamiento integral», explica Luciana Malazo.

Salir adelante. Capacitaciones en gastronomía, otra de las actividades de la escuela de oficios de la asociación.
Organización y equipo
Hoy, el Comité Ejecutivo está formado por profesionales de distintas disciplinas, plenamente alineados con las ideas fundadoras. Al equipo se suman cada año voluntarios que participan activamente, brindando talleres para emprendedores, asesoramiento personalizado, clases en la Escuela de Oficios y acompañando la profesionalización de los emprendimientos sociales: «Sin ellos muchas de nuestras actividades no serían posibles», añade.
De la nada trabaja sobre tres ejes de acción. La Escuela de Oficios, con capacitaciones en gastronomía y textil combinando práctica del oficio con habilidades transversales como elaboración de currículum, comunicación y trabajo en equipo. «Buscamos que puedan insertarse en una empresa o iniciar un emprendimiento con herramientas reales», dice Luciana. En segundo lugar, un programa de Apoyo Integral para Emprender, que surgió a partir de la experiencia inicial con el microcrédito, que siempre fue entendida como una herramienta social y no financiera. «Hoy no otorgamos microcréditos, pero brindamos acompañamiento a personas que quieren desarrollar un emprendimiento de cualquier rubro y ofrecemos cursos de gestión, talleres de marketing, ventas, autogestión y contamos con voluntarios profesionales que suman sus conocimientos» detalla la directora.
El tercer eje son los emprendimientos sociales, que enseñan a través de la práctica y generan ingresos sostenibles. «Si promovemos que otros generen ingresos, también tenemos que hacerlo como organización. Los estudiantes y egresados reciben un ingreso por cada servicio y adquieren experiencia real de trabajo. Apuntamos a que nos elijan no solo por solidaridad, sino por la calidad de los productos y servicios», añade Malvazo.
Sostenibilidad
Los ingresos principales de la organización provienen de los emprendimientos sociales, complementados con proyectos de empresas, donantes individuales y, en algunos casos, subsidios o premios institucionales. «Nuestra prioridad es fortalecer los emprendimientos sociales y que las empresas nos consideren proveedores sustentables», afirma Malvazo, quien resalta que además, mantienen un vínculo estrecho con la filial local del Banco Credicoop.
«Somos asociadas del Banco y desde el primer día nos acompañaron. A través de la Comisión de Asociados recibimos financiamiento para equipamiento, hicimos capacitaciones con la Fundación en el marco del crédito fiscal, contratan nuestros servicios de catering y algunos colaboradores participan como voluntarios en capacitaciones o como jurados en cierres de cursos. Incluso cuando algún emprendedor necesita financiamiento, los derivamos al Banco, con el que mantenemos un vínculo muy cercano», resume Luciana Malvazo.
Cada año, más de 600 personas participan de las actividades de De la Nada entre capacitaciones, talleres y emprendimientos sociales. «El impacto se multiplica porque cada participante representa también a una familia», dice la directora y señala que, a pesar de la coyuntura, la organización mantiene su foco: «Este año fue especialmente desafiante, pero en 25 años atravesamos muchas crisis y siempre seguimos adelante, buscando adaptarnos sin perder el foco».
Acompañar para crecer
De la Nada no es una cooperativa sino una asociación civil. Pero muchas de sus prácticas remiten al espíritu del cooperativismo: producción colectiva, propósito social y organización participativa. «Nuestro enfoque no es asistencialista porque no se trata solo de dar, sino de acompañar para que cada persona pueda construir un proyecto de vida sostenible», sintetiza Malvazo y concluye que «la cercanía con nuestros emprendedores nos permite mejorar nuestras herramientas para que sus progresos sean sostenibles en el tiempo».
En un momento en que el cooperativismo recobra fuerza internacional –2025 fue declarado Año Internacional de las Cooperativas por la ONU–, la experiencia de De la Nada demuestra que es posible generar impacto real, sostenible y escalable, incluso cuando se parte «desde la nada».
