27 de marzo de 2023
Con la presencia protagónica de la dirigente brasileña Manuela D’Avila, entre otros y otras referentes nacionales e internacionales, el CCC y CLACSO organizaron un trascendente encuentro.
CCC. «La posibilidad de hacer reformas profundas es que tengamos más movilización popular», dijo D’Avila, flanqueada por Junio y Batthyany.
Foto: Jorge Aloy
Hasta que no se sienta en un sillón con su nombre y empieza a hablar en un español aprendido a 1.300 kilómetros del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, Manuela D’Avila bien podía haber pasado como una porteña más que recorría la avenida Corrientes hechizada por las vidrieras de sus librerías. De jean, sandalias chatitas y camisa domina la escena una dirigenta que se asume marxista sin complejos, la diputada que sumó más votos en su país en 2006 y 2010 y la que asumió la candidatura a vicepresidente del Partido de los Trabajadores en 2018 en Brasil mientras Lula estaba preso y el sistema político verde amarillo entraba en colapso.
Es uno de los platos fuertes que el CCC y CLACSO ofrecen en las jornadas «40, 50, 50; Memoria, Derechos Humanos y Democracia». Juan Carlos Junio, presidente de la entidad sede, considera a la democracia «no como una concesión gratuita sino como triunfo de las luchas populares y, en cualquiera de las variantes de ese sistema, es a los pueblos a quienes les interesa defenderla pues allí es donde se pueden desplegar acciones e ideas en defensa de sus conquistas e intereses». Por su parte, Karina Batthyany, directora de CLACSO, propone hablar de «democracias reales, completas, efectivas, como camino para luchar contra las desigualdades sociales».
D’Avila tiene título para su charla. «Discurso de odio y la nueva amenaza a la democracia». Pero primero diagrama un contexto y explica que la región se encuentra frente a «nuevas formas de viejas violaciones a los derechos humanos. Tenemos que poner una mirada sobre los impactos de la nueva tecnología. Vivimos una época en donde Facebook si fuera un país sería más relevante que China. Google es dos veces mayor que la principal empresa de propaganda del mundo, Disney. Y tiene un cuarto de todo el recurso publicitario del mundo. En Estados Unidos, Amazon tiene la mitad del mercado. No de un mercado, de todo el mercado, de cualquier cosa que ustedes imaginen. La gente no tiene conciencia de esto, ni siquiera de las violaciones de sus derechos ni del inmenso sistema de vigilancia en el que vivimos».
El odio como bandera
La exdiputada mira de reojo el reloj, cerca de allí en un rato empezará a hablar Cristina Fernández en el Foro Internacional de Derechos Humanos y Manuela reconoce con buen humor que no puede ni quiere disputar audiencias. Retoma el énfasis en sus palabras para recalcar que «no podemos pensar hoy los derechos humanos sin pensar la reglamentación de las redes sociales. Las empresas de Big Data ganan dinero con el odio, con las amenazas. Amenazas a militantes de derechos humanos y a la democracia. El día que ganaron más dinero en Brasil fue el 8 de enero (intento de golpe contra el presidente Lula, toma del Congreso, la casa de Gobierno y la Corte Suprema). ¿Por qué todavía no bajaron las imágenes del ataque de sus plataformas? Nosotros no tenemos este tema en nuestro horizonte, pero ellos sí. Es lo que manejan. El odio a las mujeres, a las personas negras, a los indígenas. Manejan el odio como instrumento de negocio».
D’Avila pone arriba de la mesa otra cuestión de época: el patriarcado. Y relaciona esa violencia con lo ocurrido en su país. Describe que «en Brasil vivimos una derecha que ha ocupado espacios de poder después del golpe, han manejado el golpe con el lawfare contra Lula, lo habían hecho antes con el golpe parlamentario a Dilma (Rousseff), pero han logrado legitimarlo socialmente a partir del odio a la mujer. ¿Hubo golpe parlamentario? Sí. ¿Hubo lawfare para instalar un proyecto antinacional, antipopular? Sí. ¿Pero de dónde sacaron legitimidad? Del odio a la mujer».
En boca de la dirigenta, ciertos episodios suenan (pero no son) inverosímiles. Narra que «en Brasil todavía el 50% de la gente cree que estamos bajo una amenaza comunista. Y si se pregunta entre los evangélicos, trepa al 70%. La defensa de (Jair) Bolsonaro tiene que ver con “el baño unisex”. En mi casa siempre hubo “baño unisex” (ríe). Pero parece que fuera un escándalo. Lo mismo con la cuestión de género. Creen que queremos transformar a las mujeres en hombres. Lo que para nosotros parece ridículo, para ellos parece brutal».
Brutalidad, violencia, odio, sinrazón. Los sinónimos duelen. Para D’Avila, «no tenemos un sistema de protección que reconozca a los ataques en el mundo virtual como parte de las violaciones a los derechos humanos. Yo tuve que sacar a mi hija de la escuela por amenazas de muerte que no pasaron en la calle, pasaron en las redes. No estamos reconociendo que existen ambientes que potencializan un negocio concentrado, trasnacional. No reconocemos cómo eso se vuelve contra nosotros en una población de hombres y mujeres desempleados por la crisis profunda que el capitalismo vive».
La invitada resalta una paradoja: quienes crearon la crisis se ofrecen para solucionarla. Pero dice contar con un mapa para escapar de la encerrona. Y sostiene firmemente que «la salida es más popular que nunca. Y con un frente cada vez más amplio. Tengo un chiste que en Argentina van a entender. Me gusta decir que en Brasil hicimos un frente tan amplio que hasta entró Xuxa (muchas risas). Y las paquitas (más risas todavía). Esa es la amplitud que tenemos nosotros. Y aún así casi perdemos. Estamos en momentos muy complejos, mucho más que hace veinte años. En todas las dimensiones, sobre todo en la económica. Esto nos exigen una respuesta social y popular más grande».
D’Avila concluye: «Ustedes enseñaron mucho a la región. Nos enseñaron cómo enfrentar a la dictadura, cómo abordar los derechos humanos y también a estar en la calle. Los Gobiernos no pueden ser instrumentos para sacar a la gente de la calle. Ustedes, mujeres argentinas, estuvieron en la calle. Fueron derrotadas y volvieron a la calle y triunfaron. Es realmente impactante y duro lo que estamos viviendo. Y lo que vamos a vivir… La posibilidad de hacer reformas profundas es que tengamos más movilización popular. Y con Gobiernos que escuchen a esa gente en la calle».