7 de octubre de 2025
La Cocina marcó un antes y un después en La Carlota, con una mirada diferente sobre la comercialización de alimentos. Soberanía y trabajo asociativo.

Crecer cooperando. Blanco, Green, Toscano, Cavallera, Mirad y Tissera en el local de la entidad.
En la vereda de una casona en ochava, desde un pizarrón escrito con tiza se invita a comer guiso para ser feliz. Allí, sobre esa esquina de la ciudad de La Carlota –sudeste de la provincia de Córdoba– está La Cocina, cooperativa de trabajo. Nació como emprendimiento familiar y fue proveedor de viandas en la pandemia de covid-19. Ahora abrió sus puertas al público –como cooperativa formalizada– con una amplia oferta gastronómica, cumpliendo el sueño de sostener el proyecto social de trabajo colectivo de sus integrantes.
En las flamantes instalaciones tuvo lugar un encuentro entre Pablo Tissera, jefe de la filial Córdoba del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, y algunos de los integrantes de esta empresa cooperativa: Herminia Blanco, presidenta; Gabriel Mirad, Vicky Green, Guillermina Toscano y Julieta Cavallera, asociados. «Damos la bienvenida mostrando nuestro local», así reciben Gabriel Mirad junto a su mujer Herminia, ambos gestores de esta cooperativa. Y señalan que es un salto grande el que hicieron en cuanto a espacio de atención al público y también al instalar la cocina, mesada, hornos, heladeras «y presentamos algo muy novedoso en esta ciudad que son las loncheras con bandejas térmicas con comidas para llevar».
Todo comenzó en 2020 en un garaje con la elaboración algo que no había en la ciudad: hamburguesas vegetarianas frizadas. «Cuando sucede lo de la pandemia vimos incrementar nuestras ventas y también tomamos la responsabilidad de identificar los domicilios de las personas más vulnerables y les hacíamos viandas que dejábamos de puerta a puerta». La demanda de los clientes por más y diferentes productos les hizo adelantar los planes de convertirse en cooperativa. «Ya veníamos capacitándonos como grupo precooperativo con el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (Inaes) pedimos en pandemia hacer los trámites en sistema simplificado y sumamos seis asociados, lo que nos hizo plantear otra escala de venta y producción». Participar de experiencias organizadas por el municipio y organizaciones locales también fue fundamental: huertas comunitarias, ferias populares, cursos de capacitación en soberanía alimentaria, cooperativas y mutuales los vincularon a otros trabajadores y actores de la economía social.
Etapa de consolidación
«El primer local que pudimos alquilar fue en 2022, estaba frente a nuestra plaza central y tuvimos que mostrar la matrícula para lograr que el contrato estuviera a nombre de la cooperativa», explica Herminia, dando detalles del crecimiento que experimentaron en este sitio que tenía mayor visibilidad. «Aquí llegamos a entregar 50 unidades de comida en viandas diarias, hacíamos servicios para eventos y empezamos a vender comida por kilo».
Comenzó una etapa de consolidación y crecimiento. «Cuando ese local empezó a ser insuficiente logramos alquilar esta esquina que hoy es fábrica, despacho de comidas y depósito, que nos permite ahorrar haciendo acopio de compras en mayoristas». Desde este espacio sumaron producción haciendo contratos para entregas fijas de viandas a fábricas, trabajadores rurales, empresas y obreros viales. El servicio de atención al cliente contempla también horarios nocturnos y refuerzo comunicacional a partir de las redes online.
Green, asociada, relata: «Soy psicóloga con especialidad organizacional; me invitaron a unirme a esta cooperativa y acepté enseguida porque necesitaba un ámbito donde pudiera dialogar, crear y crecer en mi comunidad de trabajo», afirma y agrega: «Me ocupo del manejo de las redes sociales; armar buenas “promos” para activar ofertas para los fines de semana y de los vínculos comunicacionales internos y externos, indispensables para prosperar», dice Green.

Delicias locales. Hermina Blanco, presidenta de La Cocina, exhibe parte de la producción.
Ampliar el servicio
La incorporación de jóvenes asociadas con iniciación en el trabajo gastronómico redundó en ofertas que ampliaron el servicio de menú diario. «Aprendí en talleres de cocina y encontré mi vocación. Ahora mi especialidad en la cooperativa es la panificación», dice Toscano. Por su parte, Cavallera afirma: «Soy mamá y necesitaba trabajar en casa para cuidar a mi hijo y armé un pequeño emprendimiento para elaborar masas finas para eventos, pero me sumé a la cooperativa haciendo budines porque me encantó trabajar asociada».
Proyectar a futuro es un ejercicio cotidiano –individual y colectivamente– entre los integrantes de La Cocina. Agregaron recientemente productos como jamón crudo, bondiola y yogur natural. También se encuentran indagando en la fabricación de cerveza artesanal, mermeladas, dulces y miel: «El contexto político y económico no acompaña, tenemos inflación encubierta y debemos absorber los aumentos por tarifas y por el gas envasado», explica Mirad, quien reflexiona sobre esto apostando a seguir colectivamente. «Tenemos proyectos educativos vinculados a una escuela de cocina y soberanía alimentaria; capacitaciones en talleres diversos y armado de un gran almacén haciendo intercambios con lo producido por otras cooperativas, de modo que la respuesta a todo lo que necesitamos para nutrirnos, no sea resuelta solo en los hipermercados».
Al finalizar la visita, Tissera expresó: «Desde el movimiento cooperativo de crédito venimos articulando con cooperativas de todos los rubros de la provincia, tanto en lo comercial y financiero como en lo institucional, como parte del sexto principio: cooperación entre cooperativas. En el caso de esta cooperativa –asociada al Banco Credicoop filial Río Cuarto–, fue beneficiada con un premio institucional, que destinaron a fortalecer el equipamiento gastronómico de este emprendimiento solidario».