10 de enero de 2025
En su 50° aniversario, la entidad del Gran Buenos Aires repasa sus logros y se proyecta a futuro. Historia de esfuerzo y militancia solidaria.
Codo a codo. Julio Posse, Horacio Lousteau, Elena Mario, Adolfo Gómez, Mónica Fernández y Paula Jmelnitzky.
Foto: Facundo Nívolo
En Morón Sur, sobre la calle Ruy Díaz, luce orondo un barrio construido por la Cooperativa Popular de Vivienda. Atravesar la puerta de rejas es encontrarse con árboles, una cancha de fútbol pronta a ser convertida en un espacio de recreación para las infancias, y verde, mucho verde, entre el que se erigen 121 viviendas de dos, tres, cuatro y cinco ambientes.
La visita transcurre junto al presidente de la cooperativa, Horacio Lousteau; la vicepresidenta Elena Mario; Adolfo Gómez, secretario; Paula Jmelnitzky, prosecretaria; Mónica Fernández, concejal vecinal y Julio Posse, hoy uno de los tantos asociados, pero que conoce al detalle la historia de la cooperativa: exhibe orgulloso una extensa infografía con los hitos de la entidad, que muestra a modo de presentación. Un grupo de trabajo que se destaca por su perseverancia, esfuerzo y creatividad puesta al servicio de erigir los módulos habitacionales pero también de construir comunidad y pertenencia.
Después de haber recorrido el predio de 15.600 metros cuadrados y ver cómo están los cimientos para la construcción de un salón de usos múltiples, Adolfo Gómez cuenta: «Esto empezó en la Caja de Crédito de Morón. Apoyados en su experiencia y con el apoyo que nos dio el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, se fundó está cooperativa. En el año 1974, a través de un plan de vivienda del entonces ministro José Ber Gelbard, presentamos un proyecto que fue seleccionado, pero con el golpe militar no solo se cayó, sino que trataron de disolver las cooperativas e incluso algunos compañeros tuvieron que irse del país».
Los 180 asociados de ese momento, con el terreno ya adquirido, decidieron seguir adelante, pero ya con recursos propios, lo cual significó un proceso de edificación más lento. La creación del Banco Credicoop en el año 1979 les permitió conseguir un crédito que los ayudó a avanzar con el proyecto.
Con 50 años recién cumplidos, la cooperativa «atravesó todos los movimientos y crisis económicas que tuvo el país, y hubo que reconvertir más de una vez el plan original», cuenta Gómez. «Lo importante –agrega Horacio Lousteau– es que todas esas decisiones fueron tomadas en asamblea».
Un paso adelante
Ya en democracia y con la construcción del barrio más avanzada, las autoridades les informaron que no podían seguir perforando y haciendo cámaras sépticas porque las mismas podrían contaminar las napas. Les pidieron que hicieran una planta de tratamiento de líquidos cloacales. «Hubo que repensar todo, porque hacer esa planta significaba una erogación del valor de lo que salía un edificio completo y no lo teníamos previsto, tuvimos que generar los recursos para construirla». Con mucho esfuerzo, lo lograron. «A partir de ese momento pasamos a ser el único barrio de Morón Sur que tuvo cloacas y su propio sistema de provisión de agua. También trajimos gas natural e hicimos el asfalto perimetral del barrio en conjunto con el municipio».
Puro verde. El barrio tiene 121 viviendas repartidas en un predio con árboles y espacios de recreación.
Foto: Facundo Nívolo
Si bien algunas de las viviendas son habitadas por inquilinos, para ser dueño de una propiedad es condición ser asociado de la cooperativa, la cual se sostiene con el pago mensual de las cuotas y las tarifas de agua y cloacas que, al tener su propia planta de tratamiento y ser proveedores, no dependen de ninguna empresa externa.
La pelea más grande fue lograr escriturar las viviendas, tarea que les llevó 35 años y que recién pudieron concretar el pasado 26 de septiembre. El mayor impulso, tanto «para hacer los planos como para la subdivisión y lograr una continuidad en el reclamo fue con la gestión de Lucas Ghi, actual intendente de Morón», resaltan. Las escrituras fueron entregadas, junto a otras cooperativas, en un acto que se realizó en la antigua Mansión Seré, lugar que fue un centro clandestino de detención en la última dictadura y que hoy es un espacio de memoria. «Era una deuda con nosotros mismos y con el resto de los asociados, cumplir la meta de la escritura. Un sueño elaborado durante muchos años. No es lo mismo tener la escritura que no tenerla, si bien no peligraba nuestra vivienda. Termina de cerrar un ciclo», dice la prosecretaria Paula Jmelnitzky.
Horacio Lousteau destaca la perseverancia de las diferentes gestiones de la cooperativa. «Todo fue creatividad y esfuerzo. No había ninguna experiencia en la que el consejo de administración viviera en el barrio, trabajase ad honorem y que los únicos rentados fueran quienes hacen el mantenimiento y la parte administrativa, todo lo demás es militancia cooperativa. Vivir en el barrio genera otro compromiso porque es el lugar donde está nuestra casa, donde se crían nuestros hijos. Acá nos hicimos de amigos, hicimos familia», dice con orgullo.
No es fácil resistir en un país con tantos vaivenes, sin embargo, la Cooperativa Popular de Vivienda Morón lo logró y esto se debe, según cuenta Julio Posse, a que «funcionamos siempre como una cooperativa, pero aparte es el ejercicio democrático que es lo único que te asegura la continuidad».
A pesar de todo lo logrado, entienden que aún hay mucho por hacer y así lo remarca el presidente Lousteau: «Este reconocimiento, en un país gobernado por Milei y en una situación tan despiadada, que todavía tengamos sueños de seguir creciendo, es muy importante». Atraer a la juventud, generar actividades para las infancias y hacer un Centro Cultural para toda la comunidad forma parte de los objetivos futuros de una cooperativa que no deja de proyectar ni de soñar.