Cooperativismo | AUTOGESTIÓN

Panda Rojo, teatro independiente

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Este proyecto cultural en el Abasto, gestionado colectivamente, es espacio de encuentro de diferentes expresiones artísticas. Pronto, será cooperativa.

Fundadores. Diego Arbit y Noelia Guzmán, impulsaron junto a otros artistas la apertura del centro cultural.

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Ubicado en el corazón del Abasto porteño, Panda Rojo es un teatro independiente en vías de cooperativización que recibe a poetas, actores y músicos emergentes. «La impronta viene con las personas y esto es una mezcolanza», asegura la diseñadora y fotógrafa Noelia Guzmán, cofundadora del espacio. Entre los colectivos de poetas que lo frecuentan, lo apodaron «El Panda». Sus fundadores piensan que Panda Rojo, además de ser un teatro independiente y autogestivo, es un espacio familiar para el encuentro entre artistas que están dando sus primeros pasos dentro de su rubro.
«Este lugar tiene que ver con la intimidad», reflexiona Diego Arbit, que además de ser cofundador del espacio, es un poeta con más de 15 años de experiencia en los circuitos de poesía oral. Circuitos donde fue tejiendo redes vinculares que lo llevaron, en 2018, a crear Panda Rojo, junto con Noelia Guzmán, Angus Marenssi y Ale Loiacono, como la continuidad de Espacio Dínamo, un centro cultural que cerró tras siete años de historia.
Para Noelia, uno de los pilares centrales y distintivos de Panda Rojo es su interdisciplinariedad: «Nos gusta pensarlo como un collage. En esas fusiones entre micrófono abierto y experimentación, bandas y teatro, hay momentos de mucha creatividad».

Herramienta de futuro
Aunque Panda Rojo sea un cambalache cultural donde confluyen diversas expresiones artísticas, legalmente funciona como un teatro. En este sentido, Diego destaca el espíritu cooperativista que motoriza al equipo: «Si bien este lugar está habilitado como un teatro independiente y tiene un dueño firmante, Angus, funcionamos como una cooperativa y estamos virando hacia eso. La autogestión es muy precaria y por eso nos interesa tanto la institucionalidad como herramienta de futuro».
En la misma línea, Noelia complementa: «La idea es tratar de que este año logremos tener una figura jurídica representativa del real funcionamiento del lugar, porque las decisiones las tomamos entre los cuatro. Es buscar que la forma de la institución también te represente como trabajador».
Los artistas de Panda piensan hoy en las plataformas digitales y en la necesidad de reinventarse. «El aislamiento obligatorio abrió otras opciones que no estaban contempladas y que compiten con la materialidad. De golpe es julio y nadie quiere salir de la casa. Antes no quedaba otra. Ahora te quedás en tu casa viendo una película. Entonces yo creo que esas situaciones donde la materialidad se vuelve algo medio hostil, se descarta», asegura Noelia.
Por esta razón, Diego insiste en que los nuevos formatos dan la posibilidad de tejer lazos más federales: «Es nuestro plan, a partir de la pandemia, trabajar más el audiovisual. Nos interesa la creación digital, le damos importancia a las redes, al contacto con gente de otras provincias y países».
Por último, y en estrecha relación con el carácter irremplazable del encuentro presencial que señala Diego, Noelia reflexiona sobre el animal que le da nombre al espacio: «Panda significa pandilla, amigos. Nos gusta ese bicho y está en extinción. Y qué mejor que tener algo nuevo que esté en extinción».

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