Cooperativismo

Por un mundo de paz y justicia social

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Con motivo de celebrarse el primer sábado de julio de 2015 el 93º Día Internacional de las Cooperativas, el Consejo de Administración del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos emitió, como cada año, una declaración alusiva que exhibe la mirada de la entidad sobre el movimiento solidario, concebido desde el IMFC como una herramienta de transformación social. «Las empresas cooperativas –afirma el documento– ayudan a construir un mundo mejor. Más aún si articulan su multifacética labor con Estados activos y presentes, en función de impulsar políticas públicas orientadas a promover la democratización de la economía y la justicia social, manteniendo la indispensable autonomía e independencia».
«El mundo contemporáneo exhibe un panorama de alta complejidad –continúa la declaración– con paradojas insostenibles en el tiempo si se mantiene la brecha entre la riqueza concentrada y la miseria que persiste en un porcentaje inmenso y creciente de la humanidad. No hay paz sin justicia y menos aún si persisten los paradigmas neoliberales que someten a pueblos enteros a un ajuste sistemático de sus conquistas sociales». «En la década del 90, período nefasto para nuestro país y la región de América Latina por la gravitación del capital financiero internacional y el sometimiento a una deuda externa impagable, surgió el interrogante acerca de cuánta desigualdad soporta la democracia.
Esta deshumanización de la economía y la voracidad de las corporaciones transnacionales promueven guerras, destrucción y muerte», expresa la Declaración. A la par, señala que se ha dicho que el siglo XX «fue un siglo corto pero cruel, en el que las dos grandes conflagraciones mundiales segaron la vida de centenares de millones de seres humanos. Con la llegada de la nueva centuria renació la esperanza de una paz duradera, pero los conflictos armados generados en el afán de la dominación territorial y de los recursos energéticos escasos hizo desvanecer rápidamente ese anhelo. Como consecuencia de estas acciones imperiales se han multiplicado los fundamentalismos extremos, sembrando el terror indiscriminadamente».
«El cooperativismo, con sus valores y principios éticos y morales, cuya esencia transformadora demuestra cotidianamente la posibilidad real y concreta de dar respuestas satisfactorias a las múltiples necesidades de la comunidad, constituye un gigantesco movimiento llamado a incidir en los cambios imprescindibles e impostergables», se afirma en la Declaración. «Para ello –subraya– como nunca desde la maravillosa utopía materializada por los Pioneros de Rochdale, los cooperadores de todos los continentes debemos intensificar la batalla cultural, predicando el ideario de la cooperación y demostrando en la práctica, con democracia y eficiencia, que otra economía es posible. Más aún, estamos convocados a desplegar una intensa y perseverante militancia, procurando ocupar los espacios propios de la creación y distribución de la riqueza producida por el trabajo asociado y, al mismo tiempo, ingresar a los ámbitos institucionales mediante una práctica política portadora del mandato de nuestras bases societarias, en defensa de los más diversos intereses colectivos».
«A esta altura de la civilización en plena crisis, no alcanza con exhibir logros sino que debemos actuar allí donde se toman las decisiones, en los parlamentos y las instancias ejecutivas, nutriéndolos con genuinos representantes del quehacer solidario y portadores de las ideas transformadoras», manifiesta la Declaración y concluye: «El movimiento cooperativo tiene la inmensa responsabilidad de incidir con fuerza creciente, junto con las más amplias y diversas expresiones de las organizaciones sociales, imbuidas de la fe en las reservas morales del género humano y comprometidas con los ideales del amor al prójimo, la convivencia pacífica y respetuosa entre los pueblos, la democracia participativa y la distribución de la riqueza con equidad».

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