Cooperativismo

Principios que dejaron huella

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Fundada en la provincia de Tucumán en 1955, fue una de las experiencias más significativas de la historia del movimiento nucleado en Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.

1975. Instantánea de la cena por los 20 años de la Caja, festejo que se completó con exposiciones, conferencias y una competencia automovilística.

 

En la Argentina, la colectividad judía tuvo un rol de suma importancia en el impulso del cooperativismo. Sus aportes quedaron en la historia del movimiento a través de experiencias como la Primera Sociedad Agrícola Israelita Argentina, fundada en Basavilbaso (Entre Ríos) en 1900, o la Primera Caja Mercantil, en el barrio porteño de Villa Crespo, creada en 1918. Esas entidades, junto con otras miles de iniciativas, hicieron que el movimiento se fortaleciera gracias a la tradición de inmigrantes que trasladaban sus prácticas y visiones económicas a sus nuevos países de residencia. Según sostiene Daniel Plotinsky en el artículo «Historia del Cooperativismo 3: Primeras experiencias de cooperativismo agrario», «el importante desarrollo del cooperativismo entre los colonos judíos responde a diversas causas, entre ellas la existencia de viejas prácticas solidarias comunitarias desarrolladas en su Rusia natal, el “Gmilat Gesed”, que en las nuevas condiciones materiales y sociales cristalizaron bajo la forma renovada del ideal rochdaleano. Por otra parte, la necesidad de hacer frente colectivamente a los monopolios cerealeros reafirmó los lazos de solidaridad y acción común, que se tradujeron en las cooperativas como herramientas concretas».
Sin cortar ese lazo con los ideales cooperativos y comunitarios, en 1955, poco después del golpe de la denominada Revolución Libertadora, un grupo de integrantes de la colectividad judía con legado obrero y comercial creó en la ciudad de Tucumán La Mercantil Sociedad de Crédito Limitada, una de las entidades que adquirió más peso en el movimiento solidario y que dejó una huella en el sector por su compromiso con los principios cooperativos. «En el 55 ya había madurado la idea de constituir una cooperativa de personas que estábamos ya participando en otras cooperativas como asociados. Había un feeling entre un grupo importante que decíamos “por qué nosotros no podemos tener nuestra propia cooperativa”. Y así surgió La Mercantil», explica en una reciente entrevista del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito Samuel Kauffman, uno de los dirigentes pioneros de la cooperativa. «Yo tenía en ese momento poco más de 30 años, entonces quedamos en reunirnos en la casa de uno de los postulantes a ser asociado y allí constituimos la cooperativa. Fuimos más o menos 30. Y ahí comenzó un trabajo interesante de ir conversando con la gente para traerlos», recuerda Kauffman.
La Mercantil Sociedad de Crédito Limitada fue parte del proceso de expansión que vivió el cooperativismo de crédito desde mediados de la década del 50 y durante la creación y posterior despliegue del IMFC. Su labor crediticia pero también su apuesta a lo social y cultural hicieron que la caja adquiriera notoriedad en Tucumán. «Fue una cooperativa muy respetada y de mucho éxito en Tucumán. Nosotros realizábamos las cenas aniversario que se hacían en un estadio más o menos grande y a las que iban alrededor de 1.000 personas. Era pasar un momento grato, traíamos números artísticos de Buenos Aires y no era una cosa así del montón, era una cosa muy bien organizada», recordaba al mencionado archivo Ricardo Somaini, presidente de La Mercantil durante la década del 60.

 

Sin descanso
La cooperativa tuvo una actividad continua y creciente gracias a su relación con distintos sectores productivos y comunitarios. «El crecimiento fue interesante por nuestra vinculación con el comercio y con la pequeña industria», afirma Kauffman sobre la tarea de La Mercantil, que contó entre sus impulsores a Jacobo Laks, uno de los dirigentes más recordados del movimiento nucleado en el IMFC. «Fue muy importante la participación de Jacobo. Recuerdo que a través del Instituto Movilizador nosotros creamos la cooperativa de la cultura que nos llevaba a hacer actos en el teatro principal. Estaba organizado de forma tal que teníamos abonados y traíamos obras teatrales, cantantes importantes a Tucumán y eso era lo que se le daba a los asociados», reafirmaba Kauffman sobre la labor cultural de la cooperativa y sobre el papel de Laks, quien presidió el IMFC entre 1988 y 1996.
Como muchas de las entidades nucleadas en el Instituto, tras el período de expansión, los golpes de 1966 y 1976 fueron embates duros que llegaron a atentar no solo contra la actividad habitual de las cajas sino también contra la vida de dirigentes, como el mismo Laks. Sin embargo, la unión a través del Instituto de cientos de cooperativas, el compromiso de los dirigentes y asociados de todo el país y las acciones tendientes a revertir los ataques permitieron que las cajas continuaran con su operatoria –bajo distintas modificaciones– hasta finales de la década del 70. Es entonces cuando se produce la transformación de las cajas de crédito en bancos cooperativos. La Mercantil, plegada a ese proceso, pasó a formar parte del Banco Udecoop y, seis años después, del Banco Credicoop, para convertirse en una de sus filiales.
Kaufmman y Somaini valoran aquella conversión como un cambio inicialmente difícil que luego se atenuó cuando los principios y los dirigentes pioneros se pudieron desplegar en esa nueva forma cooperativa. Transición aparte y aunque ya sin sus entidades de origen en la plenitud de su funcionamiento, la tarea de esos dirigentes fue crucial en el sostenimiento del cooperativismo. Con su trabajo y su compromiso fueron ellos, los cooperativistas de crédito, quienes reacomodaron las bases de un modelo económico justo y solidario que, además, los formó en valores sociales y políticos. Kaufmman, quien hoy, con más de 90 años, continúa participando como secretario de Educación Cooperativa de la filial Tucumán de Credicoop, resume: «El cooperativismo me dio la posibilidad de ahondar en un pensamiento democrático, de ahondar en la actividad, de conocer cómo salir en los momentos críticos y cómo avanzar en los momentos que no sean así. Me dio la oportunidad de aprender a organizar, y transformarse en una “correa de transmisión” del pensamiento cooperativista (…) Es muy difícil dejar de pensar, no seguir participando y ayudando al movimiento cooperativo, que es una pata muy importante en el futuro del país».

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