Cooperativismo | VILLA MARÍA

Reciclar para vivir

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Texto y fotos: Bibiana Fulchieri

Dedicada al tratamiento de residuos, la cooperativa 7 de Febrero cumple un rol ambiental y social clave. Apoyo del Instituto Movilizador.

Muebles reciclados. Uno de los productos que la cooperativa realiza con los plásticos recuperados.

Foto: Bibiana Fulchieri

En los predios de la antigua bodega Daleci hoy se encuentra funcionando el Centro Urbano de Gestión Ambiental (CUGA) Villa María, planta de tratamiento de residuos sólidos urbanos gestionada por la cooperativa de trabajo 7 de Febrero. La entidad fue creada en 2006, después de una larga lucha sostenida por mujeres precarizadas que optaron por cooperativizarse para salir adelante.

En el CUGA tuvo lugar un encuentro organizado por la filial Córdoba del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, representado por su jefe, Pablo Tissera, y Marta Gaitán, secretaria de Género del IMFC, junto a una comitiva de la ciudad de Villa María integrada por Laura Daher, gerenta del Banco Credicoop local, Mariano Pacuali, promotor de microcréditos del IMFC, y Santiago Cau, de la Unión de Usuarios y Consumidores. En la cooperativa fueron recibidos por Marcela Durán y Azucena Pérez, presidenta y síndica respectivamente. Ellas acompañaron en una visita por la planta donde se recibe material plástico que luego se transforma en muebles.

Durán fue una de las encargadas de relatar la historia de la cooperativa: «En el 2005 estuvimos un año haciendo acampes, piquetes, ollas populares en el centro de Villa María. Éramos parte del grupo de 90 operarios de la antigua Corban, que quedamos sin trabajo al no renovarse desde el municipio la concesión a esta empresa privada de tratamientos de residuos. Desde el municipio nos ofrecieron, por ser exempleadas, quedar en el vertedero de residuos como operarias sin jerarquía, clasificando en las cintas los plásticos, metales y textiles. Aceptamos el salario mínimo que recibíamos, pero vimos con el tiempo que podíamos ser autosuficientes y creamos la cooperativa». Eran 33 mujeres y un varón, así que aprendieron tareas de todo tipo para cubrir los roles de los compañeros que se habían ido. «Sabíamos que estábamos brindando una tarea fundamental para el municipio porque evitamos la contaminación y demostramos con nuestra organización cooperativa que no éramos cirujas, sino recuperadores urbanos con grandes responsabilidades sanitarias», remarcó la presidenta.


Un largo camino
«Para nosotras, hoy estar en el emprendimiento del CUGA significa muchísimo para nuestro desarrollo como empresa social –afirmó Azucena Pérez– porque sostuvimos una larga lucha. Realizamos varios trabajos, como limpiar baños químicos en los Pre Festival de Peñas, trabajamos en el mantenimiento del cementerio, en la limpieza de la Plaza Independencia, en la clasificación de residuos en el vertedero y también otras actividades para concientizar a los vecinos de lo que significan nuestras tareas en la cooperativa. Siento la cooperativa como mi  familia; siempre dispuesta a defenderla a partir de generar trabajo».

En 2016 acordaron un canon mensual municipal por las tareas del vertedero, lo que significó tener un aval para pedir créditos o subsidios. «Después de una década de trabajo en la cooperativa volvimos a nacer gracias a ese empujón económico y ahorros nuestros que nos permitieron comprar herramientas, autoelevador, camión volcador, tractor  y una traffic que nos asegura el traslado personal de todas», agrega Durán. Otro desafío cooperativo fue reconvertirse como trabajadoras en los tiempos de pandemia de Covid-19. «Como dejamos de recibir grandes cantidades de reciclables nos dedicamos a realizar obra pública –enumera Durán–: primero hicimos el Playón Deportivo Barrio Las Acacias, demarcamos rutas y nos demostramos que esas tareas también pueden ser realizadas por mujeres ¿por qué limitar nuestros sueños?».

Otro hito, más reciente, es ser parte del CUGA, inaugurado en agosto del 2023 con apoyo del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación y financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Una megatransformación del antiguo vertedero en planta modelo. En ese mismo año se inauguró la fábrica de listones reciclados, impulsado desde la Municipalidad de Villa María a través del Programa de Desarrollo Integrado, con fondos de la Unión Europea. Avances que permitieron que la cooperativa se consolide y pueda proyectarse a futuro.

«Conocer la historia de esta cooperativa es tener el testimonio más completo de cómo incide en la vida de las personas una cooperativa de trabajo –expresó Marta Gaitán al finalizar el encuentro–. Estas mujeres pasaron del mal llamado “cirujeo” a ser agentes de materiales reciclados gestionando un servicio necesario y económicamente valioso. Desde el IMFC los hemos asistido con microcréditos y somos difusores de esta experiencia inclusiva con clara perspectiva de género».

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