Cooperativismo | CODAUQUEN

Romper el molde

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Texto y foto: Bibiana Fulchieri

En la ciudad cordobesa de Río Cuarto, la cooperativa gastronómica generó una interesante oportunidad laboral para un grupo de jóvenes con discapacidades.

Sabores. Paellas, gulasch, tacos y empanadas son algunos de los platos que elaboran.

En el noroeste de la ciudad de Río Cuarto, Córdoba, está la Parroquia de San Roque y dentro de su predio, en el fondo de la capilla, funciona la sede de la cooperativa gastronómica Codauquen, que significa «estar trabajando» en mapuche. «Y así nos van a ver siempre acá, en proceso de producción», dice Marcela Zavala, presidenta de la cooperativa conformada en el año 2012. E invita a recorrer la gran cocina donde humean ollas y se envasan viandas, con todos los protocolos que exige la pandemia.
«Nacimos como fruto de dos talleres laborales, uno de gastronomía y otro de carpintería, que dictábamos en una asociación que ayuda a personas con Síndrome de Down», recuerda Zavala, profesora de cocina. Los jóvenes que iban a estos cursos los finalizaban «pero no conseguían trabajo, por muchas razones, digamos que económicas y también porque tienen algún grado leve de discapacidad y volvían a los talleres buscando ayuda. Así que después de muchas charlas coincidimos en que lo que todos deseábamos era tener un trabajo real, vivir de él y donde todos seamos dueños y la mejor manera de llegar a ese sueño era constituirnos en cooperativa», señala.
Luego de dos años, el INAES los habilitó como cooperativa de trabajo, pero no tenían espacio físico ni capital para enseres e insumos. «Acá fue fundamental el Sindicato de Luz y Fuerza de Río Cuarto, que nos prestaba dos veces por semana su cocina profesional, sin gastos de alquiler ni gas». Finalmente consiguieron un contrato para hacer viandas para el comedor de la Universidad Nacional de Río Cuarto y luego obtuvieron la concesión del servicio de catering para sus eventos. «Hay que resaltar la decisión política de la UNRC, que optó por una cooperativa de trabajo en lugar de una empresa privada», dice Zavala.

Construcción colectiva
Ante el aumento de la demanda, a la cooperativa se le hizo imprescindible tener su propio espacio para construir una cocina adecuada a las normas municipales y que no limitara su crecimiento. «Nuestra necesidad llegó a oídos del padre Carlitos, que lo habían nombrado párroco de San Roque y él nos ofreció este galpón. Cuando lo vimos decidimos inmediatamente que iba a ser nuestra cocina», afirma la presidenta y remarca: «Muchas veces este ingreso es el salario mensual asegurado de los asociados, que en muchos casos representa la única entrada familiar».
Los integrantes de la cooperativa pusieron manos a la obra para reciclar el galpón en desuso y –después de firmar un comodato con el Obispado local– comenzaron a instalar pisos, gas, agua, mesadas. «Casi todo lo hicimos nosotros pero también hubo una minga (construcción colectiva sin fines de lucro) de cooperativas de Río Cuarto, que vinieron a sumar esfuerzos». Todo se precipitó con la pandemia, porque se cerró el Sindicato de Luz y Fuerza. De un día para otro, tuvieron que ocupar el nuevo lugar. Con la caída del menú universitario, hoy preparan viandas domiciliarias. También tienen asistencia de distintos programas de los ministerios de Obras Públicas y de Desarrollo de la Nación y –tras sufrir un robo de utensilios de la cocina cooperativa– tuvieron la solidaridad de vecinos y empresas, entre ellas, la filial local del Banco Credicoop.
«No se compara trabajar en esta cooperativa a hacerlo en un restaurante y yo lo hice en muchos de manera profesional», dice Mauricio Echeverría, asociado y chef de Codauquen. Y agrega: «Estamos felices con el clima laboral que generamos, nuestra libertad para crear y flexibilizar turnos y horarios según la necesidad de cada integrante y es muy importante saber que acá nadie te grita». Paellas, gulasch, tacos y empanadas son algunos de los platos que elaboran. «Y somos muy reconocidos por las pastas rellenas, que fabricamos a un ritmo de 400 docenas por semana», afirma el chef. También tienen 200 viandas fijas que entregan ellos mismos. «Nos estaría faltando un buen vehículo para el reparto, pero seguramente lo lograremos pronto», concluye esperanzado.

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