Cooperativismo | VILLA ALLENDE

Semillas del corazón

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Texto y foto: Bibiana Fulchieri

Un grupo de mujeres lleva adelante un proyecto ambiental cooperativo y sustentable con plantines de algarrobo: Las Polinesias.

Sinergía cooperativa. Tissera, Carvajal, Maya y Laura Belej, y Gaitán, en el predio de Villa Allende.

En el patio de la casa de don Chochi crecen cientos de plantines de algarrobos –blancos y negros–, disciplinados en cajones de madera para ser prontamente trasplantados a tierra firme. «Estábamos esperando esta noticia hacía mucho tiempo y hoy nos informaron que la Municipalidad de Villa Allende nos entregaría en comodato un terreno de 1.000 metros para poder trabajar y crecer en nuestra producción y diversificarla», celebra Maya Belej, asociada de la Cooperativa de Mujeres Emprendedoras Las Polinesias Villa Allende.
Las declaraciones se dan mientras observa el lugar un nutrido número de visitantes, entre ellos Pablo Tissera, jefe del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos de Córdoba; Marta Gaitán, secretaria de Géneros del IMFC y presidenta del comité de Equidad de Género de Cooperar; junto a Damián Carvajal, gerente del Banco Credicoop de esa localidad.
Las asociadas –la mayoría jefas de hogar de entre 25 y 65 años– conforman esta reciente organización nacida en el Barrio Las Polinesias, ubicado en el sector oeste camino al Cerro Pan de Azúcar, una zona marginalizada de la ciudad de Villa Allende, en las Sierras Chicas próximas a la ciudad capital de Córdoba.

Cultivos solidarios
«Nos fuimos juntando varios vecinos de Las Polinesias cuando íbamos a buscar nuestro alimento al comedor Mis Pollitos y allí Fernando Rosso –hoy su presidente– nos entusiasmó para que hiciéramos nuestra propia huerta», relata la tesorera Laura Belej. Así, empezaron a reunirse para aprender a cultivar las semillas que les proporcionaban.
«En nuestras casas teníamos zanahorias, tomates, cebollas, calabacín y otras verduras de estación», cuenta, y al darse cuenta de «que tenía mano verde y pude hacer un guiso con los vegetales de mi propia huerta, tomé conciencia de todo lo que podíamos lograr organizándonos como trabajadoras en cooperativa», recuerda Laura.
Las cosechas que se fueron sucediendo en los patios y jardines familiares del Barrio Las Polinesias entusiasmaron a otros vecinos que también intentaron proveerse de vegetales. Llegaron a ser más de 40 cultivadores y fueron necesarias más reuniones con agrónomos, especialmente de la agricultura familiar.
La casa de Melina Moreno –hoy asociada– fue el epicentro de las reuniones con asesores técnicos que las animaron a realizar aprendizajes más complejos. «Fernando Rosso empezó a hacer pruebas piloto con plantines de algarrobos y obtuvo buenos resultados –unos 3.000 ejemplares iniciales– y nos dio muchas ganas de dar este paso también», relatan a dúo Laura y Melina, que aprendieron a confeccionar las bases plásticas de 18 centímetros que llevan tierra húmeda y seca, algo de compost «y mucho cuidado del picoteo de los pájaros».
«Acá en don Chicho están nuestros algarrobitos», muestran orgullosas y explican que cuando las plantas llegan a un metro de altura ya están aptas para comercializar. A fines del año pasado realizaron la primera venta a la Municipalidad de Córdoba con posibilidades de enviar también a la provincia de La Rioja.

Lazos y potencial
«Lo que más me impacta en el devenir organizativo de esta cooperativa, con logros agroecológicos tan evidentes –destaca Marta Gaitán– es que están restaurando los lazos comunitarios rotos o muy debilitados después de la pandemia, mediante un proyecto ambiental cooperativo y sustentable que tiene un potencial enorme». Gaitán también resalta «el rescate de los espacios públicos degradados, basurales concretamente, convertidos en territorios de producción que inciden en la economía familiar y comunitaria».
Con el tiempo se fueron sumando asociados que pertenecen a otros barrios vecinos, como Español, La Cruz y Barrio Golf. «Actualmente somos 70 integrantes y la mayoría siguen siendo mujeres», dice Rosso y cuenta que, después de varios encuentros con la intendenta de Villa Allende, «pudimos firmar un comodato para instalarnos en un terreno municipal que tiene casi 1.000 metros cuadrados».
Hoy la organización está en tratativas para trabajar los residuos orgánicos del reciente Bionodo Municipal, con la intención de ser parte de este proyecto que tendrá canchas de compostaje, canteros con producción de diversas especies para el arbolado urbano, sitios de recreación, lombricultura y otras actividades afines. La filial Villa Allende del Banco Credicoop junto con la Comisión de Asociados, está involucrada con la cooperativa desde sus inicios, con la participación de asociados que forman parte de grupos ambientalistas del corredor de las Sierras Chicas.
«Las Polinesias tienen la cuenta en nuestro banco y obtuvieron, después de nuestro ejercicio anual semestral, el premio institucional y varias bonificaciones acordadas», celebra el gerente Damián Carvajal y concluye: «Creemos en este proyecto que potenciará la zona marginalizada de Villa Allende; esperamos y apoyamos para que sea en un futuro próximo».

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