Cooperativismo

Solidaridad en expansión

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Las cajas de crédito surgieron como pequeñas organizaciones populares que luego adquirieron relevancia nacional, gracias al impulso generado por la fundación del Instituto Movilizador.

Villa Mitre. Fundada en Buenos Aires, se inició como una pequeña entidad que daba créditos, herramientas e incluso productos comestibles.

Hacia fines de la década de 1940, las cooperativas de crédito tenían una restringida participación en el cooperativismo argentino. Según las estadísticas del Servicio Nacional de Cooperativas, representaban en 1936 poco más del 8% de las entidades y el 7,8% del total de asociados.
Para esa fecha, la única presencia cooperativa en el sector financiero eran las cajas de crédito, que habían nacido a principios del siglo XX en el seno de la colectividad judía como una forma de organización social solidaria. «No solo daban créditos, a lo mejor se llegaban a vender comestibles. Era una situación muy atípica: un crédito, más arenque, más otras cosas», recordaba, con cierto dejo de humor, Jaime Sepliarsky, dirigente de la Caja Popular Villa Mitre, en una entrevista brindada al Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito.
A diferencia de otras asociaciones de ayuda mutua, el cooperativismo de crédito se caracterizó en sus inicios por la adhesión de sus miembros a diferentes variantes del pensamiento solidario, socialista y revolucionario, inspirado en los ideales político-sociales de la época. En ese contexto, las entidades atendían las necesidades financieras de sus miembros, contribuían a los gastos comunitarios y, además, respondían a las diversas corrientes ideológicas y políticas que surgieron dentro del judaísmo argentino.
A partir de la década del 40, las cajas comenzaron a reflejar el desarrollo económico que se produjo en el país en esos años, originando un pequeño crecimiento y diversificación de los sectores atendidos. «Con el correr del tiempo, estos inmigrantes van desarrollándose económicamente y, al mismo tiempo, ayudan al crecimiento de la entidad, que va adquiriendo ya el carácter de una cooperativa financiera y va en ayuda de los comerciantes, los pequeños cuentacorrentistas, los llamados “cuenteniks”, los que vendían a plazos (…). En el año 1954, estos comerciantes ya constituyen una pequeña burguesía, nuestra burguesía nacional, y la actividad empieza a adquirir un carácter financiero, por supuesto dentro de las limitaciones de la época y de la posibilidad económica que tenían estas entidades», recordaba, también entrevistado por el Archivo Histórico, Mauricio Zaritzky, funcionario de la Cooperativa Parque Chacabuco.
Pero a pesar de esa expansión, la operatoria siguió teniendo como eje esencial el conocimiento que se tenía de los asociados. El dirigente de la Caja Popular Villa Mitre, Harry Cwaigemberg, afirmaba: «La operatoria era de amigos. Es decir, entraba una solicitud, y enseguida surgía la pregunta: ¿Quién lo conoce? Fulano. Y ¿quién lo presenta? Mengano. Y ¿qué tal es? Bueno. Entonces nos mirábamos las caras y si nadie decía nada, o afirmaban con la cabeza, era porque si. Y ¿quién es la garantía? Sí, ¡ese…! Ya está. Con eso era suficiente. Quiere decir que era una técnica basada en el guiño del va y viene, o la confianza que despertaba el que presentaba a la nueva persona. Si esas condiciones se daban, el crédito salía en 24 minutos.»

Nuevas necesidades
El ascenso a niveles socioeconómicos superiores de los sectores que habían creado las cooperativas de crédito para su operatoria financiera aumentó las disponibilidades y la capacidad prestable de estas. Pero, a la vez, planteó la necesidad de contar con una operatoria ágil, que a través de una cuenta a la vista permitiera captar los saldos disponibles que la misma generaba. Transformados en industriales los antiguos obreros y artesanos, en comerciantes de relativa importancia los los viejos buhoneros, necesitaban para el desenvolvimiento de sus negocios la amplia gama de los servicios que los bancos tradicionales no les facilitaban.
En este marco, las cooperativas que operaban en el interior de instituciones se trasladan a locales comerciales, al tiempo que comienzan a desarrollar la operatoria de cuentas a la vista con órdenes de pago como forma de girar sobre sus saldos.

Villa Crespo. Otra entidad pionera del movimiento, nacida en 1918.

En 1950, catorce entidades crean la Federación Argentina de Cooperativas de Crédito para coordinar la representación gremial y el asesoramiento jurídico y contable. Paralelamente, algunas entidades (especialmente en la ciudad de Rosario) comienzan a crear precarios sistemas de «clearing» bilateral para facilitar la operatoria de sus asociados. Sin embargo, en 1957, como parte de las medidas económicas tomadas por el gobierno de la autoproclamada Revolución Libertadora a partir de sus acuerdos con el Fondo Monetario Internacional, se realizaron reformas al sistema financiero que se caracterizaron por: derogar el denominado régimen de «depósitos nacionalizados» instaurado en 1946; disminuir significativamente las prestaciones crediticias de los bancos públicos, particularmente las de los bancos Industrial e Hipotecario, y favorecer la penetración de la banca extranjera en el marco de una política que buscaba acelerar la radicación de capitales extranjeros como motor del desarrollo económico argentino.
Uno de los mecanismos utilizados para llevar adelante esa política consistió en intensificar el control –a través del sistema bancario– de la asistencia crediticia a las pequeñas y medianas empresas de capital nacional, que representaban una importante porción de la estructura económica de la Argentina. Las crecientes dificultades «fueron generando, en el empresariado nacional agredido por la asfixia financiera, la conciencia acerca de la necesidad de encontrar mecanismos de financiación propia, sustitutivos de las fuentes tradicionales, cuyo acceso les resultaba progresivamente vedado. En estas condiciones, surgió en los empresarios nacionales la idea de dinamizar la función de las cooperativas de crédito, elevándolas desde el estadio vegetativo en que se encontraban hasta la categoría de verdaderos bancos populares, financiadores de la pequeña y mediana empresa nacional», señalaba Aarón Gleizer en un artículo publicado en 1981 en Revista Idelcoop.

Consolidar el desarrollo
El mecanismo impulsor de esta transformación fue el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, creado a instancias del Congreso Argentino de la Cooperación realizado en la ciudad de Rosario los días 22 y 23 de noviembre de 1958. Las instituciones participantes se proponían «a través  de las cooperativas de crédito, movilizar el ahorro y los recursos monetarios que constituyen el fondo común de las cuentas corrientes, con el objeto de que contribuyan a la dinámica económica argentina, de tal manera que el crédito sirva para consolidar y aumentar nuestro desarrollo industrial, la incentivación de los productos agropecuarios y el desarrollo de la sana actividad comercial antiinflacionista. Queremos aclarar los propiciantes de este Congreso, que a través de este organismo que postulamos, que todos los ahorristas y las fuerzas productoras tomen intervención por intermedio de las cooperativas de primer grado, en la discusión y orientación de la política crediticia. Este tipo de organización de los depósitos hacia las cooperativas de crédito, a fin de que sean los propios usuarios y proveedores de recursos, los que manejen directamente el destino de los depósitos». Tales principios eran señalados en documentos de la Comisión Provisoria, formada en el año 1959. Se iniciaba así un proceso de expansión de las cajas, donde el cooperativismo nucleado en el IMFC pronto adquiriría un rol decisivo.

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