2 de julio de 2024
Como parte del ciclo Diálogos Abiertos, Horacio Embón entrevistó al reconocido ensayista y escritor en el CCC. Pandemia, democracia y educación, entre los temas desarrollados.
Horowicz. «Transformar la educación pública en un merendero fue una catástrofe».
Si se quisiera estar a la altura del expositor, la entrevista de Horacio Embón en la sala Osvaldo Pugliese debió haberse titulado en latín: «Res non verba», hechos no palabras; pero la competencia académica, cultural y política con el interpelado es un ejercicio vano. A lo largo de una hora, durante el primer encuentro del ciclo Diálogos Abiertos en el Centro Cultural de la Cooperación (CCC), el periodista y ensayista Alejandro Horowicz desarrolló conceptos alrededor de una idea base: «Los valores no son simplemente una cosa que se enuncia. Los valores de una sociedad son cosas que se practican. Javier Milei gana porque enuncia valores reales que gobiernan la sociedad argentina».
Embón aludió entonces una cuestión imprescindible, cómo pasar del «sálvese quien pueda» a una historia más comunitaria, y Horowicz devolvió otra pregunta: «¿Cómo se construyó el “sálvese quien pueda”?». Y añadió: «Uno puede tomar como eje la pandemia. La pandemia tiene la brutalidad de “sálvese quien pueda”. No es lo mismo hacer aislamiento en la villa del Bajo Flores que en una casa con parque y dos plantas. No es lo mismo estar en cualquiera de las dos situaciones y tener más de 50 años que tener 20 –reflexiónó Horowicz–. Cuando alguien tiene 20 años la idea de aislamiento social es posiblemente una de las catástrofes personales existenciales más inimaginables. Para los que pasaron esta experiencia, el “sálvese quien pueda” no es una teoría. Es la práctica real a la que se vieron sometidos».
Ese aislamiento fue también la cara de otro divorcio, el de la democracia y eso que (tan mal) se suele llamar «la gente». Horowicz planteó que «cuando uno mira el discurso de Raúl Alfonsín en 1984, “con la democracia se come, se cura, se educa”… Bueno, no se come, no se cura, no se educa. Entonces para alguien que llega a los 40 años, la democracia, ¿qué es? Es un método político. Y un método político, como cualquier método, se juzga por sus resultados. Los resultados están a la vista. ¿Entonces por qué yo voy a ser un defensor de la democracia después de haberme “comido” una pandemia y el Gobierno que obraba en nombre de la justicia social tenía un 35% de pobres? –se preguntó el ensayista– Esa es la más completa injusticia social. Si yo hablo de la justicia social y practico otra cosa, el que propone la injusticia social queda del lado de la verdad. Milei dice lo que hace, por lo menos en ese limitadísimo sentido».
Dichos y hechos
Así, la charla levantó temperatura. Embón hizo un breve repaso de los libros del invitado, Horowicz recordó sus últimos textos y se detuvo en El kirchnerismo desarmado. Así contó que cuando lo publicó (agosto del año pasado), «la mitad de los kirchneristas se pusieron frenéticos, hoy dicen que me quedé medio corto» (risas). Es que en esas páginas el autor dispara con énfasis (y datos) sobre, otra vez, el divorcio de los dichos y los hechos. Apunta que «cuando yo digo independencia económica, soberanía política, justicia social, el que me está escuchando dice: “¿Este pibe se mamó?”. Entonces está claro que eso ya no es una buena idea, son palabras vacías –dijo Horowicz–. El modo de vaciar las cosas es el modo por el cual aquello que debiera suceder no sucede, porque simplemente se enuncia y algunos creen que el enunciado alcanza. Pues bien, tengo una pésima noticia: la realidad insiste y viene por sus fueros. Y esto vale para nosotros, pero también para Milei».
Embón. Cómo pasar del «sálvese quien pueda» a una historia comunitaria.
Embón, por su parte, quiso saber cómo estudiar esta realidad para «mover algunos hilos del Poder». Horowicz explicó que «la calidad del debate político de cualquier sociedad en la calidad es su estructura público-educativa. Si yo desfondo el sistema educativo no hay más debate político. Menem lo hizo. ¿Y después quién lo reconstruyó? Nadie. Han sobrevivido esquirlas de cosas. La Universidad de Buenos Aires todavía es la Universidad de Buenos Aires. Cuando uno mira la Ley Federal de Educación y ve la política de Domingo Cavallo que consistió simplemente en desfinanciar la educación… –recordó Horowicz–. La cosa no consiste tan solo en poner unos pisos y decir qué participación tiene en el PIB la inversión en dinero. No. Hay que modificar y rehacer una catástrofe que consistió en transformar la educación pública en un merendero».
El encuentro dio lugar también a una amplia variedad de temas: el dilema de «civilización o barbarie», la guerra entre Rusia y Ucrania, alusiones (en la misma frase) a Hegel y Al Capone, la distribución histórica de la renta entre los trabajadores; pero la charla regresó siempre al mismo tópico, con el que Horowicz prologó los aplausos que se escucharon apenas terminó de enunciarlo: «Carlos Marx tiene una fórmula que conviene no olvidar jamás: nosotros partimos de un hecho político actual. Partimos de la tapa del diario, tenemos que poder explicarnos la tapa del diario. Si no estamos entendiendo qué pasa, reconocer que no entendemos y no llenarnos la boca con palabras sonoras es una gran idea. La sociedad argentina tiene que saber que no sabe, y que ese es su problema. Y que la cuestión no consiste en cambiar de collar, sino en dejar de ser perro».