Cooperativismo

«Somos pueblo»

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En el partido bonaerense de Avellaneda, la entidad nacida en 1964 contribuyó al desarrollo económico y social de la zona. También fue muy activa en la defensa del movimiento solidario.


Participación y lucha. Los dirigentes de Piñeyro tuvieron una activa
presencia en  las marchas y actos contra los embates dictatoriales.

 

En marzo de 1964, un grupo de vecinos del barrio Piñeyro, en el partido bonaerense de Avellaneda, se organizó con la voluntad de crear una cooperativa de crédito que contribuyese al desarrollo económico y social de la zona. Profesionales, empresarios, pequeños comerciantes y empleados conformaron el núcleo inicial de lo que poco tiempo después sería la Cooperativa de Crédito Piñeyro Limitada. Allí estaban José Mussi, Juan Fernández Mayan, Alejandro Valeggiani, Enrique Fernández Lemmi, Alfredo Chendo, Avelino Costa y Santiago Bertola, dirigentes  impulsores de una iniciativa que dejaría una huella importante en la historia del movimiento cooperativo.
El 7 de setiembre de 1964,  tras una serie de reuniones  con vecinos, campañas de difusión y el asesoramiento del Instituto Movilizador, la Cooperativa de Crédito Piñeyro, con 236 asociados, abrió sus puertas a la comunidad. «Tuvimos un rápido y gran crecimiento debido al eficiente y solidario crédito cooperativo. Se realizaban largas colas para depositar que salían a más de 10 metros por la calle», indicaban los dirigentes en un documento sobre la historia de la entidad. Constituida inicialmente en un local de la avenida Rivadavia al 700, en un barrio de corte industrial y comercial como era Piñeyro en esa década, el impacto de la cooperativa fue rotundo. Trabajadores y empresarios, entre otros, encontraban en la cooperativa la posibilidad de acceder al crédito necesario que la política financiera de los grandes bancos no les ofrecía. «Teníamos entusiasmo, ganas de salir, de hacer cosas, de reunirnos», comentaba Alfredo Chendo, uno de los cooperativistas fundadores, al Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. La labor de los dirigentes era abnegada: iban puerta por puerta para dar a conocer la nueva entidad en una zona que se encontraba en pleno auge. «Estábamos rodeados en el barrio de grandes y pequeñas empresas. Entonces trabajábamos muy bien. Crecimos una enormidad», relataba Chendo, que se desempeñó como gerente de la entidad durante 14 años. «Abrimos las puertas y el primer día nos asombramos porque realmente asistió mucha gente y tuvimos muchos depósitos», recordaba luego. Ese desarrollo impactó en el funcionamiento de la caja de crédito, que en un corto periodo incrementó la cantidad de personal para atender las solicitudes: con cinco empleados iniciales, la cooperativa pronto quintuplicó su equipo de trabajo y fue convirtiéndose en una de las organizaciones más valoradas de la localidad.
La caja de crédito de Piñeyro se destacó también por llevar adelante, a la par de su operatoria financiera, una amplia tarea en materia de educación. «La educación constituye una de las normas fundamentales para la organización y funcionamiento de las cooperativas (…) Debemos proporcionar a los asociados que ocupen cargos de responsabilidad, y también al personal, los conocimientos técnicos que  la creciente complejidad de las empresas modernas requiere», afirmaba un artículo de la revista que editaba la entidad. Junto a la función educativa, la caja de crédito promovió numerosas iniciativas culturales para toda la comunidad. Juan Salomón, consejero e integrante de la caja, explicaba: «Siempre nos preocupó que Piñeyro no solo fuera un centro de crédito y de promoción industrial y económica sino también un factor de desarrollo en la educación y la cultura de nuestra zona de influencia». Cursos, conferencias, exposiciones pictóricas, proyecciones cinematográficas y conciertos eran algunas de las actividades que se organizaban periódicamente. Al mismo tiempo, la entidad participaba de la vida de otras instituciones del barrio como bibliotecas, centros culturales, hospitales, clubes y escuelas. Esa acción era desplegada a través de las comisiones de Cultura, de Damas y la comisión Juvenil. «Todavía, y tras muchos años hay directoras de escuela que nos recuerdan por las charlas y las actividades que hacíamos», contaba al Archivo Histórico Nidia Galende, integrante de la cooperativa que formó parte de la comisión de Damas y del consejo de administración.

 

Movilizados
Como todas las cajas nucleadas en el movimiento cooperativo del imfc, Piñeyro no estuvo ajena a los ataques de las dictaduras de 1966 y 1976. Durante el periodo comandado por Onganía, la caja de crédito se plegó a la movilización y a la campaña colectiva que había encarado el imfc ante las restricciones oficiales que limitaban el trabajo de las entidades solidarias. Con una presencia constante en las grandes movilizaciones y actos en el Luna Park que se organizaron en esos años, y gracias al apoyo de empleados y asociados, Piñeyro, así como muchas otras cooperativas, logró atravesar el trance del Onganiato. «Seguimos funcionando y creciendo sin dejar de luchar», explicaba un documento de la cooperativa tras el ataque al sector en 1966.
Una nueva embestida llegaría en 1976 con la dictadura cívico-militar y el plan económico de José Alfredo Martínez de Hoz. Allí, la solución establecida desde el imfc a la pretensión de aniquilamiento que tenía la dictadura fue la transformación de las cajas de crédito en bancos cooperativos. En ese marco, la entidad de Piñeyro fue una de las cajas que dio origen al Banco Credicoop. «Actuamos en verdadera democracia y no puede ser de otra manera, pues nos es tan necesaria como el aire –decía un documento emitido por la Caja en aquellos años–. Vivimos y nos desarrollamos en democracia y libertad y esos son los elementos que nos hacen crecer y entendernos con nuestra masa de asociados. En la misma forma languidecemos –pero no morimos– bajo las dictaduras. Por eso las combatimos, por eso queremos el gobierno del pueblo y para el pueblo, porque somos pueblo».

 

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