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Acento cordobés

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En el último año, una docena de películas producidas y filmadas por directores, actores y técnicos locales trazaron un nuevo eje federal en el mapa del cine argentino.

 

Rodaje. Escenas de la filmación de Tres D (arriba) y Atlántida, de próximo estreno. (Prensa «Tres D» y Prensa «Atlántida»)

E l cine argentino ya no es propiedad de la ciudad de Buenos Aires, donde hasta hace unos pocos años parecía estar el epicentro de la industria. Hoy son varias las provincias que producen cine sin la necesidad de contar con una estructura en sede porteña. Y Córdoba es, sin duda, la gran abanderada de este movimiento federal. Esta tendencia poco tiene que ver con lo que, a principios de siglo, ocurría en San Luis, que poco a poco se convertiría en una especie de decadente Hollywood local, con películas que rara vez conseguían el reconocimiento de la crítica, no eran seleccionadas en los festivales y, en su gran mayoría, caían en el olvido a poco de estrenarse. Todo lo contrario es lo que ocurre en Córdoba, donde hay un crecimiento constante en el nivel de producción  gracias a un grupo de cineastas que no para de asumir riesgos estéticos y narrativos. Y, por supuesto, generar una industria local trae consigo la creación de numerosos puestos de trabajo para técnicos y actores, que ya no tienen la necesidad de trasladarse a Buenos Aires para poder ejercer su profesión. Responsable de la productora mediterránea Germina Films, Paola Suárez cree que esta explosión no es casual, sino que es el resultado de la materia prima con la que cuenta la región tanto a nivel técnico como artístico. «Estos recursos están articulados con políticas de Estado sobre todo a nivel nacional, pero también provincial, lo que genera un movimiento audiovisual genuino», dice. «Esto nos obliga a seguir produciendo, ya que contamos con todos los elementos para hacerlo desde el sector audiovisual. Esto es un movimiento genuino y no es una moda. Hoy es un nuevo polo de producción audiovisual».
Para un intérprete, la continuidad laboral es algo esencial. Así lo explica el protagonista de El último verano y El espacio entre los dos, Santiago Zapata. «Un actor de cine tiene que estar en constante entrenamiento, y no hay mejor lugar que un rodaje para hacerlo. Todo este nuevo cine hecho en Córdoba nos hace pensar en una continuidad y, en mi caso, me permite trabajar con diferentes directores y aproximarme a personajes cinematográficos distintos», sostiene en diálogo con Acción. El movimiento cordobés tuvo sus inicios en 2010, cuando aparecieron De caravana, de Rosendo Ruiz; Hipólito, de Teodoro Ciampagna; Criada, de Matías Herrera Córdoba, y El invierno de los raros, de Rodrigo Guerrero. Pese al furor despertado tras el estreno de la ópera prima de Ruiz en el Festival de Mar del Plata, la pregunta de muchos era si sólo se trataba de una moda pasajera o si se sostendría en el tiempo. Lo cierto es que no sólo perduró, sino que el crecimiento fue tal que hoy son casi una docena las películas cordobesas que se produjeron en el último año. Y la repercusión obtenida crece día a día.
«El cine cordobés explotó por varios factores, que confluyeron en un momento histórico determinado», sostiene el realizador Luciano Juncos. «No podríamos pensarlo ajeno a los jóvenes, a las ganas, a las nuevas tecnologías, al clima de entusiasmo y a una cantidad de particularidades. Pero las categorías cerradas peligran la continuidad de los hechos. Debemos seguir trabajando duro».
Desde el estreno de La laguna, de Gastón Bottaro y el propio Juncos; El grillo, de Matías Herrera Córdoba; y Escuela de sordos, de Ada Frontini, en el Festival de Mar del Plata del último año, el cine cordobés no paró de presentarse en los certámenes más importantes de todo el mundo. Tres D, de Rosendo Ruiz, tuvo su premier en Rotterdam, mientras que la Berlinale presentó Atlántida, de Inés Barrionuevo, y Ciencias naturales, de Matías Lucchesi, película que además triunfó en Guadalajara.
Por su parte, el BAFICI no sólo programó todas las citadas, sino que además sumó los estrenos de El tercero, de Rodrigo Guerrero; El último verano, de Leandro Naranjo; y El copamiento 10-08-74, de Mauro Pérez y Mariana Britos. Y como si fuera poco, Una noche sin luna, de Germán Tejeira fue parte de la programación de San Sebastián. Mientras que en Lima se armó un foco mediterráneo que incluyó a la mayoría de estas películas, junto con Uomo, de Rafael Escolar.
Para el crítico cordobés Alejandro Cozza no es la cantidad lo llamativo, sino la calidad cinematográfica sostenida en visiones muy personales sobre la narración y la puesta en escena. «No hay uniformidad alguna en estas propuestas y sí un bienvenido eclecticismo, no sólo desde lo formal y desde las temáticas abordadas, sino también desde sus modos de plantear la producción audiovisual, que en ninguno de los casos afecta sus resultados finales. Por ejemplo, una clara autoconciencia de los medios que se poseen al momento del rodaje aplicado astutamente en función del qué y cómo querer contar», destaca.
Córdoba produce cine y también cuenta con un circuito propio de distribución, donde todas sus películas consiguen ser estrenadas con un inusitado apoyo del público, que semana a semana asiste a las salas para ver un cine que habla de su realidad inmediata. Además, desde hace un año se edita la revista Cinéfilo. Y la editorial local Caballo Negro publicó el libro Dioramas, que recopila ensayos sobre el «nuevo cine cordobés» firmados por críticos y cineastas locales. Varios de los títulos mencionados, como Tres D, Atlántida, El grillo y Una noche sin luna, llegarán a los cines porteños en las próximas semanas.
Ruiz, quien se ha convertido en el director estrella de esta camada, afirma que lo que está pasando en Córdoba con el cine se debe a que están presentes en la cancha los jugadores que deben estar. Mejor dicho, casi todos: sólo falta la aprobación de la Ley Provincial Audiovisual, ya presentada formalmente. «Tenemos todo lo necesario: profesionales de cada área, guionistas, actores, productores, empresas productoras, universidades, el apoyo de la prensa, salas, un fuerte movimiento de críticos y, por último, contamos con un público, un destinatario que completó nuestro trabajo artístico con su entrada, mirada y devolución».

Juan Pablo Russo

 

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