1 de junio de 2021
Las artes escénicas llegan al ámbito hospitalario para acompañar a los pacientes en su camino de recuperación. El panorama en tiempos de pandemia.
Esenciales. El grupo Alegría Intensiva, Casa Cuna Cuenteros y la Compañía Teatral Oveja Negra tuvieron que adaptarse al contexto actual.
as artes son un fin en sí mismo, pero también sirven como herramientas para la transformación social e individual. Generan inclusión, redes, contención, alimentan, curan. El teatro siempre es salud, como ya lo señaló en el siglo IV a. C. Aristóteles al hablar de la «catarsis» o purgación que produce la tragedia. Pero cura más aún cuando se alía directamente a la medicina. Las artes escénicas abren sus fronteras, salen de las salas y van a los hospitales y centros médicos, o incluso toman la calle, como cuenta Claudia Bang en su libro Creatividad y salud mental comunitaria.
En nuestro país hay muchos ejemplos de prácticas escénicas en contextos de salud, que debieron reconfigurarse por las restricciones que exige la pandemia. Actriz del grupo Alegría Intensiva, Irene Sexer cuenta que «a través del lenguaje del clown vamos a transformar el ámbito hospitalario. No vamos con algo preparado de antemano. Nosotros leemos la escena posible y, a partir de ahí, los clowns improvisan, accionan y transforman el lugar con juegos, a través de lo que el paciente, las familias y el personal médico permiten».
Laura Ormando es psicóloga y actriz especializada en narración oral, integrante del grupo Casa Cuna Cuenteros (Premio IBBY Asahi 2020). «En mi trabajo en Casa Cuna como personal del hospital, el arte le da al contexto de salud otro cariz, otra forma de abordaje. La lectura y la literatura permiten la promoción de derechos, uno de ellos es la salud. En los hospitales debería haber un departamento de arte, así como hay de epidemiología», sostiene. «Casa Cuna Cuenteros no tiene un abordaje terapéutico, no apunta a la cura de una enfermedad, pero sí a trabajar con la restitución de un derecho y los efectos que puede haber en el cuerpo a nivel subjetivo», completa.
Gisela Amarillo, miembro de la Compañía Teatral Oveja Negra, asegura que «a la hora de abordar mis tareas, mis clases, las pienso en términos de teatro, de arte, no las pienso en términos de salud. Y si bien yo trabajo con las poblaciones de personas con discapacidad, no es el lugar desde donde yo parto. Sí creo que, como consecuencia, “va a beneficiar la salud de nuestro cuerpo y de nuestra alma”».
Conexión vital
Para continuar su trabajo, Alegría Intensiva tuvo que recurrir a la interacción digital y las comunicaciones a distancia. «Así como el clown transforma, nosotros desde el año pasado nos transformamos hacia adentro y modificamos las intervenciones de manera virtual», afirma Sexer. «Hacemos videos para Instagram, YouTube y Facebook. Los hospitales nos piden con nombre, gustos, características personales de los pacientes y los artistas filman videítos dirigidos a ese paciente y se lo hacemos llegar. En este último tiempo hicimos videollamadas o zooms con las familias, el paciente y un dúo de payasos con una de nosotras dirigiendo la intervención», agrega.
Según Ormando, «en este contexto de pandemia, la tarea de Casa Cuna Cuenteros es diferente. Nos tuvimos que repensar en una tarea que es cien por ciento presencial. Estamos generando material audiovisual y hacemos intervenciones a distancia, pero no es lo mismo. Esa ausencia de la presencialidad la transitamos como un duelo».
Para Amarillo, la pandemia implicó un desafío. «No fue fácil», dice. «Muchas de las personas con discapacidad quedaron muy aisladas, sobre todo por no tener acceso a internet, o por no saber manejar los dispositivos. Son problemáticas sociales pendientes. Con Oveja Negra seguimos trabajando a través de nuestras redes, con vivos en Instagram, entrevistas, fotografías, videos, audios, llamadas y Zoom. Tratamos de acompañar a las personas, porque esta actividad artística es la que nos conecta con la vida».