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Alegoría submarina

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Emiliano Basile

Avatar 2
Director: James Cameron
Intérpretes: S. Worthington, Z. Saldaña, S. Lang

Bajo el agua. Buena parte de la segunda entrega transcurre en el océano de Pandora.

Trece años pasaron desde el estreno de Avatar, la película de James Cameron que prometía dos secuelas en los años siguientes. Una continuación que se fue postergando, primero por cuestiones de guion, luego de tecnología. Resulta que la animación por captura en movimiento necesaria para el film no podía hacerse bajo el agua, espacio donde transcurre gran parte de la acción en esta segunda parte. El mismo cineasta reconoce que estuvieron un año y medio para crear la técnica adecuada, inexistente hasta el momento. Un problema que también trajo un beneficio al dar el tiempo necesario para que los actores aprendan buceo libre y para diseñar correctamente escenarios y personajes, haciendo de esta esperada secuela un viaje visual muy especial.
La historia nos ubica en el punto de vista de los Na’vi, la tribu nativa que habita el planeta Pandora. Pasaron diez años y Jake Sully (Sam Worthington) y Neytiri (Zoe Saldaña) tuvieron cuatro hijos y construyeron una familia feliz. Pero los «hombres del cielo» (los seres humanos, los verdaderos villanos de esta película), que llegan con naves espaciales y armas militares con fines colonizadores, ponen en peligro nuevamente a los protagonistas. Los Sully huyen al mar y se mezclan con los Metkayina, la tribu oceánica que convive en armonía con las ballenas. Sin embargo, el Coronel Miles Quaritch (Stephen Lang), ahora convertido en Avatar, no tardará en encontrarlos.
Se sabe del interés del director de Titanic por las profundidades del mar, algo visto en el prólogo de aquel film ganador del Oscar y en El secreto del abismo. Esa exploración subacuática llega en esta ocasión a niveles sensoriales exquisitos, porque la técnica inmersiva de movimientos de cámara, colores flúor y 3D hacen que los arrecifes de coral y las diferentes especies imaginadas para el océano de Pandora sean una experiencia única. También aparecen referencias a sus otros films, como el hundimiento del barco o los robots que manejan los soldados al estilo de Aliens: el regreso.
Avatar 2: El camino del agua es mejor que su antecesora, algo que Cameron ya había logrado con su secuela de Terminator: mejorar las ideas y darle un tinte épico a su aventura intergaláctica, filmando escenas de acción con tensión y vértigo de cine bélico, junto con un llamado de alerta sobre el futuro de la naturaleza. El alegórico universo de Pandora propone una relación armónica con el ecosistema, mientras que los seres humanos son la amenaza. La familia Sully y sus lazos serán el núcleo temático, que también se nutre a partir de los otros personajes. Ya no habrá un héroe ni una historia de amor como en la anterior entrega, sino un viaje de trascendencia en comunidad que fortalece la narrativa de la película.
Cameron es un director con trazos de espectacularidad, de grandilocuencia; es un megalómano sin lugar a dudas. Pero quizás sea uno de los pocos realizadores contemporáneos capaz de hacer una superproducción con sello propio. Una aventura épica para vender merchandising y crear una saga a la manera de Star Wars, aunque con la impronta de su inconfundible estilo. Un tipo de película que venía faltando en las entregas de premios que últimamente dividían sus candidaturas entre exitosas franquicias y cine solo para entendidos. Avatar 2 combina el cine que atrae al gran público con la mirada de un autor. Ese tipo de producto que Cecil B. Demille alguna vez dominó, ahora es territorio de Cameron, el nuevo rey del espectáculo más grande del mundo.

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