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Cambio de piel

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Gabriel Plaza

Arco y flecha
Mi Amigo Invencible
Geiser Discos

Espíritu pop. Las nuevas canciones de la banda mendocina son simples y directas.

Foto: Prensa/Nora Lezano

Atahualpa Yupanqui escribió: «La flecha vuela en el aire /para llenarse de sol». Arco y flecha es la reivindicación pop de Mi Amigo Invencible: un álbum solar, atravesado por la necesidad de escapar hacia la promesa de otro futuro. Con nueve discos y una historia que comenzó en 2007 en la escena independiente, la banda mendocina alcanza un sonido mucho más hi-fi en esta decena de canciones.
El grupo viene mudando de piel: cambiaron el sonido indie y psicodélico que atravesaba el espíritu original de discos emblemáticos como La danza de los principiantes (2015), para transportarse a un territorio de melodías que ameritan ser cantadas como potenciales hits radiales.

Son canciones envueltas por el brillo de sintetizadores, guitarras funky y una línea de bajo (el corazón del grupo), que funciona como un colchón suave, mullido, donde las letras parecen recostarse a reflexionar, o simplemente se ponen a bailar. Con la producción de Mariano Otero, la banda levanta otras banderas sin dejar de ocupar ese universo melancólico que atraviesa la lírica del cantante y guitarrista Mariano Di Cesare: «En qué momento caerá ese rayo /que parta el mundo en dos», dice sonriente y apocalíptico en «Acto de fe», una perfecta síntesis de himno pop y espíritu existencialista.

«Caballos» es la mejor elección para abrir el disco. Entre sintetizadores, riffs de guitarras en plan spaghetti western y un sonido épico que cabalga sobre la línea de bajo, el grupo traza un punto de fuga hacia ese estado onírico de la infancia. Mientras que «Todo lo que tengo», la que cierra la lista, no solo evoca la tradición del pop argentino de los 80, sino que además suena como una plegaria en tiempos oscuros.

Si bien en su trabajo anterior, Isla de oro, el pop ya pedía pista, el sonido del grupo ofrecía esquinas irregulares y una instrumentación más recargada, que pulieron en el nuevo material. En Arco y flecha las canciones son redondas, simples y directas. Temas como «Panteras» (la crónica surreal de un gato en los tejados) o «Jinetes del atardecer» (un tema para la ruta con un delicado punteo de guitarra eléctrica que recuerda el mood suave de «Sultanes del ritmo» de Dire Straits) dan en el blanco.

A veces un disco es la excusa para escribir aquella canción, la que vencerá al tiempo: «Reflejo» es una balada psicodélica con la participación de Juan Saieg de Usted Señálemelo, un encuentro cumbre de la música mendocina del siglo XXI con un estribillo bucólico y adictivo para repetir una y otra vez, en voz baja, que dice: «Crece en vos, crece en mí /las ganas de salir de aquí /Crece en vos, crece en mí /el amor». También puede servir para dejar versos sentimentales y extraños como en «Un beso relámpago» con Juliana Gattas de Miranda, un rush ambiguo y new wave que subraya la influencia de Virus en las nuevas generaciones.

Mi Amigo Invencible hace cumbre con su minimalismo pop en temas como «Llamada perdida» o «Lejos de todo». No necesitan más que un acorde simple que suena muy bien para mover la cabeza de un lado a otro, o transformar una frase banal en un verso de oro, que produce el extraño encantamiento de una gran obra pop.
En Arco y flecha, los estribillos de Di Cesare buscan en lo esencial: los movimientos mínimos de lo cotidiano, la deriva de los días, la intimidad del paisaje humano retratado con letras simples y sofisticadas, que se expanden como mensajes en una botella que sirven para escapar de lo rutinario.

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