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Carta de amor a Nápoles

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Emiliano Basile

Parthenope: Los amores de Nápoles
Director: Paolo Sorrentino
Intérpretes: C. Dalla Porta, G. Oldman, M. Joubert, S. Orlando e I. Ferrari
País: Italia

Misteriosa. Dalla Porta interpreta a Parthenope, un reflejo de la mitología napolitana.

En su primera película protagonizada por una mujer, interpretada por Celeste Dalla Porta, el director de La gran belleza, Juventud y Fue la mano de Dios rinde un sensible homenaje a su ciudad natal, Nápoles. La película aborda los temas recurrentes de Paolo Sorrentino, la nostalgia por el paso del tiempo y la añoranza de la juventud perdida, desde la perspectiva de su peculiar protagonista, una hermosa mujer vinculada con el misterio y la mitología que envuelven a la región. Parthenope es tanto el nombre de la protagonista como de la antigua ciudad de Nápoles, ligada al mito de las sirenas.

Nacida literalmente en el agua, la escultural Parthenope emerge del mar, como si fuera parte de un rito sagrado. La historia se centra en su juventud, a partir del año 1968, cuando su belleza cautiva tanto a hombres como a mujeres. Su poder de seducción no es solo físico, sino también intelectual. Parthé, como la llaman sus allegados, responde con elocuencia a los comentarios masculinos sobre su cuerpo, con una actitud curiosa y distante que le permite escapar de los hombres poderosos y manejar la situación a su manera. Como una hábil observadora del comportamiento humano estudia antropología, la ciencia que investiga a las sociedades y sus culturas. Su tesis sobre «los límites culturales del milagro», funciona a modo de premisa en este film.

La película es un viaje de aprendizaje desde su nacimiento hasta su madurez (o «jubilación»), centrándose en las experiencias significativas que atraviesa en su juventud, ya sea con un melancólico escritor (interpretado por Gary Oldman), con su excéntrico profesor de antropología (Silvio Orlando), y con un hermano con intenciones suicidas (Marlon Joubert). Sus distintos amores surgen de su particular manera de observar a las personas, como si ella tuviera el don de captar la esencia de cada uno, ya sea trágica o bella, al poder ver más allá de lo físico. Este don se manifiesta a lo largo de la trama en Flora (Isabella Ferrari), la coach de actuación sin rostro, en el cura que realiza el milagro de San Genaro (Pepe Lanzetta), o en el hijo (hecho de agua y sal) del profesor de antropología. Entre las ruinas de esta ciudad milenaria, la protagonista encuentra belleza y sabiduría, incluso en la vulgaridad y la banalidad, que incluye la pasión napolitana por el fútbol, con alusión a Diego Armando Maradona.

Sorrentino construye la historia por secuencias, al estilo de Federico Fellini en Amarcord, cine del que claramente es deudor. No faltan las secuencias oníricas ni los elementos simbólicos en este mosaico de situaciones acompañadas de reflexiones sobre el sentido de la vida, con un magistral trabajo escénico que capta la elegancia de Nápoles desde una trabajada puesta en escena, que resalta colores vivos y fastuosos decorados con suaves movimientos de cámara.

El director italiano crea un cine hipnótico, con imágenes construidas de manera tan estilizada como poética, que seducen por su perfección pictórica. Y aunque la película contiene algunos excesos en sus ideas y frases resonantes, conserva la línea temática de sus mejores producciones, con su puesta en valor de la juventud, la ironía siempre presente de la idiosincrasia italiana y la nostalgia acerca del paso del tiempo, que hacen de Parthenope una carta de amor a una ciudad misteriosa, llena de historia, mitos y personajes fascinantes.

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