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Ciudad malandrina

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Juan Ignacio Babino

Adrián Abonizio – Acqua Records

«Me voy», dice. Y está todo echado sobre la mesa, sin vueltas: un par de yeites tangueros abren la cosa. Pero en realidad no hay huida, el que canta no solo nunca se fue sino que siempre estuvo ahí. El rosarino Adrián Abonizio vuelve a dedicarse entero al tango después del celebrado Tangolpeando. Y esta vez lo hace junto a La máquina invisible, quinteto joven formado por Pablo Galimberti (violín y arreglos), Guido Gavazza (bandoneón y composición), Julián Cicerchia (guitarra eléctrica), Manuel Martínez Serra (piano, composición y arreglos) y Mauro Rodríguez (contrabajo). El peso de Abonizio en la música argentina es considerable, aunque nunca del todo reconocido. Ciudad malandrina avisa desde el título: casi todas las historias que hay aquí encuentran su epicentro en alguna ciudad. Vale pensar, sobre todo, en Rosario. Allí entonces ocurren la tragedia cotidiana, los pequeños grandes amores, los desencuentros, las experiencias que a nadie importan pero que hacen el día a día. El ensamble que lo acompaña se desenvuelve con riqueza y sapiencia. Oscuro, melancólico, irónico, hasta con cierta dosis de humor, Abonizio es un viandante bueno en el decir, en la palabra. Por ejemplo: «Perdoname corazón, filosofando me distraje» canta, casi que confiesa en «Quedate un poco más»; o «llevo el peso de todas lluvias sucedidas» en «Alba de garúa». Este nuevo trabajo es espeso, cargado y rico en su musicalidad. Abonizio y el quinteto se tocan un tango, luego, existen.

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