4 de septiembre de 2025
La mujer de la fila 
Director: Benjamín Ávila 
Intérpretes: N. Oreiro, A. Noguera, A. Ammann, M. Acuña, L. Uranga
País: Argentina

Experiencia. Oreiro interpreta a la fundadora de una red de familiares de detenidos.
Director de Infancia clandestina y de la serie Diciembre 2001, Benjamín Ávila concibe el cine como una herramienta de reflexión y transformación de la realidad. Esta visión se materializa en La mujer de la fila, que retrata la experiencia de las personas que diariamente hacen fila a las afueras de los penales para visitar a sus familiares privados de la libertad. Un tema ya abordado en el documental La visita de Jorge Leandro Colás.
La ficción, ambientada en 2004, narra el caso real de Andrea Casamento (interpretada por Natalia Oreiro), una mujer viuda cuya vida da un vuelco con la detención de su hijo adolescente, Gustavo. Convencida de que es un error, Andrea luchará incansablemente por su pronta liberación.
La película se estructura en dos partes. La primera detalla el calvario de Andrea en primera persona, mientras aprende de la peor manera los pormenores del proceso de visita a un penal: la hostilidad tanto de sus pares como del personal de supervisión. Su vida cotidiana se desmorona ante la lentitud del sistema judicial, sus dos hijos menores son desatendidos y es juzgada por su propia madre y sus amigas.
Este segmento se aborda con un pulso documental, registrando paso a paso el sufrimiento y la angustia de la protagonista. La expresividad de Oreiro es clave aquí, transmitiendo con honestidad cada momento de impotencia. La legitimidad del relato se refuerza con la participación de verdaderos familiares de detenidos, además de los papeles a cargo de la ex boxeadora Marcela «Tigresa» Acuña y la actriz chilena Amparo Noguera.
En la segunda mitad del film, el tono cambia radicalmente, tornándose esperanzador. La luz irrumpe simbólicamente para construir la sororidad entre las mujeres de la fila. Andrea se integra por completo, adoptando sus códigos y reglas para ayudar a su hijo desde afuera. Mientras la primera parte abreva en un realismo crudo al estilo de Leonera de Pablo Trapero, la segunda se afirma en la unión femenina frente al dolor. Adicionalmente, el vínculo entre Andrea y un recluso (Alberto Ammann), quien oficia de intermediario para darle información sobre su hijo, se convierte en una conexión romántica y un engranaje más en la red social construida por los familiares de los detenidos.
En este cambio de tono, la transformación en la mirada de la protagonista es fundamental. El plano inicial de la película muestra a Andrea despertando, con el rostro de su hijo Gustavo reflejado en sus ojos, un chico que se presenta angelical y servicial. Hacia la mitad de la proyección, volvemos a verla despertar, pero ahora su hijo es una incógnita. La dosificación de información lleva al espectador a imaginar que Gustavo oculta algo y que no es completamente inocente respecto a su detención. Finalmente, el despertar se repite pero con una mirada diferente, que transmite aceptación.
Andrea Casamento desempeña un rol social activo como fundadora de una red por los derechos de los familiares de los detenidos y es una de las diez integrantes del comité para la prevención de la tortura en la ONU. Benjamín Ávila nos invita a conocer su lucha, narrando su adaptación a las circunstancias impuestas y a la vida en la cárcel desde una perspectiva novedosa: no la de los presidiarios, sino la de quienes acompañan desde afuera. Un punto de vista que invita a reflexionar sobre quienes sufren el drama carcelario desde los márgenes.
