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Crimen y capitalismo

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Emiliano Basile

Los asesinos de la luna
Director: Martin Scorsese
Intérpretes: L. DiCaprio, R. De Niro, L. Gladstone, J. Plemons, J. Lithgow, B. Fraser
País: Estados Unidos

Negocios turbios. Gladstone, De Niro y DiCaprio en el nuevo film de Scorsese.

Martin Scorsese narra una vez más en su carrera el modus operandi del crimen organizado y, con este, la historia de los Estados Unidos. En Los asesinos de la luna la violencia y la codicia van de la mano, como cimientos del capitalismo salvaje actual.
A partir del libro homónimo de David Grann, el director escribió el guion junto a Eric Roth. En la película se relatan los crímenes que ocurrieron en la comunidad nativa Osage, en Oklahoma, a principios del siglo pasado. Los «pieles rojas» (tal como los llaman en el film) se enriquecen gracias al petróleo encontrado en sus tierras, mientras que los hombres blancos se ofrecen como servidumbre, aunque en realidad sean buitres merodeando su flamante fortuna.
Estos blancos son representados como la verdadera barbarie detrás de la conquista del territorio, parásitos dispuestos a todo con tal de vivir a expensas del dinero ajeno. En un cortometraje didáctico que emula los noticieros del período mudo, se describen las consecuencias trágicas que inexorablemente acompañan a la ambición desmedida por el dinero. Es un camino descendente hacia el infierno para los nativos, que mueren uno a uno a causa de enfermedades, suicidios o crímenes sin resolver.
El villano de esta historia, William Hale (Robert De Niro), podría considerarse la personificación del verdadero poder, que maneja los hilos necesarios para apoderarse de las tierras de la Nación Osage y su riqueza. Para llevar a cabo su plan, utiliza una figura recurrente en el cine de Scorsese: la del «idiota útil», que en este caso es su sobrino Ernest Burkhart (Leonardo DiCaprio), un exsoldado de la Gran Guerra con limitaciones intelectuales que llega en busca de trabajo.
Su tío lo convence de casarse con Mollie (Lily Gladstone), una de las mujeres «de pura sangre», con el objetivo de apoderarse de su fortuna. Si bien el punto de vista reposa en los habitantes del pueblo originario, la narración recae en Ernest y su limitada capacidad para distinguir entre sus propias decisiones y las impuestas por su tío. El tipo no se da cuenta de la gravedad de lo que hace, aún cuando los hechos explotan frente a su rostro. Con este personaje el director de El irlandés y Buenos muchachos da un paso más allá en la configuración del matón ambicioso y lo transforma en un personaje incapaz de detectar si sus acciones son perjudiciales para sí mismo, convirtiéndolo en el eslabón más peligroso del crimen organizado. Toda una declaración de principios acerca de la sociedad contemporánea.
La trama de esta película presentada en el Festival de Cannes está arraigada en el contexto histórico en el que ocurrieron los crímenes y la subsiguiente investigación policial, comandada en la pantalla por Jesse Plemons. Este período fundacional de los Estados Unidos, a menudo idealizado por los westerns clásicos, se deconstruye aquí con el propósito de arrojar luz sobre la brutalidad infligida a los nativos. Por esta razón, en su rol de acérrimo conservador del patrimonio fílmico mundial, Scorsese recurre a imágenes en blanco y negro que simulan ser material de archivo de la época, y a fotografías de las comunidades originarias, presentándolas como registros visuales que deben ser preservados en la memoria colectiva.
Un recurso similar se emplea al final de la película, con una técnica «radial», con la finalidad de establecer conexiones entre los aberrantes acontecimientos pasados y el presente. Esto busca fomentar la reflexión y destacar el poder del cine para narrar acontecimientos históricamente olvidados.

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