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Duki vuelve al trap

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Facundo Arroyo

Antes de Ameri
Duki.
Dale Play / SSJ

Rimas desafiantes. «Empiezo a rapear y en Buenos Aires llueve», dice el cantante.

Foto: Guido Adler/Prensa

Duki siente que Buenos Aires está sonando como Atlanta, y funciona como la gran pista de su vuelta al trap. El cantante menciona a la cuna del género y se cuelga en el estudio a tirar rimas. En muchas de estas nuevas canciones hay dos vueltas donde repite líneas: eso, en esta variante del género urbano, viene a ser lo más parecido a un estribillo. En efecto, después de dos discos centrados en el reggaetón, el fundador del trap argentino vuelve al terreno que lo convirtió en una estrella mundial. «Empiezo a rapear y en Buenos Aires llueve» dice en «Jefes del sudoeste», uno de los temas más desafiante de Antes de Ameri.
Si se toma a Temporada de reggaetón 1 y 2 como dos materiales que no llegan a ser LP por su duración, este nuevo trabajo de Duki sería el tercer álbum de su discografía oficial. Antes de Ameri tiene a los beats amalgamados, suenan muy parecidos y quizás sea un objetivo por la obsesión del músico de darle forma a una obra conceptual, de principio a fin. Como todo disco de música urbana está repleto de invitados y, en términos paradigmáticos, sigue en la línea narrativa de autorretratarse como el mejor, el que más gana, el que más marcas usa, el que más medallas cuelga. Si hasta se compró un pedazo de luna.
Hay una línea que asegura: «¿Cuánta plata hago? No lo sabe ni Forbes». Aún así, hay versos más que inspirados en el esqueleto de la parafernalia. Podría decirse que, a pesar del look costoso, sigue habiendo mucho contenido en el corazón de Duki. En la nueva versión de «Rockstar 2.0» dice: «Soy famoso en la tele sin tener apariciones».
El track número ocho se llama «don’t liE» y, aunque baje un cambio en la manija trapera, es uno de los puntos altos del disco. Se trata de una balada de amor en el contexto de un músico como Duki, que invita a una de las grandes estrellas del ámbito y le saca todo lo que tiene: es una goleada artística lo que generó el trapero argentino con Quevedo. El rapero de Madrid aparece metido en un mundo cercano a Daft Punk, mientras en doble tiempo mete culos, Rivotril, Bacardí y cierra cada línea con el tono de su voz y las vocales a la orden de su exigencia interpretativa. Con 27 años recién cumplidos, Duki es capaz de hablar de amor y de desintoxicación, dos cosas que no pudieron los mártires del rock que abandonaron este plano a esa edad.
Aquel muchacho de la cara tatuada gritando rimas improvisadas en El Quinto Escalón retomó algunos de esos recuerdos y en «Jefes del sudoeste» se saca y afirma que se siente Kanye West escribiendo Yeezus, una de las mayores obras del rap moderno. En «N.C.L.C.» de a poco, además, se va transformando el estudio de grabación en un ring de freestyle. Duki está esperando contrincantes mientras no para de armar punchlines con su propia historia. «Adentro del estudio me dicen licenciado, si tienen algún problema llamen a mi abogado», canta.
La canción «Último tren a Ameri» dice «Flow sin editar». Si es así, el mérito es doble. De hecho, en «Uno dos» se pudo comprobar a través del Instagram de Duki que el tema se hizo durante una madrugada, en unas pocas horas de intercambio con Salastkbron. Como medio directo de información, también a través de la red social mostró una placa con la playlist del disco, pero en la publicación faltaba una pieza que se llama «Troya». Parece que viene con sorpresa (hay otras si se navega con atención en los videos que está publicando en su canal de YouTube), una que huele al trío que todos quieren que vuelva, el que completaban YSY A y Neo Pistea. Modo diablo en la casa, diría Duki.

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