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El balance de Julieta Venegas

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Juan Ignacio Babino

Tu historia 
Julieta Venegas
Lolein Music/Altafonte

Calidad pop. Venegas revisa su trayecto vital con un puñado de buenas canciones.

Foto: Prensa

Hace rato ya que la canción mexicana encumbra al género femenino. Un repaso urgente alista algunos nombres: Natalia Lafourcade, Silvana Estrada y, claro, Julieta Venegas, quien desde hace años reside en Argentina. Bien vale aventurar que, a su manera, ellas fundan una tradición en la música popular contemporánea.
De algún modo, en su reciente disco Venegas hace un movimiento a dos bandas. Por un lado, y ahí está el título a mano, revisa su recorrido vital, lo que la trajo hasta aquí. Las aristas que recorren Tu historia se centran sobre todo en el amor (en la celebración y en la pérdida que lo cruzan), en los vínculos, en las luchas feministas, en los perdones, en los olvidos y, también, en algunos rencores. Más allá de su musicalidad, en el fondo del trabajo anida la melancolía, más a veces también la tristeza.
El sonido, por su parte, parece apuntar a un nuevo rumbo. Más descaradamente pop, bailable, desprejuiciado en su intención rítmica y percusiva, en el groove. Una tímbrica que además encuentra un tratamiento particular y una fuerte presencia de las cuerdas a la vez que una marcada ausencia de la guitarra. La canción siempre está ahí, a mano, sobre todo. Ella misma insistió en algunas entrevistas durante el último tiempo: «No hago rock, hago canciones», dijo una y otra vez.
En esta ocasión, al momento de pensar el disco, aunó voluntades y talentos con el productor Alex Anwandter. El chileno, a las claras, le aporta el tinte más tecno, más retro pop. Podemos volver sobre el último trabajo de Anwandter, el gran Latinoamérica, para entender en parte ese marco sonoro.
La intención queda ya de manifiesto en la canción que abre el disco, «En tu orilla». Iba a ser una cumbia pero terminó virando hacia un pop encantador, con el clásico acordeón de Venegas presente. Ella canta, saltarina, sobre un texto que está inspirado en un poema del chileno Raúl Zurita: «Quiero estar en tu orilla/ Para siempre, en tu instante más feliz/ Voy a ser tu secreto/ Un rincón que guardas solo para ti».
No sería aventurado decir que «Mismo amor» tiene ya altura de hit: un retro funk chiquito y poderoso, bailable y con el beat directo al pecho que encuentra a Venegas en una gran perfomance vocal. En «Te encontré» vuelve a asomar aquella Venegas de sus primeros discos, aquella de los hits de Si y de Limón y sal. En «Caminar sola», que arranca lento con un piano suave a la vez que el beat gana lugar de a poco, narra algo del puro presente: «Dudosa herencia, sí está construida con miedo y con dolor/ Me quiero quedar aquí bailando/ pero no puedo, no, no puedo/ porque tengo miedo de salir/ a caminar sola por ahí». Hacia los últimos pasajes del álbum se encuentran algunas tonadas de inconfundible sonoridad mexicana: por ejemplo, en «La nostalgia», «Tu historia» y «Despechada mexicana».
No es que la cantante nacida en Tijuana haya quemado las naves. Quizás encendió un fuego y vio arder allí las cosas perdidas. Lo hizo a través de una serie de composiciones que se iniciaron durante la pandemia y que derivaron en un notable nuevo disco. Una suerte de pésame a las cosas perdidas.
Por si faltara más, basta mirar una vez más la imagen de tapa: una suerte de retrato al óleo de Julieta Venegas con un aire anticuado, un talante que hace pensar en la Gioconda. Mira de frente a lo que fue y a lo que viene. Y lo hace con un puñado de muy buenas canciones entre manos. Quizás, de las mejores que ha compuesto en estos últimos años. 

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