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El magma de la adolescencia

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Jorge Dubatti

Querido Evan
Autor: Steven Lebenson
Director: Sebastián Irigo
Elenco: M. Meyer, A. Madanes, R. Hernández, M. Condoluci, J. Zenko y L. Conforte
Sala: Teatro Metropolitan

Ruptura. Meyer protagoniza una pieza que retrata la complejidad del mundo juvenil.

Foto: Alejandro Palacios

Entre las propuestas más valiosas del teatro de Buenos Aires en el circuito de producción empresarial hay que destacar Querido Evan, la comedia musical (no convencional) con libro de Steven Lebenson y música de Benj Pasek y Justin Paul, que se presenta bajo la dirección de Sebastián Irigo, quien ya había llamado la atención por Regreso en Patagonia. Justamente por este trabajo Irigo acaba de obtener el prestigioso Premio Hugo (que lleva este nombre en homenaje al gran Hugo Midón) a la mejor dirección en musical. Hay que destacar que, tras la pandemia, el teatro comercial porteño ha alcanzado altos niveles de adhesión del público, superando cifras históricas en el pasado mes de marzo.
No es una excepción para Querido Evan, ya que lo sigue fervorosamente un amplio grupo de espectadores función tras función, y sobresale en su composición la presencia de jóvenes. El tema de la obra es el universo adolescente en la sociedad contemporánea, en un múltiple espectro de problemáticas: la necesidad de aceptación de los otros, la relación con las redes, el suicidio, los vínculos con los padres y las instituciones, la inserción en la sociedad y el diseño de una personalidad, de un lugar en el mundo. Esto es tal vez lo más poderoso en Querido Evan: propone un viaje al «planeta» adolescente en su complejidad actual, permite abordar las diversas subjetividades de esta edad conflictiva, encarnadas en los distintos personajes.
El interés que despierta la pieza se relaciona con un fenómeno social que ha señalado Jean-Pierre Le Goff en el libro Mayo del 68, la herencia imposible: la ruptura en la cadena de transmisión de experiencia de los adultos hacia los jóvenes, ya que el mundo en el que viven los primeros no les sirve a los segundos para construir el propio. Es destacable en ese sentido que los espectadores adultos quieran ver esta obra para ver en ella representados los problemas adolescentes y su posible abordaje. Es destacable que muchos espectadores van en familia, se acompañan padres e hijos.
Al mismo tiempo es sobresaliente la estructura narrativa de la pieza (junto con la belleza de la música), que juega con un múltiple perspectivismo, en el que el que más sabe es el espectador, por sobre la información que manejan los personajes. Uno de los tópicos fundamentales de la obra es el juego con los variados puntos de vista sobre el mismo hecho (a la manera de un caleidoscopio sobre los posicionamientos frente a los mismos hechos), y en especial la «peripecia», es decir, el vuelco inesperado de la intriga en un sentido que el espectador no puede sospechar.
La dirección ha hecho una adaptación del original (por ejemplo, ha cambiado el título sacando el apellido «Hansen» del protagonista) y ha centrado el código de puesta en escena en una variante del realismo, que hace que la interpretación de los cantantes no se perciba como en una comedia musical tradicional (gran mérito de Irigo), sino desde una interiorización psicológica. La música, sin duda muy valiosa, es interpretada en vivo por una orquesta de excelencia.
En Querido Evan se habla todo el tiempo de las redes, pero se le pide al público que entre en «modo teatro» y apague su celular hasta el saludo final. Entre los intérpretes hay que señalar el trabajo de Julia Zenko y Laura Conforte (en el rol de las madres), Máximo Meyer, Alan Madanes, Rochi Hernández y Mariano Condoluci (a cargo de los complejos personajes adolescentes). Imperdible, entre lo mejor del teatro comercial de arte.

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