17 de marzo de 2025
Futuromanía
Simon Reynolds
Caja Negra
416 páginas

Mirada. Reynolds se interesa por artistas que crean sonidos que parecen llegados del futuro.
Foto: Prensa/ Adriana Bianchedi
Los libros sobre música, sobre teoría musical o historia de los géneros, generalmente se dirigen a especialistas, melónamos, aficionados o, muchas veces, a los propios músicos. Por su parte, la crítica con frecuencia navega en una línea pretérita del tiempo, en especial la que trata de las composiciones cultas; y cuando tiene por objeto a los intérpretes contemporáneos, en la amplia gama del pop y del rock, tampoco se destaca por su perspectiva sonora. Entre otras razones, en las que no faltan argumentos estético-filosóficos y políticos, sociológicos y personales sin más, la obra del periodista e historiador inglés Simon Reynolds solo puede entenderse como una excepción. Teórico del «post-rock» a partir de un influyente artículo publicado en 1993 en la revista Melody Maker, brillante cronista del post-punk y las subculturas urbanas de los clubes de baile, amigo y colega del filósofo y bloguero Mark Fischer (creador de la fórmula «realismo capitalista» para definir el neoliberalismo de los años 90), ha publicado al menos dos libros esenciales: Retromanía (2011) y el más reciente Futuromanía.
Lo que une a ambos, aparte de la retórica electrizante del autor, es el plano de análisis que de algún modo invierte el procedimiento proustiano, ya que no investiga el «tiempo perdido» sino el «futuro perdido» de la música. Dicho de otra manera, el enfoque sobre el glam rock, la vertiente retro, el jungle o el house se realiza desde un tiempo «por venir», desde una «canción del futuro» (la idea es del productor Giorgio Moroder para definir «I Feel Love» de Donna Summer) que se estaría gestando en el presente. Este carácter intempestivo del método de Reynolds, que escucha y juzga la sonoridad desde un horizonte futurista, hace que Retromanía –un cuestionamiento integral del regreso del pop hacia su propio pasado– se organice como una máquina modernista en absoluto disconforme con la cultura retro de la posmodernidad. No ocurre lo mismo en Futuromanía, aun cuando la mitad del libro se compone de artículos sobre géneros de las décadas de 2000 y 2010, porque Reynolds elogia ciertas regiones de la corriente electrónica de difusión masiva que juzga futuristas, como el rap con autotune y otras variedades de danza urbana con voz artificial.

En comparación con Retromanía, el ultramodernismo o epimodernismo de Futuromanía se interesa por artistas contemporáneos (Burial, Boards of Canada, Aphex Twin, Laurel Halo, Maria Minerva y otros) que logran crear algo así como melodías y sonidos venidos desde el futuro. Si bien en el libro hay una franja de hauntología (o «fantología», el concepto que Reynolds y Fischer tomaron de Jacques Derrida y lo aplicaron a un grupo de artistas que surgieron a mediados de la década de 2000 en el sello Ghost Box, como The Caretakerm o William Basinski), la cual explora los nostálgicos y siniestros fantasmas del «futuro perdido» de las sociedades capitalistas, en gran medida lo que predomina son las resonancias de una lenta recuperación del porvenir. Esto, sin embargo, no significa la revocación de la «retromanía» cultural y política, ni tampoco de las canciones que crean una sensación intensificada de «presente» que elimina toda noción de pasado o de futuro.