23 de junio de 2024
En su primera novela, Regina Satz logra reflejar la furia y la ternura de una adolescente que sale a descubrir el mundo mientras su vida familiar se derrumba.
La mancha transcendental
Regina Satz
Metrópolis
122 páginas
Enfoques. «La mancha transcendental» se puede leer como una nouvelle o como un diario íntimo.
«Que en la mancha son iguales la sangre y el vino tinto». Con este fragmento del poeta y cantante uruguayo Manuel Picón se puede seguir el derrotero de La mancha transcendental, un libro de pulsaciones en alza, que puja por nombrar y sugerir imágenes, lugares. En la primera novela de Regina Satz el centro de la trama es el tránsito de la pubertad a la adolescencia, con sus furias y sus sonidos.
Si el mundo familiar y social se cae a pedazos, allí está la escritura para darle sentido a los cambios. Nada está escrito porque sí. La lapicera Sheaffer con cartucho de repuesto, las figuritas de Caperucita Roja y la responsabilidad de atender un almacén no son actividades contrapuestas para una niña de 12 años, pues por allá está el brillo de las martingalas y también esperan el jamón y los lácteos.
El gran suspenso de quién será el ganador en «Si lo sabe cante», el programa que conducía Roberto Galán, donde el premio era un canario dentro de una jaula, todo un símbolo de la represión como constante en nuestra sociedad; en contraposición a una de las mejores definiciones de cómo bailar el tango: «Le enseñó a caminar sobre la música». Y la cultura judía que una y otra vez se apoya en la palabra y el humor: yarkoi, bahiut, tujes, jrein, plétzales y potz.
Regina Satz integró el Taller Mario Jorge De Lellis y en la actualidad es docente de Artes Plásticas. Al frente del Taller de Arte Inclán, emplazado en el barrio de Parque Patricios, recibió numerosas distinciones y premios, entre ellos la declaración de Sitio de Interés Cultural por parte de la Legislatura Porteña, en reconocimiento por el mural colectivo «La sonrisa de Gardel».
¿La mancha transcendental es una nouvelle sobre el asombro? ¿Sobre la iniciación de los cuerpos en plenitud? ¿Un susurro sobre una chica que pierde a su madre de 39 años? ¿La evocación de un muchacho que en plena época de Onganía le da un panfleto en el colectivo? ¿Un diario íntimo corregido para ser una obra hecha y derecha? Eso y mucho más es este libro que, como alguna vez describió Andrés Rivera en una entrevista, fue hilvanado como una seda, pasando por el pequeño hueco de la aguja del humor y el dolor.
Dos mujeres en un consultorio médico «amenizan» la espera y cada una da su versión sobre lo que significa perder a un marido. Y no puede pensarse en esa escena sino como una pequeña obra de teatro, que bien podría representarse en idish. O la pelea entre hermanas, a veces tan semejante a una pequeña riña de boxeo y amor («Parece que la alegría te sorprende más que la tristeza»). Si es una primera novela, con creces, no se nota.
