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Frenkel sigue puliendo su estilo

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Mariano del Mazo

Medusas
Diego Frenkel
RGS Music

Prolífico. El compositor y cantante retoma la senda inaugurada en Frenkeltronic.

Foto: prensa

«Las verdades más reveladoras son del territorio de la poesía, de las musas y los mitos, de los sueños y el entresueño. Las medusas son 90% agua y son muy adaptables al entorno en el que estén y sus circunstancias. Son excelentes sobrevivientes al recalentamiento de las aguas. Eso hace que proliferen. A su vez, el mito de Medusa habla de una sirena, un ser marino que se “monstrifica” al ser violada por Poseidón, Dios de los Mares. Me gustaría liberar a Medusa de la supuesta fealdad, que no es otra cosa que un castigo patriarcal de Occidente», dice Diego Frenkel. 
El textual es la justificación del título del flamante e inquietante Medusas. Para seguir con las analogías acuáticas, el ex Clap y La Portuaria navega por un mar calmo de programaciones. Se trata de una antigua modernidad levantada sobre bases de hip hop que hacen lucir a la canción, un poco a la manera de lo que decantó luego de la irrupción de Beck y que, en estas orillas, se atomizó en clave low fi. 
El disco tiene algo de claustrofobia pospandemia. Más allá del ropaje sonoro, Frenkel domina las maneras sutiles de la elegancia y sus canciones –adhesivas, sencillas– suelen ser una invitación al silbido, al canturreo. Arranca con «Cuando salga», un tema que hubiera sido un éxito radial en el siglo XX, y que convocó a dos clips experimentales a cargo de Lorena Vega y Juan Minujin con sus respectivos celulares. «Despéjame un poco esta soledad/ Estoy sin dinero hoy y sin ganas de hablar/ Creo que solo necesito un poco de satisfacción», comienza letra y en esos tópicos (la soledad, la falta de dinero y de satisfacción) se sintetiza parte de la histórica ideología urgente del rock.
«En las letras hay mucho de la posición subjetiva frente a la belleza del mundo», explica Frenkel. «La belleza no es un hecho estético y nada más, es un camino ético. No hay belleza en la maldad ni en la crueldad. Entonces, la belleza está ligada con la verdad. No es una postal edulcorada que nos aísla de la realidad, no es algo estático. Incluye movimiento y muchas veces niveles de fealdad, grotesco o situaciones descarnadas. Probablemente, en el disco rescate lo que puedo ver en el plano poético del mundo». El compositor y cantante viene exhibiendo esa posición desde los años en que era algo así como el émulo criollo de David Byrne. Hay en su mirada un gesto arty que no solo no perdió, sino que supo aggiornar a su propia madurez, entrando y saliendo del folclore global sin perder su pulso pop.
Medusas fue compuesto al piano. Se escucha orgánico y gana cuando la trama electrónica deja colar el sonido limpio de los bronces (la trompeta de Miguel Tallarita en «El pozo» o el perspicaz saxo tenor de Yamile Burich en «Algunos días»). Las canciones aparecen salpicadas por tres instantes que otorgan al material las características de un álbum: son «Preludio Medusas (intervalo)», «Medusas» y «Medusas (epílogo)». Sobresalen las cuerdas de Elizabeth Ridolfi (viola), María Cecilia García (violín) y Lucas Argomelo (cello). Frenkel sigue mostrando una curiosidad voraz, como cuando asomó al poptimismo alfonsinista hace casi 40 años, y un prolífico nivel de producción. En ese sentido, Medusas se puede ubicar como parte de una virtuosa saga electrónica que continúa a Frenkeltronic, de 2019. Ese álbum opera como precuela, pero toda la trayectoria del músico conserva un sonido que se oye en su medida y armoniosamente. Logró, en «todos estos años de gente», eso que llaman estilo.

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