12 de octubre de 2025
Brutto
Indio Solari
Teatro Argentino de La Plata

Arte rock. Una de las piezas que llevan la firma del legendario cantante.
Foto: Prensa
Si las últimas apariciones del Indio Solari en un escenario fueron remotas y mediatizadas por pantallas, impregnadas de un halo etéreo ante esa ausencia tan presente, la muestra de arte digital inaugurada en el Teatro Argentino de La Plata bien puede ser una extensión en clave visual de esa omnipresencia y de ese enigma que el exlíder de Los Redondos cultiva como marca indeleble de su carrera.
Titulada Brutto, la exposición tiene entrada gratuita y puede visitarse hasta el 2 de noviembre. Son 14 dibujos que, en sintonía con la mirada sombría y voraz que habita varias de sus canciones, evocan algo de la simbología ricotera –sobre todo aquella de los últimos discos, marcados por los samplers y las influencias electrónicas– y el trazo psicodélico de quien fuera líder de una banda que enamoró y enamora a multitudes.
En una alquimia estética donde orillan el cómic y las formas geométricas y surrealistas a lo Xul Solar, lo brutal en cada cuadro parece partir de los contrastes lumínicos –la oscuridad ante todo–, lo mismo que de figuras monstruosas, de aquelarres y de pinceladas rabiosas que, acaso como lo hacen varias de las portadas de sus discos, resultan una ventana al imaginario del mítico artista.
La curaduría de las obras estuvo a cargo del propio Solari, quien reafirma una vez más su faceta de dibujante, un camino explorado desde tiempos pre Redondos, y de Barba Maier. El periodista Marcelo Figueras, biógrafo oficial del músico, elaboró el catálogo que acompaña la exposición. En su mirada, tal vez un prólogo indirecto del propio Solari, Figueras explica que el músico rescata el eco de aquella legendaria película italiana Feos, sucios y malos, de Étore Scola, para presentar «su propia fauna de demiurgos, brutti, sporchi e cattivi, pero siempre dispuestos a exagerar su reputación, porque, ¿por qué no jugar a ser dioses mientras existan ingenuos dispuestos a tomarnos en serio?».
Realizadas en los últimos diez años, entre una pieza y otra se mezclan escenas de conjuros, figuras grotescas, elementos mecánicos y símbolos que parecen puestos al servicio de un bestiario disonante y enemigo de lecturas lineales. En esta deriva de escenas potenciadas por lo digital, aporta Maier, «lo bruto no es solo una estética aparente sino también una manera de narrar una visión del mundo, con significados que emergen tanto de la experiencia onírica como del universo artificial».
Las criaturas que pueblan las obras de esta muestra, interpreta la curadora, parecen venir de un tiempo incierto en el que «lo orgánico y lo mecánico se confunden en su compartida obsolescencia. No hay aquí nostalgia de lo que fue ni promesas de lo que vendrá, sino un presente desajustado donde se manifiestan cuerpos que se superponen en un gesto de expresión, ruido y desarraigo. No hay aquí ninguna amabilidad, sino la crudeza de una imaginación que se manifiesta imperturbable, como siempre, desbordando los márgenes y conmoviendo la sensibilidad de quienes, además de escuchar, ahora observamos».
Si en cine la luz es ideología, como decía Fellini, las catorce piezas de Brutto reafirman el compromiso de Solari con su narrativa original y críptica y, sobre todo, con ese afán de crear nuevos sentidos allí donde las cosas, a veces, parecen no tener ninguno.