29 de marzo de 2025
Museo secreto
Varios artistas
Museo Nacional de Bellas Artes

Paisaje nacional. La exhibición presenta 300 obras de diversos estilos y temas.
Foto: Matías Lesari
El Museo Nacional de Bellas Artes es una de las instituciones culturales más importantes del país. Existe desde 1896 y fue concebido según el modelo de los museos europeos de la época: un espacio de acopio de una colección patrimonial, con fines pedagógicos, de investigación y promoción del arte. Hoy alberga unas 13.000 obras que fueron donadas por coleccionistas privados y artistas, o que fueron adquiridas con fondos del museo. Muchas de ellas nos resultan familiares, ya que pueden verse desde siempre en sus salas de colección permanente. Sin embargo, solo son una parte del universo de imágenes disponibles, una selección representativa de la totalidad.
Museo secreto es una invitación a contemplar esas piezas de la reserva que no están incluidas en el guion curatorial del recorrido permanente. Con un montaje que recrea el modo en que se exhibían las colecciones en el siglo XIX, cuando las paredes se veían atiborradas de pinturas hasta el máximo de su capacidad, esta muestra presenta unas 300 obras de diversidad de estilos y temas. Entre pinturas, dibujos, grabados, fotografías, esculturas e instalaciones de artistas argentinos y extranjeros, desde el siglo XIV hasta la actualidad, se reúnen bodegones, desnudos, retratos de próceres, personajes de la aristocracia, la burguesía y la cultura popular; escenas rurales y urbanas; pintura religiosa de la Escuela Italiana; arte pop, abstracto y cinético; impresionistas y surrealistas del acervo. En el título de la exhibición se citan las palabras alguna vez pronunciadas por Eduardo Schiaffino, primer director del Bellas Artes, con las que expresó la necesidad de mostrar el patrimonio que permanecía oculto a los ojos de los visitantes.
En «El asado», un óleo de 1871 del pintor italiano Ignacio Manzoni, quien vivió en Buenos Aires, un gaucho con un verijero en la mano cuida la carne al fuego, mientras una mujer le ceba mate y otros dos personajes observan y participan de la ceremonia gastronómica. Unas cholas caminan juntas y cargadas, con el Titicaca de fondo, en una témpera de Raquel Fournier. Una tarde en la Plaza del Congreso, a principios del siglo XX, mientras los autos y los peatones cruzan Callao y Rivadavia. Un pequeño dragón de bronce con dientes diminutos y cola enroscada, de la surrealista Leonora Carrington. El retrato de una mujer de ojos grandes y nariz rectangular, en un grabado de Pablo Picasso. El conquistador y gobernador de Nueva Castilla tirado en el piso de su residencia de Lima, con una espada a su lado, en «La muerte de Pizarro», de Graciano Mendilaharzu. Retrato de un niño vestido de blanco y peinado hacia atrás, en «El día de la primera comunión», de Juan Pablo Renzi. El enorme mapa físico de América Central y del Sur dado vuelta, de Nicolás García Uriburu. La figura con poncho y de perfil de Juan Manuel de Rosas, retratado por el francés Raymond Auguste Quinsac. Desnudos de cuerpos masculinos en las fotografías blanco y negro de Marcos López y Robert Mapplethorpe. Una imagen de Charly García con fondo azul y flores de colores suspendidas en el aire, de Alejandro Kuropatwa.
«Los museos preservan la memoria de una nación», dice Andrés Duprat, director del MNBA, en el texto curatorial de Museo secreto. El conjunto de obras que allí conviven describe y representa el paisaje nacional, sus imaginarios, inquietudes y valoraciones estéticas, al mismo tiempo que son fundadoras de nuestra identidad cultural: estamos hechos de todas esas imágenes.