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La monstruosidad del ser humano

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Emiliano Basile

Laboratorio. Del Toro reescribe la historia, pero capta la esencia de la novela.

Frankenstein
Director: Guillermo del Toro
Intérpretes: O. Isaac, M. Goth, Ch. Waltz, J. Elordi, F. Kammerer
País: Estados Unidos

De una u otra forma, Guillermo del Toro siempre ha estado recreando la historia de Mary Shelley en su filmografía. El laberinto del fauno, La forma del agua y Pinocho son producciones en donde la monstruosidad proviene del ser humano, mientras que los denominados «monstruos» representan la verdadera bondad. Una idea que invierte la lógica de los clásicos cuentos de terror.

Era de esperarse que, tarde o temprano, filmara su propia versión de Frankenstein o el moderno Prometeo. Y el realizador mexicano lo hace, para lo cual divide la película en un preludio y dos partes. 

El primero muestra un barco atrapado en el hielo, con un capitán obsesionado en llegar al Polo Norte, desoyendo el pedido de su tripulación, que desea regresar a San Petersburgo. Esta pequeña historia sirve como espejo de la gran historia: la de Víctor Frankenstein empecinado en dar vida a su criatura sin oír los consejos de sus pares. 

Así comienza la parte inicial, con Víctor Frankenstein (Oscar Isaac) relatando su historia al capitán del barco. En este capítulo se añade la infancia de Víctor, su enojo con Dios y sus experimentos con la medicina para subsanar su dolor emocional. La segunda mitad de la película está narrada por la criatura, que por primera vez ofrece su versión de los hechos. Esta ingeniosa estructura narrativa nos ubica en el punto de vista del ser hecho de retazos y muestra, desde su ingenua mirada, la maldad del mundo. Así, Del Toro expone su trágico mensaje sobre la violencia autodestructiva del ser humano.

Oscar Isaac interpreta a un Víctor Frankenstein sumido en la obstinación por alcanzar metas científicas, lo que lo lleva a convertirse en un hombre desalmado y solitario, dañado física y emocionalmente. En la película, su experimento obtiene éxito gracias al financiamiento de Henrich Harlander (Christoph Waltz), un fabricante de municiones para la guerra. El negocio detrás de la muerte se materializa cuando ambos, Víctor y Henrich, buscan cadáveres en el campo de batalla luego de un sangriento enfrentamiento. No es un dato menor que el cuerpo de la criatura no surja de una muerte natural o de un accidente, sino de la violencia bélica. 

Mía Goth representa la otra cara de la historia. Ella es la prometida del hermano menor de Víctor (Felix Kammerer), pero también la luz del relato. En su personaje se sintetiza el amor, la sensibilidad y el lado luminoso de la especie humana. Es ella quien saca los mejores valores de Víctor y quien interactúa con la criatura que, interpretada por Jacob Elordi, rememora con su rostro la sensibilidad de Boris Karloff.

Guillermo del Toro crea su obra cumbre: grandilocuente, épica y visualmente deslumbrante, en este pretencioso alegato sobre la vida y la muerte, la bondad y la maldad, el perdón y el castigo. No faltan las referencias mitológicas, como los ángeles caídos o las figuras bíblicas –por ejemplo, el cuerpo de la criatura, antes de ser alcanzado por el rayo que le otorga la vida, no está reclinado en una cama, sino dispuesto sobre una cruz–, con el propósito de sintetizar la dimensión espiritual de la existencia. Con su emblemático héroe trágico del romanticismo alcanza el punto culminante de su discurso personal, que nos habla, siempre desde la fantasía y el poder del relato, acerca de la fragilidad moral de un mundo en crisis.

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