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Lo extraño y lo familiar

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Osvaldo Aguirre

El vástago liminar
Juan Andrade
Malisia
184 páginas

Entidades. Las «Monjitas del espacio», claves en esta novela, fueron vistas en Berisso en 1990 y llegaron a ser noticia en los medios nacionales.

Los encuentros con extraterrestres son historias recurrentes en el cine, la historieta y la literatura, y el narrador y protagonista de El vástago liminar está al tanto de esa tradición de la cultura popular.

«La mayoría transcurría en rutas o en autopistas ubicadas en las afueras de alguna ciudad de Estados Unidos», dice Diego, y por eso en principio le resulta increíble su propia experiencia: el contacto con una criatura que proviene de otro mundo en un barrio obrero de Berisso, a pocas cuadras de su casa.

Los sucesos siguientes convencen pronto al personaje, y tienen un antecedente en «hechos reales» con los que se trama la ficción: los testimonios sobre contactos con alienígenas similares, a los que la prensa llamó «monjitas del espacio», en el mismo escenario y durante los años 90. Berisso aparece, además, como un espacio apropiado para esos encuentros por su ubicación geográfica, a la vez próxima y retirada de ciudades más densamente pobladas.

El contraste sostenido entre lo extraño y lo familiar, entre lo desconocido y lo íntimo, es uno de los puntos fuertes en la novela. El encuentro con «la monjita» introduce sucesos y percepciones que trastornan de manera gradual e irreversible la existencia del protagonista. Lo perturbador es todavía más intenso porque se desprende de circunstancias mínimas y afectos de la vida cotidiana: una reunión familiar, el trabajo, el desayuno con los hijos y en particular la memoria del padre muerto.

Diego siente la ausencia de su padre, y tiene algo de culpa por haber desoído el deseo de continuar el negocio familiar para estudiar Letras con la aspiración de convertirse en escritor. Lo fantástico se vuelve entonces siniestro, porque aquello desconocido se posa en esa añoranza y la imagen, los objetos, la voz y hasta el retorno imposible del padre acosan al protagonista.

Juan Andrade escribe con plena conciencia de la literatura de género, atento también a las versiones nacionales, como indica un epígrafe tomado de El eternauta, la historia de la invasión extraterrestre de Héctor Oesterheld y Francisco Solano López. No solo pone en juego recursos y figuras de la ciencia ficción, sino también del terror, particularmente en los modos en que recrea la intriga y sostiene a la historia, hasta la última línea, en un horizonte de incertidumbre.

El protagonista se pregunta cómo podría contar los hechos y emprende una investigación a través de archivos periodísticos y de entrevistas con testigos y con un antropólogo que da cuenta de la persistencia de la mitología extraterrestre en distintas culturas. Narrar la historia es para él encauzar la vocación de escritor que creyó perdida, librarse de un secreto que lo carga de angustia y también reconciliarse con el padre, que a su modo fue un narrador oral.

Pero la reparación de la escritura no reduce lo inquietante de El vástago liminar, que hacia el final escala en intensidad y en espanto. El efecto está eficazmente tramado con las explicaciones parciales y con las conjeturas del personaje, que alcanza el final del relato con la sospecha difusa acerca de un experimento del que sería objeto y sin más certezas de lo que podía intuir en la madrugada en que se topó con la criatura.

Andrade toma un segundo epígrafe de un texto de H. P. Lovecraft y la cita no parece casual. El vástago liminar cuenta el encuentro con una criatura inaccesible al conocimiento, y esa imposibilidad, como en los relatos del escritor estadounidense, revela lo que es ajeno y hostil a lo humano. En Berisso, donde no sería raro que algo así sucediera.

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