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Poética tanguera

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Ezequiel Obregón

Discépolis
Autora: Maggi Persíncola
Directora: M. Persíncola
Elenco: M. Altschuler, R. Bascoy, S. Berzgal, N. Cesario, N. Iñón y C. Varela
Sala: S. Tuñón del CCC

Figura popular. Bascoy, Altschuler e Iñón, protagonistas de la obra dedicada al recordado autor, actor y director.

Con dramaturgia y dirección de Maggi Persíncola, Discépolis propone un retrato del pasado que se condensa en la figura de uno de los artistas más influyentes y recordados del país. A partir de una obra de alcance y sensibilidad popular no exenta de compromiso político, Enrique Santos Discépolo (compositor de tangos fundamentales, además de actor, autor y director de teatro y cine) conquistó un espacio sobresaliente en la galería de la cultura argentina.
En la temporada pasada, el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini había ofrecido Discepolín, fanático arlequín, espectáculo ideado e interpretado por Daniel Casablanca, en donde el integrante de Los macocos repasaba su vida y su obra con dosis de humor y emotividad. Ahora ha llegado el turno de Discépolis, una creación de Persíncola inspirada en textos del filósofo Rodolfo Kusch, con funciones los sábados a las 22.30 en la Sala Tuñón del mismo Centro.
Con una marcada impronta del sainete porteño, tanto en la construcción dramatúrgica como en el desempeño actoral, Discépolis se plantea como un homenaje al autor de «Yira, Yira», «Uno», «Cambalache» y «Cafetín de Buenos Aires», entre tantos otros tangos. El espectáculo transcurre en tres años distintos: 1920, 1930 y 1945. Los personajes (interpretados por Mauro Altschuler, Roberto Bascoy, Sol Berzgal, Nicolás Cesario, Nati Iñón y Carlos Varela) se encuentran en un bar y, a partir de sus diálogos, dan cuenta tanto del contexto social y político como de sus propias vidas, marcadas por el turbulento devenir histórico.
Además del celebrado artista, aparecen el dueño del bar, su empleada, un payaso, un obrero y algunos personajes más. Discépolis construye, siempre desde el humor, un puente que nos traslada hacia el pasado. Un tiempo que, conforme avanza la acción, nos impulsa a reflexionar sobre el presente. En medio de discusiones, juegos e interpretaciones de temas, la obra piensa a Discépolo como un genuino modulador entre el sentir popular y una búsqueda poética que condensa su propia mirada sobre la vida y, más específicamente, la zigzagueante realidad argentina.
Persíncola profundiza en su texto las consecuencias de los gobiernos antipopulares, las crisis económicas y sociales tanto internacionales como locales, y el trato hacia la mujer marcado por la mirada patriarcal. En la puesta hay una serie de materiales audiovisuales que sirven para poner a la platea en contexto, desde el inicio de la obra y en los sucesivos pasajes de una escena a la otra. Se trata de un modo informativo veloz y concreto de hacer foco en los principales hitos históricos, no siempre positivos, desde ya.
El dispositivo escénico se vertebra sobre un cubo ilustrado con la impronta estética de Xul Solar, símbolo de la cultura tanguera y ciudadana. Cuando comienza Discépolis, el mismo se desglosa en varias piezas que construyen los espacios transitados por los personajes, pero nunca se pierden de vista las pinturas que lo conforman y que se cohesionan con los vestuarios (gran labor de Marcela Di Tomaso). No faltarán los momentos en los que Discépolo se acerque a la platea para interpelarla sobre el presente, entablando de este modo una complicidad que alude a un contexto adverso para la sociedad en general y la comunidad artística en particular.

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