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Política y amor en la canción

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Juan Ignacio Babino

Quería saber
Silvio Rodríguez
Ojalá

Cosecha fresca. En su mayor parte, las canciones datan de la última década.

Foto: Getty Images

La noticia podría decir que en La Habana, un día cercano del año en curso, volvió el cantor. Había pasado un buen tiempo desde el último disco del genio de la trova, Silvio Rodríguez. Hasta ahora, que acaba de editar Quería saber. El grueso de estas nuevas canciones fue compuesto y grabado durante la última década. Es más, hay dos que ya formaron parte de Para la espera (2020) y acá vuelven renovadas y manteniendo intacta su belleza.

La única pieza que no es actual es «Tonada para dos poemas de Rubén Martínez Villena», compuesta hacia principios de los 70. Además de todo, un poco alejado de la estirpe clásica de guitarra y voz, en Quería saber abunda en una fuerte y muy fina impronta camarística. Guitarras, vihuela, percusiones (batería, vibráfono, congas), flautas, clarinetes, piano, línea de cuerdas (violines, violas, violoncelos), contrabajo. Esa es la tímbrica que prevalece.

Por caso, basta escuchar «América», la canción que abre el trabajo. Nada se guarda Silvio ahí, donde canta: «La luz me guarde del abrazo de América/ de su mirada, de su hechizo de amor/ De madrugada se oye el llanto de América/ y se parece, y se parece al dolor». La búsqueda de la confluencia justa y precisa entre música y palabra sigue siendo, en definitiva, la razón por la que vive el compositor cubano. Un artista de otro siglo, sí, pero que se pregunta, siempre, por la historia y también por el puro presente.

Esa tímbrica particular también queda expresa en, por ejemplo, «Viene la cosa» y «Danzón para la espera», donde le hace honor a su título con una fuerte intención bailable. El propio músico expresó en un comunicado a propósito del lanzamiento: «Es difícil ponerle nombre a un disco. Primero iba a ser Canciones del siglo XXI (menos una). Después pensé en Después. Por último, me he decidido por Quería saber. Aunque quizá debería llamarse Quiero saber, porque eso es lo que me mueve».

En «Para no botar el sofá» (que lleva como subtítulo «canción editorial») asoma, fiel a su manera, el costado más político del compositor. «La juventud se fuga en masa/ y ellos se alteran/ porque una boca no es de raza/ o de su acera (…) Los vi truncar publicaciones/ inteligentes/ y descalificar canciones/ por diferentes/ Los vi cebando las hogueras/ de la homofobia/ en nombre de falsas banderas/ y tristes glorias», dice, sin guardarse casi nada. Canciones políticas de amor. Y canciones de amor políticas.

Los momentos más intimistas se encuentran en «Nuestro después» y «Ángel Ciego». El cierre es con «Tonada para dos poemas de Rubén Martínez Villena». Y sobre ello, en ese mismo comunicado oficial cuenta: «Logré musicalizar algunos de sus versos, pero lo único que decidí mostrar fue mi acercamiento a estas dos intensas cuartetas alejandrinas, tan vigentes». Vale señalar que muchos de estos temas llegaron bastante rodados al estudio, dado que formaron parte de su repertorio en vivo durante el último tiempo. Sobre todo en los conciertos que dio en el marco de su famosa Gira por los barrios, que llevó a cabo durante años en su propio país.

Por todo, nuevamente ahí está, refulgente en su propia calma, la más fina música cubana. Esa que otra vez vuelve a hacer cumbre con uno de los cantautores más importantes de la isla. Ojo, como dice el refrán: no le pidan peras al olmo. Silvio hace lo que sabe hacer. Eso que lo llevó al parnaso de la canción hispanoamericana de este tiempo. No otra cosa. Y es fama: cuando Silvio canta, los mortales escuchan. Rodríguez es otro, pero sigue siendo el mismo.

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