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Postales del derrumbe

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Sonia Budassi

El Crack Up y otros textos
Francis Scott Fitzgerald
17grises editora              
146 páginas

Páginas encontradas. Nueva York, el jazz, la escritura y la vida amorosa se entrelazan en estos textos escritos entre 1931 y 1937.

«Contrariamente a lo que se cree, las películas de la Era del Jazz no tuvieron ningún efecto sobre su moralidad. La actitud social de los cineastas fue tímida, atrasada, banal; por ejemplo, ninguna imagen llegó a reflejar ni remotamente a la joven generación hasta 1923, cuando ya se habían puesto en marcha revistas para celebrarla y hacía tiempo que había dejado de ser novedad». Eso leemos en uno de los capítulos de Crack up y otros textos, que nos deja conocer a un Francis Scott Fitzgerald tan poco visitado como brillante en su faceta de ensayista, crítico cultural y narrador autobiográfico. Traducida por el argentino Maximiliano Crespi, esta edición presenta una versión más amable y breve que la previa con traducción de Marcelo Cohen, cuyos paratextos, notas al pie y aclaraciones volvían más ardua su lectura a pesar del tono fresco de Fitzgerald.
Al borde del pesimismo, el análisis del autor sobre la atmósfera del jazz remite de manera ensayística a su obra de ficción. Como un aguafiestas que desconfía del clima de euforia –quizá una de las tareas más necesarias entre artistas y escritores– muestra su desconfianza sobre lo que llama «la era de la Prosperidad» y sus aires liberales previos a la Gran Depresión, que traerá, entre otros males, una vuelta conservadora.
Los leit motivs de cada texto brindan unidad al libro, mientras varían, al mismo tiempo, los ejes y temas. En «Mi ciudad perdida», cuenta cómo afecta la tecnología a la vida de la urbe («el ferry representaba el triunfo»), sus diversas mudanzas y cómo a medida que crece, y cambia su relación con sus parejas hasta llegar a formar una familia se transforma la relación con Nueva York y la escritura. Por debajo, y a pesar de la distancia, sus descripciones son reconocibles en Argentina sobre lo que hoy podríamos llamar federalismo, la migración interna, la relación centro-periferia y la idiosincrasia de los personajes de pueblos chicos.

Como en una novela, recupera estrategias narrativas, como elegir personajes que funcionan al modo de modelos arquetípicos, por ejemplo Bunny, un ex amigo a quien reencuentra en la calle. La topografía neoyorquina muestra cambios de época, de paisajes y de filiaciones literarias y costumbres sociales.
El narrador pasa de recordar «en esa época “conocíamos a todos”», y tiempo después se siente aislado, ya fuera de la escena; el camino hacia un elegido ostracismo se acentúa; el tono va de la iniciación alegre a la asunción de una suerte de angustia existencial que pivotea entre lo personal y lo colectivo. «Cuando volví a Nueva York en 1919 estaba tan enredado en la vida amorosa (…) Envuelto en una neblina de ansiedad e infelicidad pasé los cuatro meses más sensibles de mi vida». Y declaraciones como: «Mientras mis amigos se internaban en las aguas calmas de la vida, yo empujaba mi balsa a la corriente», se intercalan con giros de triste quietud, vinculados, también, a lo laboral y la escritura.
Cuenta su cambio de trabajo para dedicarse a escribir; la profesionalización del autor se retomará en varios ensayos, como en el genial «Un éxito prematuro», que termina siendo casi una pieza de sociología del trabajo aplicada a la tarea creativa, con buena prosa y sensibilidad. En otros pasajes propone distintos modelos de autor y, como se afirma en el prólogo, manifiesta cierto regodeo en la presunción de sus limitaciones intelectuales, algo también frecuente entre otros escritores de ayer y hoy. Frente al tipo erudito, se alza el que proclama saber solo «dentro del campo de problemas específicos de mi oficio».
Escritos entre 1931 y 1937 y publicados originalmente cinco años después de su muerte, da cuenta de diversos modos de derrumbe, o como dice el autor, estados de agotamiento emocional. La propuesta editorial es creativa: el prólogo del prestigioso crítico William Troy (ganador del US National Book Awards) y el epílogo narrativo del escritor Flavio Lopresti, donde reflexiona sobre los mitos familiares del «derrumbe», configuran tres libros en la deriva de uno.

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