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Retorno milagroso

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Gabriel Plaza

Joni Mitchell At Newport
Joni Mitchell
Warner

En vivo. El público reacciona frente al prodigio de su voz renovada y otoñal.

Foto: Getty Images

Todo está en esa risa final. Joni Mitchell acaba de terminar su interpretación de «The Circle Game» y larga un suspiro de felicidad. Ya habían pasado once canciones y una hora de actuación en el festival Newport, en el que no actuaba desde 1969, y donde reapareció cuando nadie pensaba que podía volver a subir a un escenario. En 2015, la cantante canadiense sufrió un aneurisma cerebral. Tuvo que aprender todo de nuevo, después de que se le hubiera ido de un día para otro aquello que había construido pacientemente durante años de trayectoria musical. De repente, ya no estaba.
Ese largo recorrido de recuperación que parecía imposible terminó de convertirse en el milagro de su retorno a los escenarios. El álbum Joni Mitchell At Newport es un documento que demuestra que los prodigios son posibles: se puede sentir en la atmósfera y en las reacciones del público en el concierto, que están frente a la magia de su voz renovada, cuando Joni interviene con cada giro vocal, cada fraseo interpretativo que parece colgarse de esas canciones en suspenso, como quien va tallando pacientemente la piedra para descubrir la obra. 
La voz de Mitchell a los 78 años planea sobre un registro más bajo y otoñal, un color nuevo y añejado, que da otro peso a cada palabra. Las canciones de eterna tonalidad melancólica se reubican en un espacio sagrado donde brillan himnos generacionales como «A Case of You» y «Amelia».
Ella está rodeada y apoyada por jóvenes estrellas del folk en este regreso (Brandi Carlile, Blake Mills, Lucius, Allison Russell, Marcus Mumford), que durante meses se reunieron en su casa para celebraciones musicales que se transformaron en las Joni Jam, para estar a su lado en ese viaje de regreso a la música. Mitchell, que ya había tenido que aprender a tocar la guitarra de otra manera por los rastros que dejó la polio en su infancia, tuvo que volverse una aprendiz, porque entre otras cosas, dijo en una entrevista, se olvidó hasta de cómo sentarse en una silla por culpa del aneurisma cerebral.
El álbum es el reflejo de una artista que se mueve por las canciones con una sabiduría antigua y con la misma libertad de la mujer que sembró el mundo de piezas icónicas como Blue. El registro también puede sonar como un tributo en vida. Sorprende la interpretación de la joven Celisse (guitarrista de Lizzo) en «Help Me», en lo que parece una ofrenda a la maestra, por la forma en que modela ese fraseo tan único en la voz y en la guitarra, con la misma convicción juvenil y el atrevimiento de aquella Mitchell de los 60. 
El concierto de Newport está lleno de episodios milagrosos, que tocan algo más allá de lo perceptible, cuando voz y música resuenan en el cuerpo de Joni en temas como «Both Sides Now», y el instrumental «Just Like This Train», donde vuelve a empuñar su guitarra eléctrica para flotar sobre esos acordes arpegiados y etéreos, recorriendo de arriba hacia abajo el diapasón, como si fuera la marcha de un tren abriéndose paso frente a la vida.
Quizás el momento de todo el disco sea, entre otros, su interpretación de «Summertime», un clásico del jazz que es todo un desafío interpretativo. Es como si en ese mismo instante Joni, que ya había convertido su interpretación de este tema en uno de sus clásicos, subiera desnuda a la montaña más alta del mundo, dejando atrás cualquier artilugio de la voz, para inhalar y exhalar solo pureza interpretativa, para dejar al descubierto solamente lo esencial, la huella de la vida en su corazón y en el de quienes la están escuchando, mientras contemplan el milagro.

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