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Succession

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Mariano Kairuz

HBO

Los vaivenes de la familia Roy desnudan la naturaleza del poder corporativo.

La última vez que vimos a la familia Roy –dos años, una pandemia y siete premios Emmy atrás–, Kendall emergía de abajo del pie de su padre y sentenciaba el fin del patriarca. Una ligera sonrisa esbozada en la cara de Logan Roy (perfecto Brian Cox) sugería que tal vez esa había sido la verdadera jugada maestra del jefe de la familia: identificar al tiburón entre sus hijos; fomentar la ambición que lo haga capaz de traicionarlo; hallar por fin al digno heredero. La tercera temporada enseguida echa las cosas a andar, pero a medida que avanza nos lleva a preguntarnos cuánto tiempo más podrá dar las mismas vueltas, pegar las mismas marchas y contramarchas, hasta que la circularidad del argumento parece convertirse en uno de sus temas distintivos. ¿Una descripción de la naturaleza del poder corporativo? ¿De las relaciones familiares? Las influencias declaradas de su showrunner, el británico Jesse Armstrong, son el clásico telenovelesco Dallas y el film pionero del dogma danés La celebración, así que ambas cosas, temas tan viejos como el capitalismo pero que se cruzan en el siglo XXI a través de un ardid argumental: un caso de abuso sexual que por un momento parece hacer tambalear al imperio. Más allá de las escenas y los diálogos que reflejan el cinismo, los insultos, las metáforas y las salvajes alegorías sexuales, el mayor fuerte del guion y las actuaciones siguen siendo los personajes: principalmente los hermanos Kendall, Shiv y Roman, el engañosamente ingenuo primo Greg, y Tom. A través de ellos se establece una puesta en escena de lo enorme y lo pequeño, lo sofisticado y lo infinitamente vulgar: los hijos del poder fingen autonomía, determinación y adultez pero quedan en evidencia como niños vulnerables, aislados, inseguros. Una representación graciosa y trágica, como remarca la banda sonora de Nicholas Britell, tan difícil de sacarse de la cabeza al final de cada episodio como los arrebatos emocionales de esta jauría de personajes imposibles y absorbentes.

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