29 de junio de 2023
Polémica en el bar
Participantes: M. Tinayre, Ch. Gelblung, G. Schultz, F. Mendoza, E. Guercio y Alfa
Lunes a viernes a las 23.15
América TV
Dupla. La conductora Tinayre junto a Gelblung en una mesa que perdió mucho de su identidad tanguera.
Al nuevo Polémica en el bar le falta el componente teatral: un Minguito, un Porcel, un Vicente La Russa que le aportaban el toque de ficción guionada, y entonces vira al género periodístico. A Marcela Tinayre, la conductora, le sientan bien los años al frente de Las Rubias (por Net TV y Kuarzo): adquirió un hábil manejo de las palabras de los otros –aquí en su mayoría varones– que, si bien por momentos se explayan, dejan la sensación de que ella les afloja o les estira la cuerda de su discurso. El mejor atributo de un conductor de tevé es lograr que en esos paneles o mesas abultadas en voces, estas no se pisen y se hagan entender. Ya se lo reclamó a los disertantes: sean claros (pero no menos vibrantes); está suelta Marcela, desinhibida, un poco zarpada –se autodefine– cuando agarra la morcilla –en la cocina, a la que se desplaza– y le hace un guiño a la mesa, como lo haría el Porcel de las Gatitas, pero acorde a los tiempos que corren.
Le hace bien Chiche Gelblung a la nueva versión del ciclo: le queda mejor ese ánimo templado, menos malhumorado; se lo ve sonriente; elogia a su imitador; es un puntal en el que Marcela puede apoyarse; la edad lo asentó a Chiche; dos internaciones recientes lo doparon, pero sin que haya perdido astucia ni ironía; el resultado es que el nuevo Polémica… le entrega su lugar merecido; él habla bajo y por momentos cuesta comprender; el programa lo reconoce y lo entroniza, cediéndole largos momentos en química televisiva con Marcela, de la que se dice que es su ex, y entonces ellos explotan el flirteo con algo de impostación graciosa.
Está más tranquilo, más viejo y objeto de reivindicaciones, hasta de la autopsia de un E.T. que hiciera en el bizarro pero hoy rescatado Memoria, del Canal 9 de Alejandro Romay. Marcela cuaja bien con este Chiche; la dupla es ácida, maldita pero con elegancia; se entienden en un cruce de miradas y en la sordina de los comentarios. Los acompañan mejor y peor Gabriel Schultz, Flavio Mendoza, Eliana Guercio y Alfa de Gran Hermano; también, las imitaciones meritorias, sobre todo la de Chiche, que hace Claudio Rico, y Marcelo Polino, con intervenciones de parado.
Polémica… interpela, interpreta, identifica al público con el material de los diarios. No hay más que eso: consumirlos es participar de un presente colectivo, tanto en las emisiones del programa como en una portada cualquiera hay una primacía del factor tiempo sobre cualquier otro atractivo. En el instante transmitido, Marcela es una guía adecuada; lubrica naturalmente la charla sin la carga excitada y gritona que le ponía su precursor, Mariano Iúdica. Ella es de la escuela de Gerardo Sofovich: mucho semblanteo. Y silencio y mirada fija a los ojos del otro; verdugueo y halago alternados; desorienta y domina.
Habrá que ver cómo evoluciona un Polémica… de personajes poco definidos, con más opinión que rol, con más intención que carisma (a excepción de Gelblung), en un escenario que podría ser también una peluquería o una sala de espera, porque la vida de bar, como tal, está reducida al título y la utilería. Le falta bar al Polémica que dirige una autodefinida «salonera», menos habituada a la mesa de cafetín que a una cena privada; más acostumbrada a ser «dueña» –como se declara– que parroquiana. Y habrá que ver si pesa solo la palabra sin la emoción y el código de sketch, sin el duelo que se reiteraba entre dos participantes como Minguito y Porcel. El nuevo Polémica… se asienta cómodo en el «interés general», en un tiempo en que la ficción fue expulsada de la pantalla, y donde vale más ver quién y cómo se impone, con su estocada verbal, y calienta el aire y el rating.
La edición actual acentúa el contenido: la mesa debate el caso policial y el escándalo de la farándula, y se descuida la forma, aquella vieja coreografía de personajes de reparto e invitados de rutina que históricamente insertaban al programa dentro de la ficción cómica. En cambio, esta versión se autopercibe como periodística: se siente responsable de cerrar el día como un resumen de noticias; se elimina el personaje ornamental; y el aire porteño del cafetín escenográfico y el tango devenidos en bar de Chacagiales con fondito rosa y botellas, logos de marcas y una vista a los rascacielos de la noche de Puerto Madero. No tiene nada del aire melancólico del tango, que marcó los inicios del ciclo, hecho de parroquianos de una ciudad que ya no existe ni siquiera como representación mediática.