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Aguafuertes bonaerenses

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El autor de Los siete locos y El juguete rabioso trabajó durante una breve temporada en un diario de la ciudad ubicada en el centro de la provincia. Su presencia circuló como una leyenda local, hasta que en 2017 pudo ser confirmada por un historiador.

Otro mundo. «Le estoy agradecido a su silencio enorme», escribió Arlt sobre Azul.

Azul puede presumir de su acervo literario. Ubicada a 300 kilómetros al sudoeste de la Capital Federal, es considerada ciudad cervantina. Tiene un argumento de peso: la colección más grande de ejemplares del Quijote en Argentina. Pero, además, Roberto Arlt vivió y escribió en ella durante un corto período hace 92 años. Un dato inexplorado hasta 2017. Marcial Luna, profesor de historia y periodista local, corrobora el hallazgo en un libro de su autoría. Y sostiene que «la prehistoria de las aguafuertes son los artículos que escribió en El Régimen con sus iniciales RA y bajo el título “Impresiones de un porteño en Azul”».
El autor de Los siete locos le dedicó a esa localidad varios artículos. El primero se publicó el 26 de julio de 1927: «Le estoy agradecido a su silencio enorme, al silencio suspendido de sus calles largas, como una bendición; estoy contento de sus casa bajas, de sus balcones solitarios, de la parsimonia con que las gentes recorren sus veredas soleadas».
Entre la presencia de Arlt en Azul y la búsqueda de sus textos, hay un recorrido de 90 años que comienza en 1927. Sigue en 1967, cuando el periodista Miguel Oyhanarte recuerda en una miscelánea de El Tiempo –un diario que todavía se edita en la ciudad– la estancia del escritor para trabajar en El Régimen. Todo finaliza en 2017, cuando Luna descubre sus artículos impresos en la hemeroteca de la Casa Ronco, sede del museo dedicado al Quijote. Esta es la constatación de que su paso por la ciudad no había sido una leyenda urbana, incomprobable.  
En su obra Arlt en Azul, editada hace dos años, Luna señala que «el autor de la novela El juguete rabioso era un hombre atormentado, saturado de la vida de la gran ciudad». Esa impresión sobre el escritor se corrobora en sus textos: «Yo venía al Azul enfermo de ciudad. Enfermo de calles sepulcrales, estrechas, de ruidos que jamás cesan, de iluminaciones cuyos destellos acaban por fatigar los ojos», publicó en la tapa de El Régimen, en una serie de cinco artículos consecutivos que después espació, cuando regresó a Buenos Aires para desempeñarse en el diario El Mundo.

Huellas escritas
Durante 1928 y 1929, Arlt continuó enviándole notas a El Régimen, que se publicaron hasta las vísperas del golpe de Estado del año siguiente. La temática que abordaba era variada. Iba desde títulos como «En nuestro país no existe la aristocracia» a «El deporte en la delincuencia». La última, «El hombre que vuelve de Ushuaia», se publicó el 14 de agosto de 1929. Cuenta la historia de Mateo Banks, un homicida múltiple que residía en el partido de Azul y cumplió condena en el famoso presidio de Tierra del Fuego.
El valor del hallazgo de Luna reside en que completó un espacio de tiempo vacío entre las etapas que Arlt trabajó en los diarios Crítica y El Mundo. El historiador, quien también publicó El copamiento de Azul (sobre el ataque del ERP a la guarnición militar local en enero de 1974) dice que descubrió los artículos del escritor «cuando estaba investigando la obra de Miguel Oyhanarte, un viejo periodista ya fallecido, que hacía la sección Baldosas flojas para el diario El Tiempo donde apareció la referencia a Arlt y su paso por El Régimen en la década del 20».
El 30 de julio de 1927, el diario que contrató al agudo retratista social de Los lanzallamas, lo despidió con un texto de agradecimiento que devela el porqué de su estadía: «Arlt, el compañero Arlt, el cofrade Arlt, el hermano Arlt, vino a compartir con nosotros las múltiples actividades de esta casa, sucediendo provisoriamente en sus tareas a otro gran compañero, a otro gran espíritu: Enrique Pérez, a quien imperativos de otro orden han alejado momentáneamente de esta redacción».
Arlt dejó su huella en Azul mientras intentaba escaparse de Buenos Aires. 90 años después, Luna la desempolvó. Comprobó que detrás de sus iniciales RA se escondía el nombre de uno los escritores más celebrados y discutidos al mismo tiempo de la literatura argentina.

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