10 de junio de 2015
Dios mío! ¡Qué cosas tan extrañas pasan hoy! Veamos: ¿era yo la misma al levantarme esta mañana? Me parece recordar que me sentía un poco distinta. Pero si no soy la misma, ¿quién demonios soy? ¡Ah, este es el gran enigma!». Cosas como estas piensa Alicia en el País de las Maravillas, un mundo absurdo al que cae luego de haber seguido al Conejo Blanco, y en el que se cruza con una serie de personajes curiosos, como la Oruga Azul, el Gato de Cheshire y la Reina de Corazones. El famoso libro de Lewis Carroll, que cumple 150 años desde su publicación, tuvo un éxito inmediato. Con el tiempo, las aventuras de su personaje, inspirado en Alice Liddell, la hija del decano de una iglesia de Oxford cuya familia el autor frecuentaba, se convirtieron en un clásico que continúa ganando adeptos y que ha sido llevado al cine en varias ocasiones. La más reciente de la mano de Tim Burton y con un elenco que volverá a compartir la escenografía en Alicia a través del espejo (2016), esta vez con Burton como productor.
«La obra de Lewis Carroll ha trascendido por muchas razones: por la representación del mundo onírico a partir de la caída de la niña en la madriguera, porque está reflejada la realidad del mundo de los adultos, por las situaciones por las que atraviesa la pequeña Alicia y esa galería de personajes que la secundan, porque es una verdadera transgresión para la sociedad inglesa de la segunda mitad del siglo XIX, por la crítica a la educación, los valores conservadores y muchas, muchísimas razones más que la hacen coetánea siempre», analiza Graciela Perriconi, especialista en literatura para niños, docente y ensayista. «Pero creo que la originalidad está en el juego que instala el autor en todas partes, es lo central, con los números, los objetos, los ojos de Alicia, los opuestos. El juego omnipresente desde la caída es la atracción más sensible en la infancia y la más cercana en medio del humor y la desmesura».
Como parte de las conmemoraciones, en Inglaterra el correo lanzó una colección de 10 sellos que coloreó el ilustrador Grahame Baker-Smith. A ella se suman unos 100 eventos (reediciones del libro, lecturas, obras de teatro, exposiciones y fiestas a la hora del té) en países como Austria, Bélgica, Francia, Estados Unidos y, claro, el Reino Unido. En Buenos Aires, en tanto, en el Centro Cultural Borges se inauguró Reflejos de Alicia, una muestra con el tributo de dos artistas: Alfredo Sábat y Ale Moreno y Moreno.
La influencia de Carroll, matemático, diácono y cuyo verdadero nombre era Charles Dodgson, tuvo en María Elena Walsh una representante local. De forma indirecta, indica Perriconi, podría mencionarse a Elsa Bornemann, Beatriz Ferro, Iris Rivera, Liliana Cinetto y Ricardo Mariño. «Digamos que su influencia fue y es nutricia y sabia para los lectores y escritores», completa.
Carroll escribió el manuscrito de Alicia para amenizar un paseo en barca con la chica y sus dos hermanas. Meses antes de editarlo, se lo obsequió a la pequeña, como regalo de Navidad. Según sus biógrafos, el escritor se interesó platónicamente, tanto por Alice como por otras niñas, hasta que estas maduraron. Pero esa es otra historia.
—Francia Fernández