Cultura

Amor profundo

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Mientras el cantautor uruguayo planea su regreso a los escenarios, los ecos de su obra siguen amplificándose: a la reedición de su discografía completa se suma la publicación de dos libros que revisan los esenciales Mediocampo y Brindis por Pierrot.


Larga ausencia. El músico tiene previsto volver a tocar en vivo en el mes de agosto. (Télam)

Si la pandemia lo permite, Jaime Roos volverá a tocar en vivo después de una pila de años. En la agenda del cantautor uruguayo, el mes de agosto figura como punto de partida de una gira que lo traería a Argentina. Mientras tanto, a su alrededor vienen pasando otras cosas. Hace poco más de un año se publicó El Montevideano, el trabajo de Milita Alfaro que recorre su vida y su obra. A la vez, el verano pasado se lanzó la última tanda de la reedición de su discografía a través de Bizarro Records, revisada y remasterizada por el propio músico. Y ahora acaban de editarse dos libros dedicados a dos trabajos esenciales, Mediocampo (1984) y Brindis por Pierrot (1985), escritos por Andrés Torrón y Mauricio Rodríguez, respectivamente.
El primero está dedicado al álbum «violeta», que lo muestra con la camiseta de Fénix. Mediocampo es considerado por muchos el cierre de una trilogía que incluye a Aquello (1981) y Siempre son las cuatro (1982). Un clímax luminoso donde Roos encuentra su voz. El periodista, músico y crítico Andrés Torrón recorre una a una las canciones. «Es el primer disco de él que recibí en “tiempo real”, que escuché en el momento que salió. Y fue mi puerta de entrada a un mundo que me era desconocido: el de la música uruguaya. Quería que todo eso estuviera reflejado, pero sin descuidar el análisis musical y artístico. Mediocampo puede definirse perfectamente como un disco de rock uruguayo», cuenta Torrón. Resulta paradojal que casi la totalidad del álbum fue compuesta en Ámsterdam, en uno de sus largos periplos europeos. «Construyó una manera única de entender la música de este lado del mundo, manejando dosis perfectas de cosmopolitismo y localismo, casi creando una nueva manera de entender nuestra identidad», agrega.


El otro es el disco «negro», el de Roos acodado en la barra: noche y bohemia. La canción «Brindis por Pierrot» es a Jaime y Uruguay lo que «Gracias a la vida» es a Chile y Violeta Parra, lo que «Construção» a Chico Buarque y Brasil. Es la escalada por primera vez a las nieves y el pico de su propio Kilimanjaro. El trabajo incluye esa gema inédita y compila composiciones anteriores, todas bajo la línea de la murga-canción. «Le abrió las puertas al género a estratos sociales a los que no llegaba. Desde su primer disco, construyó en silencio un camino para el desembarco de la murga canción en la masividad», explica Rodríguez. «Es un quiebre para la murga. Es una especie de caballo de Troya que se mete en estratos sociales nuevos. Y como bien cuenta Jaime en el libro, una primera lectura lleva a pensar que se está hablando de noche y mostrador. Pero, rascando un poco esa cáscara, de lo que habla el Pierrot que ya no canta es de algo universal: la soledad, los amigos que ya no están, la vida, la muerte, el amor».

Aire urbano
Los dos libros concentran gran parte de su narración en entrevistas con el propio cantautor. Y, como yapa, en ambos se incluyen fotografías inéditas de Mario Marotta de las sesiones realizadas para cada disco. En ambos emerge un mismo centro discursivo: una música uruguaya y urbana. «Jaime es el más montevideano de todos. Y en sus canciones está la ciudad “silbando” como una lluvia tenue. En ese camino Montevideo pasó a ser, en parte, las canciones de Jaime. Y viceversa», comenta Rodríguez. Y Torrón agrega: «Es un punto de inflexión en la música uruguaya. Ramificó todo lo que habían iniciado Rada, Mateo y los Fattoruso, añadiendo murga, tango, milonga y captando una cantidad de señas identitarias que estaban latentes pero no eran del todo conscientes. Es una obra perenne. No tiene fecha de caducidad».