7 de septiembre de 2024
Ganador del premio Gardel al mejor nuevo artista, el joven referente de la música urbana estrena disco y se prepara para presentarlo en el estadio de Deportivo Morón.
Bondi musical. El segundo álbum del cantante se titula 166, en honor a la línea de colectivo que se tomaba en Morón.
Foto: Prensa
Camilo Joaquín Villaruel hizo un recorrido en quinta velocidad al estrellato, desde que sus canciones «Milagrosa» y «Rara vez» cosecharon millones de escuchas en las plataformas musicales y fue ungido como el futuro del género urbano por el propio Duki. Poco después, el productor argentino Bizarrap lo invitó a grabar En dormir sin Madrid, un EP de cinco canciones para la Session 57, en 2023. Este año, Milo J llenó un Movistar Arena y ganó el premio Gardel al mejor nuevo artista por su primer álbum 111. «Hace dos años me estaba cagando de hambre y ahora estoy en un Gardel, eso es ser una revelación», dijo cuando subió a recibir el reconocimiento.
El 25 de octubre, el día de su cumpleaños, realizará su primer estadio de fútbol en el Club Deportivo Morón. Estrenará en vivo disco y mayoría de edad. Ese día estará haciendo historia. Nació y creció en el barrio San José, en un hogar de clase media baja. Su hermana lo inició en las batallas de freestyle y, a los 13 años, grabó sus primeros beats en su computadora con programas bajados de internet. Empezó a construir su estilo con la profundidad de su voz y letras extrañamente maduras para un chico de su edad, envueltas por las partículas volátiles del trap y la sensualidad clásica del r&b. Su obra suma unas 70 canciones, entre temas propios y colaboraciones con artistas como Nicki Nicole, Duki, Eladio Carrión, Peso Pluma, Ysy A y Yami Safdie.
El diferencial de este joven artista, que metaboliza el lenguaje contemporáneo de su generación, es su inteligencia emocional y cómo se deja guiar por gustos musicales eclécticos: una biblioteca sentimental, desordenada y muy amplia, capaz de reunir nombres como Kendrick Lamar, C. Tangana, XXXTentacion, Charly García, Malandro, Luis Alberto Spinetta, Héctor Lavoe y Cuti Carabajal, entre muchos otros. Es decir, hip hop, trap, rock, música latinoamericana y folclore argentino.
Hilo mental
El segundo álbum de Milo J, bautizado 166 –el número de la línea de colectivo de Morón, que se tomaba a la salida del colegio para ir a grabar a un estudio porteño–, tiene una intensidad que refleja el complicado tránsito de la adolescencia a la adultez, erosionado por la fama repentina. «Me hice mayor de menor, más presión, menos amigos. Sé que un cero no va a cambiarme, si Morón sigue conmigo», canta en «La tola y el velero», una de las mejores canciones del nuevo trabajo.
A los 17 años, Milo se pregunta cómo seguir siendo real. Es la lucha del pibe de barrio que quiere mantenerse fiel a sus valores en un contexto que cambia al ritmo vertiginoso de su ascendente popularidad: solo en Spotify tiene 15 millones de escuchas mensuales. Ese conflicto atraviesa todo el disco, pero también su vida. «Quería ser star, y desde que lo soy, no recuerdo quién soy ni dónde quiero estar», dice en «Ni Carlos ni José», una canción con un beat vibrante, que flota sobre una atmósfera de ansiedad.
Producido por Lisan y Zecca, (dos artistas que trabajaron con la línea fundacional del trap argentino, Ysy A y Duki), 166 tiene un carácter más crudo que su trabajo anterior, con un audio más acústico y con un hilo narrativo que gira alrededor de las relaciones. «166 no es un disco con concepto, es un disco con mensaje», escribió Milo en su IG el día del lanzamiento. Camilo aprovecha las doce canciones como si fueran anotaciones desordenadas de un diario personal, que describen muy bien el hilo mental del protagonista. «Me dieron alas y no sé volar. No voy a volar sin estar bien», afirma en el estribillo de la épica «Sangre para derramar», una pieza de r&b con sus coros gospel.
Los golpes emocionales aparecen cuando las metáforas de su propio destino errante se dejan atravesar por ese fraseo melódico y pop, teñido de una melancolía infinita: una voz anhelante que mira con angustia el presente en canciones como «Alioli».
La figura de Charly García sobrevuela el álbum. En «3 pecados después», su voz aparece diciendo «hay que prohibir el autotune». El gesto se hace más fuerte en «Hippie», la que cierra la lista, donde se incluye el sample de «Los dinosaurios». Es un link que lleva directo a la historia de la abuela de Milo J, víctima del terrorismo de Estado durante la última dictadura militar.
Mientras otros exhiben los billetes y las ropas de marca en sus letras, el cantante propone otro mensaje. Habla de los dilemas morales de un artista de barrio en ascenso: los prejuicios raciales, la amistad, las tentaciones, la ambición y una mirada crítica sobre el negocio de la música. En «No hago trap» suelta rabioso: «Me dicen crack/ la industria se fuma el crack/ a la gente le encanta el crack». En una entrevista publicada por la revista Rolling Stone deslizaba: «Prefiero hacer música para los que pagan una entrada para verme que para el top 50».
El disco es como un relato de su nueva forma de vida, una anatomía artística del yo, la fama, la mirada del afuera, las expectativas, la agitación de las giras y la soledad. Milo suena abrumado en canciones como «Antes de los 20», con el corazón roto en «I’am», y pasa facturas en «Digan lo que digan», junto a sus aliados CR Trap y Kelo Ke, de la crew Bajo West.
Todo lo que vivió lo llevó a madurar de golpe. Debutó profesionalmente con el tema «Tus vueltas», en 2021, y no paró de editar canciones, que se viralizaron en TikTok. En este segundo álbum, Milo salda las cuentas con su pasado, deja preguntas flotando sobre su futuro y empieza a definir los colores de su estilo, un collage cubista donde aparece la musicalidad armónica del piano, los beats del trap y el funk carioca, versos existenciales, rimas filosas, y un fraseo grave y misterioso de bolerista fatal que es su huella digital.
166 es, sobre todo, un disco para Morón, para su gente, donde está su identidad. «Puedo decir que hice un disco con mis amigos, otro sueño cumplido», escribía Milo J en sus redes sociales cuando lanzó el disco. Fue otro mensaje a sus seguidores: no te olvides nunca del lugar de dónde venís.