Cultura

Bailar en democracia

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Además de promover la diversidad estética con giras que recorren
el país, el colectivo que depende de la Secretaría de Cultura de la Nación construye su camino escuchando las voces de sus integrantes.

 

Foto: Silvina Frydlewsky/Gentileza CNDC

Muchos argentinos todavía desconocen que, entre las riquezas culturales que se sostienen con sus impuestos nacionales, existe una agrupación de talentosos bailarines. Se trata de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea (CNDC), que depende de la Secretaría de Cultura de la Nación (SCN). Cada año recorre diferentes puntos del país ofreciendo sus espectáculos con entrada gratuita. «Nos interesa acercar los caminos para que más personas accedan a la producción y al disfrute de los bienes culturales», explican sus integrantes. «Para la federalización del arte del movimiento, realizamos periódicamente giras por las diferentes provincias», agregan. Así, por ejemplo, este año estuvieron en Salta, Jujuy, Corrientes, Chaco (Resistencia, Las Breñas) y Santa Fe (Reconquista).
La historia de este grupo arranca en 2007, cuando varios bailarines del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín –cuyos contratos se renovaban anualmente, desde hacía más de una década– recibieron la noticia de que ya no serían convocados para la siguiente temporada. Los argumentos esgrimidos en su momento por el director Mauricio Wainrot indicaban causas artísticas. Aunque estos excelentes intérpretes, en plena forma, sospecharon que la verdadera causa eran sus reclamos por mejores condiciones laborales. Como quiera que fuese, Victoria Hidalgo, Bettina Quintá, Wanda Ramírez, Ernesto Chacón Oribe, Pablo Fermani y Jack Syzard decidieron no quedarse quietos y se lanzaron a crear su propio proyecto. La Compañía Nacional de Danza Contemporánea tuvo su bautismo en diciembre de 2008, a través de la firma de un convenio del que participaron Eduardo Rodríguez Arguibel, director de Música y Danza, y Rolando Goldman, director nacional de Artes.
Desde entonces, la agrupación se entrena, ensaya, actúa. También busca su propia metodología para lograr el mejor funcionamiento y se abre a diferentes estéticas, a partir de los coreógrafos que montan espectáculos originales, que son elegidos mediante votación interna. Desde setiembre pasado, la CNDC incorporó a la coreógrafa Cristina Gómez Comini en el rol de directora.
Este último detalle es toda una novedad, pues, según recuerda Mariela Queraltó, responsable de Coordinación y Gestión del Área Danza de la SCN, «al comienzo la modalidad organizativa era más autogestiva. Tres integrantes constituían una dirección colegiada, que intentó ser un modo diferente de conducción, en relación con otros organismos artísticos de la SCN. Recientemente, los bailarines fueron encontrando cómo integrarse más institucionalmente en el funcionamiento de la SCN». Gómez Comini valora el proceso que la elevó a este cargo: «Me siento muy halagada porque los bailarines me incluyeran en la lista de directores con quienes querían trabajar y, luego, más halagada todavía por haber quedado en la terna que ellos mismos decidieron».
Además de lo anterior, en la compañía hay otro elemento destacable en torno a la condición laboral de sus integrantes, un logro poco frecuente para los bailarines de la Argentina: «Casi todos están en una planta transitoria, que les permite tener recibo de sueldo, obra social, aguinaldo y vacaciones», apunta Queraltó.
Actualmente tiene 20 bailarines y 2 asistentes del área artística. «La dirección colegiada funcionó durante los primeros años, cuando no teníamos más de 10 integrantes. Hoy viramos hacia una estructura organizativa más convencional, a fin de velar por el buen funcionamiento. Por otra parte, trabajar en el Estado tiene sus ventajas y desventajas: gozamos de derechos y condiciones laborales dignas y de una cierta estabilidad. Sin embargo, debemos lidiar con los tiempos propios de la burocracia estatal, que con frecuencia obstaculizan el funcionamiento natural de  la compañía», dicen los bailarines en su testimonio compartido. La rutina a cumplir es estricta: «Son cinco días hábiles laborales por semana, de lunes a viernes, de 9.30 a 16.30. Durante las primeras horas, realizamos clases de técnicas o seminarios de diversas disciplinas, y luego continuamos con los ensayos. La sede es en el Centro Nacional de Música y Danza, en la antigua Biblioteca Nacional», completan.
Ahora bien, lejos de ser una agrupación cerrada en un horizonte propio, la CNDC teje puentes y se proyecta más allá. Por un lado, con la diversidad de coreógrafos convocados para montar espectáculos: Laura Roatta, Rakhal Herrero, Jorge Amarante, Ramiro Soñez y, recientemente, Emanuel Ludueña, entre otros. Por otro lado, explican sus bailarines, la CNDC «tiene como uno de sus objetivos promocionar la danza contemporánea de nuestro país. Por eso creamos un espacio llamado “Partido y compartido”, que convoca a grupos de danza independientes, para acompañarnos una vez al año en nuestra programación. Esto permite acortar las distancias y retroalimentar el espacio estatal con el independiente».
Así es como pueden presentarse orgullosamente como una compañía que «se caracteriza por su valor heterogéneo, tanto en los integrantes que la componen como en sus producciones artísticas. Y, también, por su deseo de mantener un clima de trabajo más democrático dentro de la estructura de la danza oficial».

Analía Melgar

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