14 de abril de 2025
Como si se tratara de un problema recurrente, los chistes más inoportunos que circulan en los programas online generan indignación en las redes y terminan en disculpas públicas.

Escándalo. Eial Moldavsky involucró a Lali Espósito en una broma de mal gusto en Olga.
«Juan Domingo Perdón ya no es funcionario: ahora trabaja en un canal de streaming. El genial personaje creado por Diego Capusotto y Pedro Saborido parece haber abandonado la función pública para sentarse detrás de un micrófono y frente a una cámara para emitir sus gracias a través de YouTube». La noticia no es real, pero podría serlo, porque en el último tiempo los pedidos de disculpas protagonizados por streamers arrepentidos se volvieron moneda corriente, como una versión involuntaria de la parodia. Tres casos más o menos recientes sirven de ejemplo.
En vísperas de Navidad, en su programa Mi primo es así del canal Olga, Tomás «Toto» Kirzner –hijo de Adrián Suar y Araceli González– interpretó al niño Jesús en un pesebre viviente. Fragmentos del sketch se viralizaron y las críticas por una presunta falta de respeto a los símbolos religiosos inundaron en las redes. Kirzner defendió su trabajo, pero Migue Granados (cara visible de Olga) sostuvo que «si te mandás una cagada, hay que pedir perdón».
A mediados del año pasado, por su parte, en el canal Neura de Alejandro Fantino, durante un programa conducido por Sergio «Tronco» Figliuolo, se emitió el llamado de un oyente con un «chiste» sobre el cáncer y la pedofilia que despertó las risas nerviosas de los presentes. La reacción negativa fue inmediata y motivó la condena enfática de Fantino y el pedido de disculpas de Figliuolo.
El episodio más reciente ocurrió en el programa Patria y familia, que conduce Fede Popgold en LuzuTV. Las panelistas Julieta Castro y Ana Espósito bromearon alrededor de la fantasía de matar al presidente. Una vez difundido el fragmento en redes sociales, hasta el vocero presidencial le dedicó un posteo en X. En cuestión de horas, el conductor dijo públicamente: «Cuando uno se equivoca tiene que pedir disculpas».
Entre la indignación fácil de quienes critican y la banquina fácil de quienes se exponen, los escándalos por lo que se dice en los canales de streaming retroalimentan el circuito de clics y visualizaciones. Los comentarios «zarpados» generan polémica, el enojo genuino o impostado la potencia, y las redes hacen el resto. En ocasiones, hay terceros involucrados que la ligan sin motivo. Le ocurrió días atrás a Lali Espósito, eje involuntario de un escándalo disparado por una anécdota relatada por Eial Moldavsky en Olga, tras el cual –y después de un revuelo magnífico– tanto el hijo del humorista Roberto Moldavsky como el propio Granados se vieron compelidos a disculparse con la cantante.
Cruzar el límite
Algo es obvio: por sus propias características, el streaming es una emisión directa, en vivo, sin edición, de personas hablando casi siempre sin guion, improvisando, en condiciones que pueden extenderse por varias horas «al aire» –en este caso, online–; una exposición que supone el riesgo cierto de pisar el pasto con relativa facilidad. Es así como una observación banal de dudoso gusto puede convertirse en tendencia, sea por los recortes que los propios canales hacen de sus contenidos, o por los que los usuarios suben a sus cuentas. Quienes trabajan en los canales de streaming saben esto porque no todos los «errores» tienen la misma repercusión, por eso relativizan las consecuencias de ciertos debates, lo cual no significa que no registren las controversias e intenten evitarlas, o repararlas ante el hecho consumado.
Las radios mainstream ponen en escala real la espuma digital. «Si pensamos que los canales de streaming en un día bueno tienen 80.000 personas conectadas simultáneamente, que un exceso se amplifique hasta convertirse en parte de una conversación nacional no se explica sin las redes», detallan en una FM líder. «Una radio Top 15 de AMBA tiene todos los días mucha más audiencia, pero no repercute en redes de la misma forma salvo en casos muy puntuales», agregan. La productora de uno de los canales de stream más vistos descarta de plano la búsqueda deliberada del escándalo: «Lo que se intenta es hacer algo distinto. Muchas veces se escucha decir que “ya está todo inventado” y, si bien es un poco cierto, también es verdad que todo puede mejorar o mutar. Hay veces que te sale bien y otras puede salirte mal. Y cuando te sale mal, está la chance de cruzar un límite».
Una manera de explicar ciertas barrabasadas apela a «los riesgos del vivo», pero la televisión y la radio tradicionales tiene buena parte de su programación en vivo. Sin embargo, existen diferencias. Una: la ausencia de cortes para publicidad. «Parece una pavada, pero no lo es para nada porque esos dos o tres minutos de tanda te sirven para salir de la presión del vivo», dicen desde la experiencia del stream. En esto coincide Sebastián Grandi, director de la Mega: «Las radios tienen estructuras que permiten reducir este tipo de riesgos: la música, los separadores y hasta la publicidad son herramientas para que la exposición al aire esté controlada».
«Que mucho tiempo al aire es proclive a cometer excesos es algo que refutarían Héctor Larrea, Antonio Carrizo y hasta Lalo Mir o Mario Pergolini», relativiza Grandi. «Estar al aire muchas horas implica no solo tener algo que decir, sino saber cómo hacerlo», agrega. Alguien con más de tres décadas en el medio y a cargo de una de las radios de más audiencia del país, que prefiere el anonimato, lo explica con un lindo ejemplo: «Ponen a correr en un circuito de Fórmula 1 a un montón de autitos chocadores y el resultado es obvio: chocan». La mayoría de los exabruptos del stream, por cierto, proviene de figuras sin experiencia previa en medios.
Lo que no se debe perder de vista es el contexto económico y laboral argentino. A la precariedad histórica y la pauperización constante de los medios tradicionales se agrega una característica muy específica: los canales de streaming son un fenómeno local. Desde hace más de una década, en todo el mundo existe el stream, la transmisión en vivo en YouTube, Twich y demás plataformas, pero el concepto de canal con grilla de programas y horarios, estudios y artística propios es una creación criolla. Un nuevo jugador para una industria audiovisual cuya torta publicitaria es siempre escasa. En el fondo, para todos se trata de lo mismo: pelear por la atención de la audiencia. El streaming goza del beneficio del márketing de lo nuevo. Pero nadie se anima a dar ningún medio por muerto, por añejo o empobrecido que esté. Y tampoco a decir que el futuro vaya a ser de una única manera.